INTERROGANTES SOBRE EL MERCOSUR
En días pasados fui distinguido con una invitación que me
hizo CONINDUSTRIA para presentar algunas reflexiones sobre Mercosur, su
futuro y lo que pudiera obtener Venezuela con su reciente ingreso.
Comparto la opinión de algunos especialistas de la región en
el sentido de que ese bloque de comercio ha sido una buena idea pero mal
instrumentada, y hoy se encuentra estancado y con tendencia hacia el
aislamiento por parte de algunos de sus miembros.
Después de más de dos décadas de existencia, el mercado común
proyectado no se ha concretado, y sólo existe una unión aduanera imperfecta,
con retrocesos recientes.
Mercosur adolece de un “defecto
de fábrica” que no ha sido corregido. La “alergia” a la supranacionalidad ha representado un importante
obstáculo para su perfeccionamiento institucional, a pesar de que ha tenido
éxitos relativos en términos de creciente intercambio comercial y acercamiento
de las economías de los países que lo conforman.
No obstante, los socios principales del bloque siguen estando
fuera de su seno (Europa, EEUU y China). No llega al 20 % del total del
comercio de los países miembros el que se realiza a lo interno de Mercosur. De los 350.000 millones de dólares de su
comercio exterior, 55.000 se hacen en el bloque, correspondiendo de esta cifra,
aproximadamente, 46.000 millones a Brasil y Argentina.
La referida alergia
tiene que ver con la demora en poner en vigor las distintas normativas
aprobadas, que luego no son ratificadas con celeridad por los parlamentos de
los países. Más o menos en un 50%, ellas no están vigentes, incluso, después de
muchos años de sancionadas por los órganos mercosurianos. Esto dice mucho de la
fragilidad del desarrollo institucional del proceso.
No existe una jurisdicción obligatoria a la que se deba
necesariamente recurrir a la hora de las controversias entre sus miembros.
Éstos pueden elegir el foro para dirimirlas, incluso pueden apelar a un ente
externo como es la OMC.
Los Estados -sus gobiernos- son los que determinan el curso
de la dinámica dentro del bloque. No hay órganos autónomos e independientes que
puedan impulsar o imponer acciones, políticas, normas o decisiones
jurisdiccionales vinculantes.
En el entorno global y regional actual, hay opciones nuevas
con las que Mercosur deberá competir. El Acuerdo del Pacífico (México,
Colombia, Perú y Chile) es una, cuya proyección se notó en la reciente y
deslucida Cumbre Iberoamericana. Nos enteramos, incluso, que España pidió ser
miembro de ese Acuerdo. Costa Rica y Panamá están por ingresar allí.
Desde EEUU se impulsa una iniciativa hacia el Pacífico
(Acuerdo de Asociación Económica Estratégica Transpacífica) a la cual se están
incorporando Chile y Perú. Ese país inicia próximamente una negociación de un
TLC con la UE.
Otro defecto de Mercosur es la profusa retórica, enfermedad
de la que han adolecido la mayoría de los esquemas de integración regionales. De
allí que oigamos hablar de “regionalismo
ceremonial”, “integración-ficción”
o “integración simbólica”, expresiones
todas que denotan los fallos en resultados concretos o los modestos pasos dados
después de tantos años. Grandes discursos, pequeños pasos, si parafraseamos a
uno de los grandes artífices de Europa, Jean Monnet.
Visto la dinámica mercosuriana a la luz del entorno global
surgen muchos interrogantes sobre su futuro y el de nuestro país en ese bloque.
El agotamiento que ya exhibe la dimensión exclusivamente
comercial de la integración es un elemento que no puede perderse de vista. Es
lo que pareciera haber percibido el modelo del Acuerdo del Pacifico.
Pareciera que entre la dos opciones que tienen los países de
la región (seguir exportando materias primas a pocos mercados sin diversificar
la economía o diversificar las economías y las exportaciones a muchos mercados),
la segunda sería la más conveniente para insertarse en la economía planetaria
del futuro. Esto implica un fuerte estímulo a mayores inversiones, desarrollo científico-tecnológico,
Venezuela, de arrancada, ingresa a Mercosur con “plomo en el ala”. Nuestra economía pública
y privada, más allá del sector energético, no es competitivo de cara a las economías
mercosurianas, sin mencionar la situación de crisis que vivimos hoy. El país
está obligado en pocos años a adecuarse a una amplia normativa del bloque.
Las políticas macroeconómicas del gobierno actual conspiran
contra un desempeño aceptable de los empresarios nacionales en ese bloque, a
menos que nos veamos como meros importadores. El año 2012, Venezuela exportó
135 millones de dólares al bloque e importó 3.400 millones. El desbalance es obvio.
Si no hay un viraje sustancial en las políticas gubernamentales, difícilmente
se pueda competir en Mercosur; estarían las empresas privadas venezolanas en
una situación de desventaja ante países en los que, en general, hay economía de
mercado, no hay controles distorsionadores y existe seguridad jurídica para el
inversionista.
En el Foro de Conindustria alguien decía que desde Venezuela deberíamos
dar la bienvenida a Mercosur porque allí opera el mercado. Igual podría decirlo
yo, pero el problema es que quien debería dar esa bienvenida y por tal razón, el
gobierno, no lo hace, más bien actúa en contra de las leyes del mercado, no incentiva
la inversión, ni propicia un ambiente de negocios seguro y con reglas claras.
¿Cómo encarar entonces esos compromisos en las condiciones inciertas y precarias de nuestra economía?
¿Cómo encarar entonces esos compromisos en las condiciones inciertas y precarias de nuestra economía?
Una reflexión profunda y descarnada queda pendiente para los
venezolanos frente a este y otros desafíos que nos presenta con apremio el
mundo de la economía global y regional.
EMILO NOUEL V.
@ENouelV
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