martes, 3 de septiembre de 2013

EL DEBER DE INJERENCIA DE LOS GOBIERNOS DEMOCRÁTICOS Y SIRIA

                              


"Los salvajes que cometen esas fechorías son horribles, 
y los civilizados que les dejan cometerlas, espantosos."

Víctor Hugo


Las pruebas sobre la utilización de armas químicas en Siria por el gobierno genocida de Al Assad son concluyentes y contundentes.  Los que lo niegan más allá del gobierno sirio están ciegos o les interesa mantener en el poder a esa tiranía.
Las oficinas de inteligencia de varios países lo han verificado. La investigación que sigue la ONU, con seguridad, lo confirmará, aunque sus resultados se tardarán semanas. La lentitud proverbial de esa organización estará también influida por los intentos de lograr una solución diplomática al conflicto.
Sobre una negociación en la que el tirano Assad y su mafia cedan, soy muy escéptico, ademas se sienten apoyados, aunque no de la Unión Árabe, la cual pide acciones contra él. Pareciera que el único lenguaje que entiende es la fuerza. Ojalá me equivoque, y en el marco de una instancia internacional se termine esa tragedia humanitaria. 
De lo que estoy convencido es de que hay que parar a como dé lugar la matanza, y así intentar abrir un camino, que será difícil, hacia una solución a largo plazo de ese drama, en el que están envueltos otros países de dentro y  fuera de la región.
No hay que olvidar tampoco los problemas persistentes del entorno inmediato, que, desgraciadamente, no han alcanzado un feliz término, después de muchos años de marchas, contramarchas y estancamientos en las negociaciones.   
Cualquier solución, siendo realistas, pasará por hacer algunas concesiones, incluso a gente que apoya a la mafia de Al Assad. Iniciar una transición en ese país hacia un régimen distinto no será tarea fácil, pero habrá que intentarlo corriendo muchos riesgos. A la oposición siria actual habrá que solicitar ciertos compromisos que coadyuven al logro de una estabilización política con salvaguardias frente a los movimientos islamistas fanatizados.
Por lo pronto, repito, hay que frenar la carnicería. Debe ser ésa una condición previa a cualquier posible negociación, en la cual factores externos tendrán que jugar un papel importante.
Decir que hay que dejar en manos de los sirios la solución del problema no es realista, sobre todo, en el nivel en que está la confrontación.
De nada sirve enarbolar los principios de soberanía y de autodeterminación de los pueblos, muy caros al derecho internacional, cuando ellos sólo sirven de burladero para que el tirano Al Assad se proteja.
Estos principios han permitido, ayer y hoy, a dictadores tener una coartada para que la comunidad internacional no intervenga ante los desmanes al interior de las fronteras en que gobiernan. Basados en esos principios, con mucha frecuencia, gobernantes asesinan a mansalva con toda libertad. Recuerdo que Pinochet en su momento se acogió a esos principios.
El deber de injerencia de los gobiernos democráticos es un imperativo moral cada vez que un gobernante masacra a su pueblo, violentando principios y normas internacionales.  Voltear para un lado frente a estas iniquidades o decir que sea el pueblo víctima de ellas el que resuelva su problema solo, fundamentándose en el principio de autodeterminación de los pueblos, es volverse, en los hechos, casi un cómplice propiciatorio de las matanzas.  
Razón tienen quienes dicen que ser neutral frente a situaciones de injusticia es ponerse del lado del opresor.
Para cualquier hombre sensible, lo que está ocurriendo en Siria es intolerable, repudiable. No intervenir para frenar esa tragedia carece de toda justificación ética, política y jurídica. 
De nuevo recurro al filósofo Glucksman: “El deber de detener a un perpetrador de masacres está autorizado por la masacre misma, no por una firma en blanco conferida por señores que desvían la mirada. El que libera no tiene por qué rendir cuentas más que a los liberados y a los demás liberadores.”   

EMILIO NOUEL V.
@ENouelV  




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