CRISIS EUROPEA Y RALENTIZACIÓN
ECONÓMICA GLOBAL
Todos los análisis de instituciones, expertos y comentaristas
internacionales coinciden en señalar que el horizonte cercano de la economía
mundial pinta muchos y oscuros nubarrones. Es un dato cierto, casi ineluctable, su ralentización. A
pesar de la recuperación moderada de algunos países después de la crisis
financiera que se desató en el 2008, los augurios no son muy optimistas para
este año.
El FMI ha recalculado sus pronósticos y hace sus advertencias;
llama a los líderes a tomar acciones urgentes y enérgicas para reducir los riesgos
de descarrilamiento de la recuperación.
Por su parte, la última
reunión del G20 avizora los mismos vientos tempestuosos de recesión y
estancamiento, y llama a una cooperación que propicie el crecimiento económico
global, que eche mano de todas “las
herramientas posibles”.
En este entorno complejo se ha asomado también otra crisis
más particular: la de la integración europea, cuyas consecuencias podrían ser
graves para esa región y el mundo, a menos que se imponga la sensatez, no sólo
de los líderes, también de los pueblos.
Este trance preocupante, si bien comenzó con el grave
desarreglo financiero que se desencadenó el 2008, hoy se exacerba con la
inmigración de millones de personas que huyen de las matanzas del
fundamentalismo islamista y de los distintos conflictos en Oriente Medio, hasta
ahora sin vías claras de solución permanente.
El modelo de integración europea, exitoso y ejemplar, está viviendo
momentos difíciles e inciertos, desafortunadamente. Movimientos políticos
ultranacionalistas/populistas han tomado como objetivo abatir las instituciones
comunitarias, que tanto bienestar social ha traído a los ciudadanos europeos
por décadas. La bête noire de
estos grupos es la UNIÓN EUROPEA, y según ellos, la causa de casi todos los males que los aquejan,
lo que no es cierto.
Pareciera que las nuevas generaciones se han olvidado o
desconocen que la fuente de los enfrentamientos sangrientos del siglo pasado y
los anteriores, fueron precisamente tales impulsos chauvinistas absurdos. Estos
nuevos izquierdistas desdeñan lo que un socialista dijo alguna vez: “el nacionalismo es la guerra” ( François
Mitterand).
Resulta curioso ver cómo se juntan en la contestación de la
Europa comunitaria, los dos extremos de la política. La derecha xenofóbica,
fascista y racista con la extrema izquierda anticapitalista, autoritaria e
intolerante. Ambos sectores, a mi juicio, suicidas políticos.
Olvidan o desconocen, igualmente, que el alto nivel de vida
que disfrutan en la actualidad se debe a la Unión que con muchos esfuerzos y
sacrificios se levantó después de la Segunda Guerra Mundial.
La deriva disparatada que hoy observamos en el Reino Unido y
otros países resulta incomprensible. Incluso países que fueron admitidos
recientemente andan ya contestando los valores que inspiraron a la Unión, como
es el caso de Polonia.
El referéndum que tendrá lugar entre los británicos para
decidir si siguen o no en el UE es la expresión de esa suerte de locura que se
ha apoderado de importantes segmentos de Europa, aunque para algunos, la denominada
BREXIT no sería mal de morir, pues siempre
se podrán conseguir mecanismos alternativos que en lo económico no afecten
tanto a la integración.
Pero en lo político sería otra la historia, y el efecto, con
seguridad, resultará negativo. La defección del Reino Unido debilitaría el
poder de Europa en el mundo. Su peso no
sería el mismo en las relaciones internacionales y de cara al resto de los
poderes globales.
La negociación que recién las autoridades europeas han
concluido con el gobierno británico para que ese país no se salga de la Unión
ha provocado serias críticas; sería un retroceso desde estadios que se creían irreversibles.
De por sí, ellas son un síntoma contrario a la buena marcha
del proceso de integración.
Ciertos observadores pesimistas comienzan a ver la disolución
de Europa en un horizonte no muy lejano. Para el equilibrio necesario de
poderes en el planeta sería una muy mala noticia.
Ojalá se imponga el sentido común en Europa y sea derrotado ese
negacionismo absurdo que se ha apoderado de vastos sectores de esa región,
alimentado por un chauvinismo demodé e inútil.
EMILIO NOUEL V.
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