Joseph Nye
CAMBRIDGE – ¿Cómo será el mundo dentro de dos decenios? Evidentemente, nadie lo sabe, pero algunas cosas son más probables que otras. Las empresas y los gobiernos tienen que hacer conjeturas con conocimiento de causa, porque algunas de las inversiones de hoy durarán más de veinte años. En diciembre, el Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos (CNI) publicó la suya: Global Trends 2030: Alternative Worlds (“Tendencias mundiales 2030: otros mundos”).
El CNI prevé un mundo transformado, en el que “ningún país –ni los EE.UU. ni China ni ningún otro país grande– será una potencia hegemónica”. Es el reflejo de cuatro “megatendencias”: adquisición de poder por parte de los individuos y aumento de una clase media mundial; difusión del poder de los Estados por redes y coaliciones oficiosas; cambios demográficos, debidos a la urbanización, la migración y el envejecimiento; y una mayor demanda de alimentos, agua y energía.
Cada una de dichas tendencias está cambiando el mundo e “invirtiendo en gran medida el ascenso histórico de Occidente desde 1750, restableciendo la importancia de Asia en la economía mundial y dando paso a una nueva era de ‘democratización’ en los niveles nacional e internacional”. Los EE.UU. seguirán siendo los “primeros entre iguales” en poder duro y blando, pero “el ‘momento de la ‘unipolaridad’ se ha acabado”.
Sin embargo, la proyección del futuro mediante la simple extrapolación de corrientes actuales nunca es segura. La sorpresa es inevitable, por lo que el CNI determina también los que llama “motores de cambio” o resultados que podrían desviar las tendencias más importantes de formas sorprendentes.
La primera de esas fuentes de incertidumbre es la economía mundial: ¿inducirán la inestabilidad y los desequilibrios un desplome o bien una mayor multipolaridad apuntalará una mayor capacidad de resistencia? Asimismo, ¿podrán los gobiernos y las instituciones adaptarse con la suficiente rapidez para dominar el cambio o resultarán arrolladas por él?
Además, si bien los conflictos interestatales han ido disminuyendo, los conflictos intraestatales impulsados por poblaciones jóvenes, políticas de identidad y recursos escasos seguirán asolando algunas regiones como Oriente Medio, Asía meridional y África, lo que da paso a otra cuestión que podría ser un motor de cambio: la de si la inestabilidad regional sigue contenida o contribuye a la inseguridad mundial.
Además, hay una serie de cuestiones relativas a las repercusiones de las nuevas tecnologías. ¿Exacerbarán los conflictos o se desarrollarán a tiempo y estarán accesibles de forma generalizada para resolver los problemas causados por una población en aumento, una rápida urbanización y el cambio climático?
La cuestión final que puede ser un motor de cambio es la relativa al papel que desempeñarán los Estados Unidos en el futuro. A juicio del CNI, el carácter multifacético del poder de los EE.UU. indica que, aun cuando China los supere económicamente –tal vez en fecha tan próxima como 2020–, lo más probable es que mantengan la dirección mundial junto con otras grandes potencias en 2030. Según el CNI, “las posibilidades de que unos EE.UU. en el límite de sus recursos afronten demandas en aumento son mayores que el riesgo de que se vean substituidos como rectores políticos preeminentes del mundo”.
¿Es eso bueno o malo para el mundo? A juicio del CNI, “lo más probable es que un desplome o retirada repentina del poder de los EE.UU. diera como resultado un período prolongado de anarquía mundial”, sin “un sistema internacional estable ni una potencia rectora que los substituya”.
Tras examinar borradores anteriores de su informe con intelectuales y funcionarios de veinte países, el CNI informa de que ninguna de las potencias en ascenso del mundo tiene una concepción revisionista del orden internacional al estilo de la Alemania nazi, el Japón imperial o la Unión Soviética, pero las relaciones de esos países con los EE.UU. son ambiguas. Se benefician del orden mundial encabezado por los EE.UU., pero con frecuencia se resienten de los desaires y el unilateralismo americanos. Un atractivo de un mundo multipolar es un menor dominio de los EE.UU., pero lo único que sería peor que un orden internacional apoyado por éstos sería una total inexistencia de orden.
La cuestión del papel de los Estados Unidos para contribuir a la formación de un mundo más positivo en 2030 tiene consecuencias importantes para el Presidente Barack Obama al comienzo de su segundo mandato. El mundo afronta una nueva serie de amenazas transnacionales, incluidos el cambio climático, el terrorismo transnacional, la inseguridad cibernética y las pandemias. La resolución de todos esos problemas requiere cooperación.
En la Estrategia Nacional de Seguridad 2010 de Obama se sostiene que los EE.UU. deben concebir el poder como una suma positiva y no como una simple suma cero. Dicho de otro modo, puede haber ocasiones en que una China más potente sea positiva para los EE.UU. (y para el mundo). Por ejemplo, los EE.UU. deben estar deseosos de ver a China aumentar su capacidad para controlar sus emisiones –las mayores del mundo– de los gases que producen el efecto de invernadero.
La Secretaria de Estado de los EE.UU., Hillary Clinton, se ha referido a la política exterior del gobierno de Obama como un “poder inteligente”, que combina los recursos del poder duro y del poder blando, y sostiene que no debemos hablar de “multipolaridad”, sino de “asociaciones múltiples”. Asimismo, el informe del CNI indica que los americanos deben aprender mejor a ejercer el poder con –además desobre– otros Estados.
Desde luego, respecto de las relaciones militares interestatales, seguirá siendo decisiva la capacidad para formar alianzas y equilibrar el poder, pero de poco servirán los mejores acuerdos militares para resolver muchos de los nuevos problemas transnacionales, que ponen en peligro la seguridad de millones de personas al menos tanto como las amenazas militares tradicionales. La dirección al respecto requerirá cooperación, instituciones y la creación de bienes públicos de los que todos puedan beneficiarse y no se pueda excluir a nadie.
La conclusión del informe del CNI es la de que no existe una respuesta determinada a la cuestión de cómo será el mundo en 2030. La cuestión de si el futuro nos reserva situaciones positivas o negativas depende en parte de las políticas que adoptemos hoy.
Traducido del inglés por Carlos Manzano.
Tomado de Project Syndicate
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