martes, 25 de marzo de 2014

“La era de la doctrina Monroe ha terminado”: El discurso que ignoramos en 2013


Ariel Armony

El País

Cada vez que llamo a mi madre en Argentina, ella pasa la mayor parte de la conversación lamentándose porque no llamo con tanta frecuencia como debería. El análisis típico de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina me recuerda a mi madre. Si EE UU no se involucra profundamente en América Latina y el Caribe, entonces lamentamos que no les importa la región. Si hay una gran implicación, entonces eso refuerza lo que ya sospechamos: que EE UU practica el viejo juego de la manipulación.
Mientras pasamos tiempo lamentándonos como mi madre, nos perdemos una parte importante de la conversación. En lo más alto de mi lista de “los eventos más desatendidos de 2013” está el discurso que ofreció el secretario John Kerry ante la Organización de Estados Americanos (OEA) antes de Acción de Gracias. En ese discurso, Kerry declaró el final de la era de la Doctrina Monroe. La derecha lo interpretó como una etapa más de la “gira de las disculpas” y la izquierda lo condenó como palabras vacías de un imperio que todavía se aferra a sus objetivos intervencionistas. El centro prácticamente lo ignoró.
Considero que todos están equivocados. El discurso ante la OEA es probablemente el que quede citado en los libros de historia durante las próximas décadas.
El fin de la Doctrina Monroe
El propósito original de la doctrina era prevenir un desafío exterior a Estados Unidos a través de la inestabilidad de un país en América Latina. Su manifestación más moderna se convirtió en la promoción de la hegemonía estadounidense.La combinación entre la versión hegemónica de la doctrina y la postura tradicional de los principales actores de EE UU hacia América Latina como un conjunto de naciones no civilizadas, de segunda clase y disfuncionales resultó finalmente en una sucia historia de intervencionismo, autoengrandecimiento mesiánico, dobles raseros y una doctrina brutal de libre mercado. Esto es un cóctel que ha dejado las relaciones EE UU - América Latina con una resaca bastante mala.
La versión moderna de la doctrina sigue afectando a las acciones de EE UU en el hemisferio: el escándalo de las operaciones de vigilancia es el primer ejemplo. Sin embargo, mientras debemos censurar toda interferencia, es importante que pongamos las cosas en perspectiva: vigilar las llamadas de la presidenta Rousseff, sus correos electrónicos y sus mensajes no es comparable con acciones como el apoyo a las brutales guerras contrarrevolucionarias de América Central.
Lo que convierte el discurso de Kerry en histórico es el reconocimiento público de que, después de casi dos siglos, un principio rector de las relaciones exteriores de EE UU hacia América Latina ha terminado. Aunque Kerry puede haber dicho lo obvio, el hecho de que lo hiciera oficial tiene un valor significativo. Ahora podemos decir “Doctrina Monroe, 1823-2013”.
Al declarar oficialmente el fin de la Doctrina Monroe, el discurso de Kerry, tanto implícita como explícitamente, revela una hoja de ruta clara para la política norteamericana: ni intervenciones preventivas ni unilaterales; determinación para crear una colaboración entre iguales y un compromiso para crear un proceso de decisión basado en intereses y valores compartidos.
Un nuevo marco
Por supuesto, esto es más fácil dicho que hecho.
La Administración Obama no está lista para participar en ninguna novedad durante este segundo mandato: el itinerario sigue ampliamente el primer mandato con una mayor atención a asuntos de energía y medioambiente.
Ha sido muy duro para la Administración trasladar hasta ahora los aspectos positivos de su política en América Latina. Durante una visita reciente a Miami, Roberta Jacobson, subsecretaria para asuntos del Hemisferio Occidental, explicó que el debate de la política de EE UU en la región sigue girando en torno a políticas que ya no existen, lo que le obliga a invertir mucho tiempo explicando lo que esas políticas no son.
Hay un problema con la comunicación y otro aún más serio sobre la escasez de acciones concretas que demuestren que EE UU esté buscando realmente una relación de iguales en el hemisferio. Hay una gran distancia entre el final de las intervenciones políticas o militares y crear un verdadero campo para la cooperación horizontal.
Como han afirmado algunos comentaristas, la mayoría de los problemas clave que requieren trabajar con las naciones latinoamericanas como socios iguales no son específicas del hemisferio sino globales: narcotráfico, migración, prácticas comerciales injustas, conflictos armados y degradación medioambiental. Mientras que EE UU progresa en algunas de estas áreas -por ejemplo, ha finalizado la “guerra contra las drogas” que dio prioridad a la solución militar al problema del narcotráfico- queda mucho por hacer si Washington quiere tratar seriamente a los países de América Latina como socios y colaboradores.
El secretario Kerry ha afirmado que EE UU está tomando ahora decisiones distintas. Para algunas naciones latinoamericanas, esto no es más que un pronunciamiento retórico. Otros están dispuestos a reconocer cierto mérito a EE UU. Cuando el presidente Juan Manuel Santos visitó nuestra universidad en diciembre, antes de reunirse con el presidente Obama en Washington, se aseguró de resaltar la preferencia de Colombia hacia un nuevo tipo de relación con EE UU. “Estoy muy contento de que mi primera parada en esta visita sea aquí”, afirmó Santos. “Normalmente, cuando el presidente viene a EE UU y visita Miami, hubiera ido a visitar el Comando Sur. Ahora vendrá a la Universidad de Miami”.
Kerry hizo algo significativo en la OEA: estableció un nuevo estándar para la política de EE UU hacia América Latina. Hasta ahora, podemos definir este estándar en negativo: no-intervencionista, no-paternalista, no-acosador, etc. Pero un estándar es un estándar. Si EE UU lo cumplirá o no, esa es otra cuestión.
A su vez, los países latinoamericanos deberían interpretar el discurso de Kerry como el compromiso formal de EE UU para establecer una nueva relación con la región. En vez de tachar esta declaración como grandilocuencia, los gobiernos de América Latina deberían ser inteligentes y utilizarlo para reprochar y denunciar a EE UU cada vez que incumpla su nueva referencia. Esto puede marcar la pauta para una política norteamericana más inteligente en la región.
Ariel Armony es Director del Centro Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Miami.

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