MILICOS PREÑADOS
Comprendemos perfectamente las angustias de gran parte del país sobre las calamidades presentes y el sombrío futuro que se dibuja en el horizonte, de seguir el gobierno profundizando el desquiciamiento del entramado político-económico-social de la nación, sin veamos una señal de racionalidad en él.
No es para menos. La situación
general alarma. Una tropa incompetente y depravada ha venido, por más de una
década, demoliendo las instituciones y la base productiva con un empeño digno
de mejor causa.
Cualquiera, con razón, se impacienta
ante tal cuadro de espanto, que podría empeorar si quienes estamos obligados
política y moralmente para impulsar los cambios nos entregamos o echamos a
morir.
Impotencia y desespero nos pueden
inclinar a creer en salidas políticas “expréss”, en soluciones mágicas
que arranquen de cuajo lo que consideramos raíz causal de los males que
padecemos.
Pero las cosas no son así de
sencillas. Problemas complejos tienen soluciones fáciles pero casi siempre
equivocadas. Sobre todo en circunstancias como las que vive Venezuela, en las
que hay un gobierno que goza del apoyo de una importante porción de la población,
que ronda más o menos el 40 % del electorado, lo cual, en un análisis político
serio, no puede ser desdeñado alegremente. Además, está al frente de un Estado
con enormes recursos financieros, una institución armada mediatizada y/o
ideologizada, apoyos internacionales importantes y la vista gorda de unos
cuantos mandatarios.
Cualquier agenda o acción política de
las fuerzas democráticas debe pasearse por esa realidad, nos guste o no, pues
ella nos muestra la dimensión del problema.
Para ello hay que disponer de una
enorme voluntad para tener la cabeza bien puesta y fría, aun cuando haya
fundadas razones para encolerizarse y rebelarse.
Para recuperar la democracia se
precisa de una estrategia política bien diseñada y ejecutada, asumida, no desde
la impaciencia y el ofuscamiento irracional, sino a partir de una valoración
sosegada y realista.
En los días que corren, leemos en los
medios y redes sociales opiniones que anuncian abiertamente posibles
pronunciamientos de milicos que estarían descontentos con el gobierno de
Maduro, y no dejan de ser risibles tales “secretos a voces”.
Este país sería el primero en el que
los golpes de Estado se anuncian públicamente en diarios de circulación
nacional con varios meses de anticipación. “Para antes del 8D, tumbarán a
Maduro” se oía en corrillos hace unas semanas. Ahora los “bien informados”
rectifican: “Será para después de las elecciones”. “En Enero es la
cosa”, dicen otros. “Que van a suspender las elecciones del 8D”, se
oye mas allá.
La última fábula es que unos
militares venezolanos se habrían sacudido el yugo cubano, y que un general
habría ido a La Habana a hacérselo saber a los Castro. (¿?) A
partir de esta participación, Maduro tendría los días contados para su
defenestración (solicitud de renuncia u otra modalidad). ¡Bullshit!
Asombra que estas historias fraguadas
por mentes delirantes alcancen difusión y creencia en gente de nivel
profesional e intelectual por encima de la media.
Soy de los convencidos que si algo de
eso se estuviera planificando, el último en enterarse sería el 99 % de los
venezolanos el mismo del día del evento. Y me temo que una aventura golpista de
ésas no duraría ni 3 días.
Ciertamente, en el país del rumor, la
rebatiña y la maledicencia, todo es posible.
La oposición política venezolana, con
todo y sus defectos, ha sabido configurar una estrategia y un centro de
dirección que curiosamente son ampliamente encomiados en el exterior, pero
torpedeados de forma suicida por la antipolítica y el aventurerismo político en
casa. Lo alcanzado por la MUD en Venezuela, a pesar de su gran trascendencia,
pareciera no ser comprendido por algunos exasperados y delirantes, que también
los tenemos en la oposición.
La recuperación de la democracia en
nuestro país es faena larga. No hubiéramos querido que fuera así. Pero eso es
lo que nos ha tocado. Los atajos que algunos quieren tomar pudieran ser peores
y no resolverían el problema.
El que siga creyendo en “milicos
preñados”, que se baje de esa nube y vuelva a la realidad. Un golpe militar
de vida muy efímera, si es que se llegara a producir, no sería la solución al
gobierno militar que estamos sufriendo. No lo aceptarían los venezolanos, tampoco
lo avalarían en el exterior. Sólo un gobierno civil, producto de la una salida
democrática, constitucional, electoral y pacífica, puede enrumbar a Venezuela.
En cualquier caso, sin una dirección
política clara, como ha demostrado ser la MUD, tanto los que andan detrás de
atajos militaristas como los que piden salidas locas a la calle sin objetivo
alguno, si bien movidos por buenas intenciones, parecieran no ver la inutilidad
de tales iniciativas, al margen de una estrategia y acciones concertadas por
los actores políticos organizados, los partidos. Sin éstos, acciones aisladas,
anónimas y espontáneas son ineficaces y no tendrán consecuencias políticas
prácticas.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
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