¡CÓMO HA HECHO FALTA UN
RÓMULO BETANCOURT!
En los días que corren, algunos latinoamericanos han lanzado varias
preguntas que no dejan de ser lacerantes y lamentables para el orgullo regional:
¿hay razones para que nos tomen en serio? ¿Por qué nos empeñamos en seguir ganando
puntos en la competencia por ser el hazmerreír del mundo? ¿Qué recónditas y
poderosas razones arrastran a los gobernantes de la región a tomar decisiones
tan notoriamente inconsecuentes con los principios que en la retórica y los
documentos dicen defender?
Ciertamente, no es ésta la primera vez que nuestro
incongruente y extravagante proceder es motivo de vergüenza, burla y desprecio.
Y a decir verdad, tampoco es que seamos los únicos en el planeta que llamamos
la atención por este tipo de conducta lastimosa.
Sin embargo, era de esperar en estos tiempos que las cosas
hubieran cambiado, al menos en las apariencias, y que de algo haya servido la
experiencia. Pero visto lo visto, parece que no es así, y la mayor exposición
que trae consigo el desarrollo y alcance de los medios de comunicación no
produjo inhibición alguna en los protagonistas de este bochornoso suceso.
El lector ya imaginará a qué me estoy refiriendo en estas
líneas, escritas desde la desazón y la impotencia, que no desde la sorpresa o
el asombro. Porque no me sorprende que se den estos comportamientos en el
ámbito de las relaciones internacionales, detrás de los cuales siempre hay
causas de diversa índole, vaya usted a saber la de cada actor en particular involucrado
en el tema.
En efecto, el asunto que me ocupa es la reunión de esa
entelequia llamada CELAC, que tuvo lugar en Chile. Y digo entelequia, porque es
un ente, más bien foro, que no tiene sede, ni órganos, ni funciones ni
mecanismos concretos, pero que dice buscar la integración de América Latina y
el Caribe, y ser el centro superior de la convergencia entre los países de esta
región variopinta.
Por tanto, a mi juicio, es una suerte de “ectoplasma” de naturaleza política
internacional en el que sus miembros, después de haber excluido de manera
absurda a dos importantes países del hemisferio (EEUU y Canadá), pretende
convertirse en eje político de la región y en polo de poder de cara al
mundo.
Aunque soy muy escéptico respecto de que este ente pueda
tener algún futuro, habida cuenta de las desemejanzas y competencia de sus
miembros en cuanto a poderes, proyectos nacionales, intereses y políticas, sin
hablar de las dinámicas ya instaladas con actores y factores
extra-hemisféricos, no podemos dejar de comentar la insólita decisión de elegir
a un tirano como presidente de esa entelequia, lo que contrasta
escandalosamente con los principios democráticos que inspirarían a ésta.
Porque aceptar a Cuba en ese espacio, a pesar de lo que
sabemos que es como régimen político, quizás podríamos pasarlo por alto
tragando grueso. De repente algún argumento estratégico o de cálculo político
de peso tendría cabida en esa decisión. Pero de allí a nombrar al tirano que la
gobierna, Presidente Pro témpore, en estos tiempos en que aun es incipiente ese
proyecto, es además de afrentoso para la conciencia democrática del continente
y el mundo, una torpeza inaudita.
¿Cómo creen los presidentes que esta entelequia recién nacida
va a concitar el apoyo de los ciudadanos de la región, si de arrancada muestran
esta faz inconsistente?
¿Acaso creen que con el reconocimiento de una satrapía como
la del gobierno cubano, que ha conculcado todos los derechos humanos, se está
estimulando y realzando la democracia?
¿No pasó por la cabeza de los gobernantes de la región que
ese nombramiento incongruente podría afectar la credibilidad de ellos como
políticos y del proyecto mismo?
Flaco servicio, sin duda, le han hecho a la causa de la
democracia y la libertad en la región. Porque de ninguna manera, el principio
de pluralismo que pudiera aceptarse en un espacio político como la CELAC, puede
llevar a disminuir o desdibujar el valor fundamental de la idea democrática. Y
es lo que han hecho al colocar a un tirano en puesto relevante.
Carguen entonces sobre sus hombros tal descrédito los
presidentes de CELAC. Cómo ha hecho falta en estas circunstancias un estadista
de la estatura moral y de las firmes convicciones democráticas de un Rómulo
Betancourt!
EMILIO NOUEL V.
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