jueves, 19 de diciembre de 2013

DIÁLOGO Y LUCHA DEMOCRÁTICA EN VENEZUELA


"el fanatismo es la incapacidad de aceptar situaciones 
sin solución clara"

                                    Amos Oz

Si hay una conclusión a la que todos deberíamos llegar es a la de que en política, doméstica o internacional, como en la vida en general, nos toparemos a menudo con preguntas sin respuestas inmediatas, con la dimensión desconocida. Que no todo tiene una solución cristalina, perceptible, tajante, sin lugar a dudas y cisnes negros, a primera vista.
Que la incertidumbre, la opacidad y lo gelatinoso siempre estarán presentes, habiendo ganado o siendo derrotados. Que en la brutal competencia entre los hombres por hacerse con el poder, nada está dado de una vez, ni está garantizado, ni es concluyente, mucho menos perenne. Que lo único seguro es el cementerio, como dicen por ahí, y ni tanto.
Obviamente, esa carencia de certezas, esa profusión de dilemas, la diversidad de apuestas posibles que se abren, tantas encrucijadas oscuras; las coaliciones de conveniencia que se nos imponen; las puñaladas traperas furtivas a media noche; el trasiego a tientas; los acomodos liosos, los toma y daca contingentes y las negociaciones problemáticas e ineludibles, no se avienen bien con el fanático maximalista, que solo admite blanco o negro, bueno o malo, amigo o enemigo, tú o yo, nada de grises, todo definido de una vez y las soluciones inmediatas que corten por lo sano lo que haya que cortar, incluso cabezas humanas.
No se allanan a estos difíciles vericuetos de la lucha, los paladines de la antipolítica, los que ven la pelea por el poder como un oficio sucio y deleznable, para individuos ayunos de moralidad o escrúpulos, personas entregadas al cálculo que sólo lo persiguen para colmar sus ambiciones y llenar sus bolsillos.
A ambos, el fanático y el nihilista, altas dosis de paranoia, desconfianza y escepticismo mediante, las situaciones intermedias, los procesos a veces largos e indefinidos, los equilibrios inestables, las transiciones complicadas, les resultan inaceptables, “todo o nada” es su enseña, no hay en ellos lugar para el análisis frío y sosegado que exige la complejidad de la realidad.
Y cómo abundan estos personajes en circunstancias como las que vivimos en nuestro país.
Ciertamente, no es muy fácil afrontar la crisis nacional, abrumados y agobiados como estamos por la incertidumbre presente y el dudoso futuro de Venezuela. Huelga insistir en la situación grave de arbitrariedades que todos conocemos y padecemos.
Después de superar decisivos errores, las fuerzas democráticas venezolanas han venido recuperando espacio político e institucional, enfrentando, desde la precariedad de los recursos, uno de los Estados más poderosos de la región, puesto al servicio de una ideología demencial por más de tres lustros.
Y eso no es “concha de ajo”, ni se resuelve en un santiamén, por mucha voluntad y empeño que pongamos en tal tarea titánica. Los que han intentado implantar, enfrentando una dura resistencia democrática, una sociedad del anti-bienestar duradero, del atraso y la descomposición moral, tienen sus fervientes acólitos y son millones. Esa es una realidad, nos guste o no, que está allí, frente a nosotros, y que no podemos despachar así como así.
Tal correlación de fuerzas nos impone unos ritmos y velocidades que no nos gustan, nos agotan y desesperan.
Pero si queremos cambiar ese estado de cosas de forma civilizada y pacífica, aunque hayan unos desalmados frente a nosotros, hace falta armarse de paciencia, mayor a la de Job, poner a funcionar la inteligencia y sobre todo mantener la mollera bien fría.
Sé que sostener tal talante no es fácil y que los resultados positivos demorarán, no serán inmediatos, que mucha angustia y duras experiencias habrá en el camino. Pero no tenemos otra. La horrenda alternativa sabemos cuál es.
De allí que el dialogo entre fuerzas paritarias enfrentadas cobre enorme significación. Vale la pena apostar por él, aun teniendo reservas y dudas. La historia nos enseña de muchas experiencias al respecto. Enemigos se han sentado a conversar, así sea para regular el combate.
Es la hora del ejercicio de la política responsable, seria y realista. No es una apuesta de ingenuos, como algunos descaminados dicen. La oposición democrática está obligada, por principios, a hacerla. Si el gobierno falta a su palabra, si no obra en consecuencia, allá él y los suyos, ya no será culpa de los demócratas que el país se hunda en la confrontación salvaje y el caos.
Estamos en una de esas situaciones que aludíamos al comienzo de estas líneas. Nada está claro, chapoteamos en arenas movedizas, y ojalá, a la brevedad, nos enrumbemos por senderos civilizados de respeto y apego a la ley. Es el clima que podría favorecer el restablecimiento de la democracia y la paz.
Será necesario deslindarse de los Savonarolas desquiciados que estorban en la oposición. No me queda la menor duda, hacen mucho daño, y retrasan el proyecto de recuperación de la democracia y de las libertades plenas. El gobierno deberá hacer otro tanto.
Hemos avanzado y podemos avanzar más en ese propósito. Voluntad indoblegable de lucha, firmeza de convicciones e inteligencia son las claves de la victoria definitiva.

EMILIO NOUEL V.

@ENouev
emilio.nouel@gmail.com




miércoles, 11 de diciembre de 2013

EL FALSO DILEMA Y EL MANTRA “SOMOS MAYORÍA”

Luego del resultado tablas del 8D, que, sin embargo, permitió avanzar institucionalmente a las fuerzas democráticas y asentar su base político-electoral, algunos en la oposición, incluso dirigentes de alta exposición mediática, están planteando un falso dilema político.
Se les oye decir, desde una perspectiva cuestionadora, que para la oposición democrática no se trataría de fortalecer y consolidar una fuerza política, que lo que importa es la captura del poder.
No sabemos si tal opinión es producto o de un enfoque, a mi juicio, errado pero honesto del asunto, o si detrás se esconde un propósito político subalterno, una manera de torpedear a los que han liderado la Unidad hasta ahora,  y así erigirse en alternativa de recambio.
No sé, digo yo, desde mi modesta esquina, que en política es condición sine qua non, crucial, crecer, fortalecer y consolidar una fuerza para luego acceder al poder.
A menos que se esté buscando echar mano de los atajos o de cualquier medio express, aquella esa es la norma.
Tengo para mí que la vía, en política, es la acumulación suficiente de fuerzas de manera que podamos, en consecuencia, incidir en los acontecimientos.
Es por ello que no veo cúal es el dilema entre crecer y consolidar una fuerza y luchar por el poder.
En el mismo sentido que comentamos, se oye igualmente decir, que la oposición venezolana tiene “complejo de minoría”, y que haría falta asumir y repetir el mantra de  que “somos mayoría” para que el milagro de arribar a Miraflores se opere.
Este es otro mito que como tal no resiste un contraste con la realidad. Si fuéramos mayoría determinante, ya hubiéramos salido de la pesadilla que nos atormenta, pero no lo somos. 
Algún especialista por allí defiende tal tesis. Pareciera que para él, todo se reduce al mundo de las percepciones, que obviamente, son importantes, pero si no tienen un anclaje en las realidades, el “Somos mayoría”, hagas lo que hagas, tiene las patas cortas.
Uno de los corolarios del lema de marras es que todo político deberá hablar “golpeado”, decir cualquier disparate, no importa si se propala una falsedad o una media verdad, que tarde o temprano se revertirá contra el que la dijo, todo se vale;  eso sí, con cara muy seria, grave, dramática y hasta telenovelérica. “Somos mayoría” y punto. Con proferir el mantra, de manera mágica se hará la luz.  
Estas visiones descaminadas o interesadas no se explican si no las enmarcamos en el “toma y daca” dentro de la oposición; por cierto, algo natural que no es tampoco para cortarse las venas, aunque a veces preocupan.
Ya vemos en los balances del 8D cómo esos desencuentros se expresan. Hasta han llegado absurdamente a atribuir a la MUD el nivel de abstención. Por Dios! Mayor disparate no puede haber.  Pero así son las cosas cuando del poder se trata.
Por encima de estas escaramuzas, lo importante es la Unidad en lo sustantivo. Habrá que hacer los ajustes y afinaciones que sean necesarios en una estrategia que ha sido la correcta en líneas generales.

Debemos estar atentos a no dejarse llevar por dilemas falsos, ni caer en voluntarismos  o "maquiavelismos" burdos, cuyos pies de barro pronto se evidenciaran en fracasos y amargas decepciones.


EMILIO NOUEL V.

@ENouelV  

martes, 10 de diciembre de 2013

8D: TABLAS

Visto lo visto, entre el 14A y el 8D, no se produjo ningún cambio sustancial en términos de correlación de fuerzas electorales, sobre todo, si vemos los porcentajes de los factores fundamentales en pugna. Y no tenía por qué haberlo.
El que antes del 8D estaba esperando un trastorno radical de la realidad política a causa de las elecciones municipales, pues tenía una lectura muy descaminada de la cuestión.  
Razones de fondo para un cambio de posición o preferencias políticas de la población electoral en 8 meses, no habían ni aun están presentes. Una mudanza de los humores del venezolano requiere una mayor maduración, a pesar de los problemas graves y persistentes de inflación y escasez que sufre.
Para mí, el resultado del 8D es tablas. El gobierno perdió unas cuantas alcaldías y concejalías.  Y no es poca cosa, nada menos que las 6 ciudades más importantes del país; la capital de la República entre ellas, y una simbólica: la de la tierra de Chávez. Son ellas las más pobladas y de mayor significación política, económica y cultural.
En Caracas, la oposición gana 4 municipios de 5, llevándose el trofeo principal: la Alcaldía mayor. Nacionalmente, duplica o casi el número de las que tenía.
Si estos simples datos preliminares, más allá de la polémica sobre las distintas maneras de contar los votos nacionales, no significan una derrota para el gobierno y un avance muy importante para la oposición, que baje Dios y lo diga.
En cuanto al tema de lo plebiscitario de las elecciones, independientemente de que se hubiera enfocado o no así, los que se movieron a votar lo convirtieron en tal. Y en este tema nos queda una evidencia incontrastable que surge del 8D: Digan lo que digan los que sacan cuentas de uno y otro bando, por los candidatos del gobierno votó menos del 50% de los electores.

El país que se expresa electoralmente sigue dividido en dos grandes porciones.
Sobre la abstención, en esta oportunidad el 42%, sólo puede decirse que en este tipo de eventos siempre es alto el porcentaje, nihil novum sub sole. ¿Cómo piensan los abstencionistas política y electoralmente? Pues quien pergeña estas líneas, no lo sabe. Decir que se inclinan por uno o por otro, o por ninguno de los bandos, y en cuál proporción, ya es una labor adivinatoria que sólo está al alcance de los pitonisos o de los opinadores alegres de las redes sociales, no del suscrito.
De modo pues, que el resultado del 8D, visto en perspectiva, a mi juicio, resultó tablas. En los espacios institucionales municipales se dio un “ajuste” que concreta los cambios en términos de correlación de fuerzas que se han producido en los últimos años a favor de la oposición democrática. La oposición pasa así a recuperar el terreno perdido.
3 elementos más a comentar en esta primera aproximación al 8D.  
El proceso de ruralización del PSUV ha seguido el curso que ha venido transitando desde hace un tiempo. Como se sabe, el gobierno central y regional, en general, es casi única fuente de empleos en las localidades menos desarrolladas y más apartadas. Allí todo depende del gobierno.
En la oposición, VP de Leopoldo López sale bien parada en cuanto al número de alcaldes que logra, aunque si le aplicamos el criterio poblacional, bajo tales nuevas autoridades, quedarán, en promedio, localidades pequeñas.
Frente a todo resultado electoral están los que ven el asunto desde la óptica de la mitad del vaso vacío y otros desde la mitad del vaso lleno.
También están los negativos y pesimistas irremediables, los paladines de la antipolítica, los obsesivos anti-MUD y anti-Capriles, los impacientes “purgados”, los “frauduleros”, los militarista-golpistas, los aventureros y los que el cantante Alejandro Sanz llamaría “pescadores de defectos en agüitas de ignorancia”; todos nefastos para la política democrática. A éstos, los resultados electorales no les acomodan ni les acomodarán nunca. Es la misma postura que tienen frente a los partidos y sus dirigentes.
El año entrante será “candela”. No habrá evento electoral. Sin embargo, estamos, desde lo institucional, mejor apertrechados, gracias a una estrategia política correcta, que deberá también ser ajustada. Hemos logrado varios bastiones desde donde podremos impulsar la lucha social y demostrar que sabemos gobernar mejor que los chapuceros y corruptos que están en el poder central hoy. Enfrentar el enorme poder financiero del gobierno, su dominio de los medios y sus arbitrariedades, ha sido un desafío extraordinario. A pesar de ello, la oposición pudo salir airosa de la contienda y avanzar.

EMILIO NOUEL V.

@ENouelV




viernes, 6 de diciembre de 2013

¿VUELVE PARAGUAY AL REDIL MERCOSURIANO?


                                                      

Tal y como algunos lo avizorábamos, el gobierno de Paraguay parece que decidió hacer borrón y cuenta nueva con el impasse que tuvo frente a sus socios y a Venezuela en la ocasión del ingreso ilegal de este país a Mercosur.
En esa oportunidad, Argentina, Brasil y Uruguay aprovecharon la suspensión de Paraguay de las instancias decisorias del bloque comercial, para admitir a Venezuela como miembro de pleno derecho, y así superar el obstáculo que representaba la no aprobación por parte del parlamento paraguayo, del Protocolo de Adhesión, el cual requería, según la normativa mercosuriana, la unanimidad de todos las partes contratantes.
Para tal suspensión, el impeachment contra el expresidente Lugo, calificado impropiamente de “golpe de estado”, fue el pretexto; aunque se admitió, incluso, por José Mujica, que aquella medida contra Paraguay no se ajustaba a derecho.
Pero las realidades son las realidades. Tarde o temprano, Paraguay iba a volver al redil, condicionado como está por factores internacionales políticos y crematísticos.
Sus circunstancias geográficas y económicas no le permiten un amplio margen de maniobra en el entorno al que pertenece. Está condenado a ponerse de acuerdo con sus socios más próximos, lo cual le obliga a hacerse la vista gorda frente a humillaciones sufridas.
Con el gobierno de Venezuela, beneficiario directo de la suspensión mencionada, se inició, hace unos meses, un proceso de acercamiento estimulado por Dilma Rouseff.  Hoy, Argentina y Brasil están presionando fuertemente al gobierno de Paraguay para que se avenga a una solución respecto del ingreso irregular de Venezuela a Mercosur. Pero la cuestión, desde el punto de vista jurídico, no es de fácil solución.  Los argentinos, incluso, propusieron a Paraguay que éste asuma la presidencia pro témpore en Enero próximo, en lugar de Argentina, a quien le correspondería por ley, a cambio de que reconozca la membresía de Venezuela antes de fin de año.
No hay que olvidar que Maduro, a la sazón canciller, al momento de la defenestración de Lugo, azuzó a los militares paraguayos a desconocer tal decisión constitucional, y por esa acción de injerencia fue declarado persona non grata.
Estas asperezas, por lo visto, están siendo limadas a la fecha. Paraguay y Venezuela reanudaron relaciones diplomáticas. No obstante, habrá que esperar cuál es la opinión definitiva del parlamento, pues hay resistencias, particularmente, en el Partido Colorado.
Por otro lado, debemos recordar que Paraguay mantiene una deuda importante con nuestro país; son 300 millones de dólares por concepto de productos energéticos suministrados por PDVSA, lo cual representa alrededor del 5% de la deuda externa de aquella nación.
El canciller paraguayo se ha manifestado proclive a volver a Mercosur y así poder defender los intereses paraguayos, “no se puede seguir en un limbo jurídico”, ha dicho. De allí que su gobierno haya reenviado al parlamento el Protocolo de Adhesión de Venezuela para que sea considerada su aprobación.
A esto se suma la premura que existe de cara  a la negociación con la Unión Europea, de la cual no quiere estar fuera ese país. 
Da la impresión que la “vuelta” al embrollo mercosuriano la encontraron, como era de esperarse. Los gobiernos argentino y brasileño están muy activos para finiquitar el problema. Jorge Capitanich (Arg) y Marco Aurelio García (Bra) están encima del asunto.
Queda sólo saber si pasa la prueba del senado paraguayo.
Desde Venezuela seguimos preguntándonos si los Protocolos de Ushuaia sirven para algo.

EMILIO NOUEL V.



miércoles, 4 de diciembre de 2013

El mapa de América Latina sin Brasil

                 JUAN ARIAS

EL PAÌS
José Saramago, el fallecido Nobel de literatura portugués, me hizo notar un día que en España, cuando muestran el tiempo en la televisión, nunca lo hacen quitando a Portugal. Y me comentó: “Es que los españoles, si arrancáis del mapa a Portugal sentís complejo de castración”.
Y es cierto: la piel de toro ibérica, sin Portugal, aparece como una imagen mutilada, esquisita, en la acepción negativa del vocablo portugués.
Se discute, cada vez más si Brasil pertenece a título completo a América Latina. Los brasileños, en general, no se sienten del todo latinoamericanos sino simplemente “brasileños”, por múltiples razones históricas, no la última, la lengua que los separa de los otros pueblos del continente.
Sin embargo, Brasil, visto en el mapa, aparece como la barriga del continente. Recordando la anécdota de Saramago, he probado a imaginarme la figura de Latinoamérica, sin Brasil. Hagan una prueba con papel y lápiz. Todo queda desfigurado. Ese cuerpo robusto, compacto, macizo, lleno, que forma el continente, se convierte enseguida en una imagen irreconocible, como una serpiente en pie o un cuerpo al que le han vaciado del tronco y de la barriga.

La Unión Europea es, por ejemplo, en la época moderna, la más fuerte experiencia de un continente unido al que se le han borrado hasta las fronteras con una moneda única, un gobierno y un parlamento propios y hasta un Banco Central.Se puede discutir hasta el infinito sobre si existe la brasilinidad, sobre si hay dos Américas: la hispana y la portuguesa. Y es innegable que dentro de un mismo continente, cada rincón mantiene su idiosincrasia, sus características antropológicas e históricas.

Y nadie podrá decir que la diversidad, no sólo de lenguas, sino de identidades culturales e históricas no sean menos más disparatadas que las de Brasil y México, por ejemplo. ¿Qué
tienen en común Suecia con Grecia, o Portugal con Reino Unido o con Holanda?
Y sin embargo, Europa, que ya fue el centro del mundo, del arte y de la cultura, es vista siempre como una identidad en sí. Se viaja a Europa, se vaya a Polonia o a Bélgica.
El sueño de no pocos latinoamericanos ha sido siempre el de llegar a ser de alguna forma, con sus profundas diversidades individuales, la Europa del Nuevo Mundo, es decir una unidad diferente en sus partes, pero formando una sola realidad.

Hoy, en Europa vuelven a latir, sin embargo, tentaciones de vuelta a su antiguo desgarro. Nacen los movimientos contra la Unión Europea por parte de los que un día, como los seguidores de Moisés en el desierto, sienten la nostalgia de las ollas hirviendo de carne y cebollas del tiempo de la esclavitud.El fruto mayor de estos últimos setenta últimos años en Europa ha sido el ser un continente que, por primera vez en muchos siglos, se ha visto libre de las guerras que fueron, en el pasado, su amargo pan cotidiano.

Y Europa puede rasgarse de nuevo con el fantasma de fondo del retorno de las guerras. Fue faro de civilización, pero también campo de guerras sin fin. Ahora unido por la paz, sus pueblos vuelven a agitarse en una tentación diabólica de volver a su dramático pasado.


Europa se ve azotada por la tentación pesimista que aqueja a los que sienten haber perdido la ilusión y hasta el liderazgo de una de las mayores civilizaciones que han existido.El peligro es que Europa, de nuevo con su túnica dividida, acabe siendo solo un museo de riquezas artísticas, un ”ya fue”, un imperio en declive, como lo fueron tantos en la historia antigua, una reliquia del pasado. Algo muerto.

Europa está de regreso de su civilización. Por ello, cansada. América Latina, al revés, está empezando un nuevo camino, quizá con las ilusiones que un día acunaron a Europa. Sobre esa experiencia de un mundo nuevo en ascensión en vez de en camino de vuelta, están estudiando justamente antropólogos y sociólogos europeos que ven en la nueva experiencia latinoamericana el germen de aquellas ilusiones que forjaron un día la Europa que hoy hace marcha atrás.
Es la ilusión- a pesar de los inmensos problemas y llagas aún abiertas y de la carga de corrupción política- contra la desilusión que acogota a tantos europeos.
Los pueblos nuevos de AL, de la que no podemos arrancar a Brasil sin sentir complejo de castración, se diferencian hoy de Europa en cuanto a la visión del futuro. La conciencia de sus ciudadanos, empezando por los brasileños, de que el futuro será mejor que el presente, es algo que diferencia fundamentalmente a ambos continentes.
Recuerdo una entrevista en Madrid, hace ya años, con el sociólogo italiano, Domenico de Masi, hoy un gran analista de la idiosincrasia brasileña, autor del famoso libro El ocio creativo.
Masi me sorprendió en aquella conversación al ponerme a Brasil como un laboratorio de análisis de las tendencias de una civilización nueva que podría estar surgiendo, ya que sus gentes, me decía, “trabajan para vivir y no viven sólo para trabajar”. Un país con rara tolerancia religiosa, con una enorme capacidad de aceptación del diferente, algo que es hoy la gran espina castradora de Europa: el miedo y el rechazo a los “otros”, considerados como nuevos enemigos.
En aquellos mismos días, el filósofo español Fernando Savater me puso, curiosamente, el mismo ejemplo de Brasil como germen de lo que podría ser un mundo nuevo “sin las guerras que asolaron a Europa” durante siglos. Me decía que esa capacidad de los brasileños de ser tan diferentes, pero sintiéndose todos orgullosos de su país y esa capacidad de recibir y mezclarse con todos los pueblos y razas (en São Paulo conviven en paz gentes de más de cien países que aportan libremente sus características propias) era el mejor antídoto contras las tentaciones de las guerras.
En Europa crecen, por ejemplo, peligrosamente, los movimientos y partidos ultras y vuelven a levantar cabeza los viejos fantasmas que habían sido domados de fascismos y nazismos. Se recela de la democracia y de las libertades tan duramente conquistadas para entregarse a la tiranía de los nuevos ídolos del capitalismo y del mercado.
En AL, al revés, se van disipando las nubes de las viejas dictaduras, existen anhelos cada vez más fuertes de abrir espacios a nuevas formas de democracia y participación ciudadana, a nuevos organismos que puedan ser, aunque aún confusamente, el embrión de un futuro continente sin fronteras y con una sola moneda. Y quizás hasta con dos lenguas hermanas dialogando amigablemente entre sí.
Y la historia nos enseña que son justamente las guerras de religión y de pensamiento, la tentación de querer marcar lo que nos separa más que lo que nos une, lo que hizo sufrir a Europa con sus hogueras de la Inquisición.
Aquí, en esta nueva Europa de las Américas, está amaneciendo algo nuevo que lleva, al revés, el cuño de la esperanza y del gusto por la vida y su disfrute, en un entorno natural aún con el sabor de la naturaleza no violada.
Lo dicen los que llevan analizando el fenómeno de estos pueblos nuevos que, pese a llevar todavía a cuestas las cicatrices de viejas esclavitudes y de dolorosas experiencias autoritarias colonizadoras, están apostando por un nuevo Renacimiento, quizá distinto del que forjó a la vieja Europa, pero también- y tantos apuestan por ello- más pegado a los valores humanos de convivencia, solidaridad, acogida del otro y ganas de vivir mejor, más cerca de la naturaleza que de las máquinas.
Y en este nuevo renacimiento del Nuevo Mundo o de la nueva Europa americana, Brasil no solo no puede ser arrancado del mapa del continente, que quedaría muy feo sin él, sino tampoco de la nueva experiencia que está germinando y que explicaría esa fascinación actual de los europeos hasta por la vida pobre de las favelas brasileñas, ricas en humanidad y creatividad y que apuntan, con todas sus contradicciones, valores de una nueva civilización en gestación.
Todo ello es más profundo en su realidad verdadera que lo que puede aparecer en la superficie de la banalidad de la simple política cotidiana.
El 98% de los europeos que visitan AL, y en concreto Brasil , confiesan que les gustaría volver. Sobre todo, por la calidez y la alegría de sus gentes. ¿Es poco en un mundo cada vez más huérfano de acogida del diferente?

sábado, 30 de noviembre de 2013

Europa, en serio

            Jorge M. Reverte
El País
Europa es una tierra de libertades individuales, de control democrático de los Gobiernos y que garantiza el Estado de bienestar a sus ciudadanos. Ese es el resumen que hace el profesor José Álvarez Junco del mito europeo en una entrevista en el espléndido Pueblo y nación(Taurus, 2013) hecho en homenaje a su trayectoria. La diferencia con EE UU es que al otro lado del Atlántico el tercer aspecto no ha formado parte del discurso político, salvo en momentos, como ahora, en los que Barack Obama intenta componer un sistema sanitario generalizado.
Ambos ejemplos comparten otra cosa: su mito fundacional no es sino una creación voluntaria, política, de gentes ilustradas que no se han aferrado a historias ancestrales que justifiquen su existencia. Pero lo cierto es que ya funcionan como mito: Europa es, para casi todos los europeos, un continente en el que la democracia, la libertad y los servicios básicos parecen haber formado siempre parte de su esencia. Eso sucede, aunque cualquier estudiante de secundaria puede saber que nuestra historia está sembrada de intolerancia, de guerras, de matanzas. Pero decidimos creérnoslo. Una patria con esas características merece un esfuerzo.
El relato que toda buena nación precisa para sustentarse necesita, como suele abundar Santos Juliá, además del mito, de unas leyendas: las historias de los héroes que la han puesto en pie, que la han defendido. En la historia de las naciones esas leyendas han sido siempre falsas. Si no, no serían leyendas, claro. Pero tanto en el caso de EE UU como en el europeo, los héroes legendarios tienen un currículo comprobable, y normalmente muy pedestre. El acuerdo sobre el acero o sobre la mantequilla son hazañas con carácter fundacional en nuestro caso, por ejemplo. Eso no tiene un contenido de apariencia épica. Mejor así. La épica conduce con frecuencia a la bronca sangrienta.
Ahora viene un tiempo nuevo para los héroes pedestres. Las elecciones europeas del próximo año, que se adivinan cruciales ante un posible cambio de modelo que afectaría a los tres pilares del mito. Tentaciones autoritarias, xenofobia creciente, fundamentalismos financieros, insolidaridad entre países de primera y de segunda, desprecio de la igualdad... En Europa se van a cocinar las más suculentas partes de un nuevo concepto. Y eso parece que no conmueve lo suficiente a los ciudadanos ni a los políticos.
Quien mejor lo ha expresado ha sido el vicesecretario general de organización del PP, Carlos Floriano, que arengó hace un par de semanas a sus huestes diciendo que había que preparar las europeas porque eran la antesala de las elecciones locales. Pero en los cuarteles generales de otras formaciones se manejan las listas de posibles candidatos con nombres que aspiran a un retiro de la política nacional en lugar de otros que pudieran discutir con solvencia y con idiomas sobre las grandes cuestiones que acabarán por marcar nuestro futuro como europeos, es decir, como ciudadanos libres, con derechos democráticos y amparados por el Estado en lo imprescindible.
Todo eso nos va en el envite. Grandes mitos y políticos pedestres. Eso hace falta.

lunes, 18 de noviembre de 2013

MILICOS PREÑADOS





Comprendemos perfectamente las angustias de gran parte del país sobre las calamidades presentes y el sombrío futuro que se dibuja en el horizonte, de seguir el gobierno profundizando el desquiciamiento del entramado político-económico-social de la nación, sin veamos una señal de racionalidad en él.


No es para menos. La situación general alarma. Una tropa incompetente y depravada ha venido, por más de una década, demoliendo las instituciones y la base productiva con un empeño digno de mejor causa.

Cualquiera, con razón, se impacienta ante tal cuadro de espanto, que podría empeorar si quienes estamos obligados política y moralmente para impulsar los cambios nos entregamos o echamos a morir.

Impotencia y desespero nos pueden inclinar a creer en salidas políticas “expréss”, en soluciones mágicas que arranquen de cuajo lo que consideramos raíz causal de los males que padecemos.

Pero las cosas no son así de sencillas. Problemas complejos tienen soluciones fáciles pero casi siempre equivocadas. Sobre todo en circunstancias como las que vive Venezuela, en las que hay un gobierno que goza del apoyo de una importante porción de la población, que ronda más o menos el 40 % del electorado, lo cual, en un análisis político serio, no puede ser desdeñado alegremente. Además, está al frente de un Estado con enormes recursos financieros, una institución armada mediatizada y/o ideologizada, apoyos internacionales importantes y la vista gorda de unos cuantos mandatarios.

Cualquier agenda o acción política de las fuerzas democráticas debe pasearse por esa realidad, nos guste o no, pues ella nos muestra la dimensión del problema.

Para ello hay que disponer de una enorme voluntad para tener la cabeza bien puesta y fría, aun cuando haya fundadas razones para encolerizarse y rebelarse.

Para recuperar la democracia se precisa de una estrategia política bien diseñada y ejecutada, asumida, no desde la impaciencia y el ofuscamiento irracional, sino a partir de una valoración sosegada y realista.

En los días que corren, leemos en los medios y redes sociales opiniones que anuncian abiertamente posibles pronunciamientos de milicos que estarían descontentos con el gobierno de Maduro, y no dejan de ser risibles tales “secretos a voces”.

Este país sería el primero en el que los golpes de Estado se anuncian públicamente en diarios de circulación nacional con varios meses de anticipación. “Para antes del 8D, tumbarán a Maduro” se oía en corrillos hace unas semanas. Ahora los “bien informados” rectifican: “Será para después de las elecciones”. “En Enero es la cosa”, dicen otros. “Que van a suspender las elecciones del 8D”, se oye mas allá.

La última fábula es que unos militares venezolanos se habrían sacudido el yugo cubano, y que un general habría ido a La Habana a hacérselo saber  a los Castro. (¿?)  A partir de esta participación, Maduro tendría los días contados para su defenestración (solicitud de renuncia u otra modalidad). ¡Bullshit!

Asombra que estas historias fraguadas por mentes delirantes alcancen difusión y creencia en gente de nivel profesional e intelectual por encima de la media.

Soy de los convencidos que si algo de eso se estuviera planificando, el último en enterarse sería el 99 % de los venezolanos el mismo del día del evento. Y me temo que una aventura golpista de ésas no duraría ni 3 días.

Ciertamente, en el país del rumor, la rebatiña y la maledicencia, todo es posible.

La oposición política venezolana, con todo y sus defectos, ha sabido configurar una estrategia y un centro de dirección que curiosamente son ampliamente encomiados en el exterior, pero torpedeados de forma suicida por la antipolítica y el aventurerismo político en casa. Lo alcanzado por la MUD en Venezuela, a pesar de su gran trascendencia, pareciera no ser comprendido por algunos exasperados y delirantes, que también los tenemos en la oposición.

La recuperación de la democracia en nuestro país es faena larga. No hubiéramos querido que fuera así. Pero eso es lo que nos ha tocado. Los atajos que algunos quieren tomar pudieran ser peores y no resolverían el problema.

El que siga creyendo en “milicos preñados”, que se baje de esa nube y vuelva a la realidad. Un golpe militar de vida muy efímera, si es que se llegara a producir, no sería la solución al gobierno militar que estamos sufriendo. No lo aceptarían los venezolanos, tampoco lo avalarían en el exterior. Sólo un gobierno civil, producto de la una salida democrática, constitucional, electoral y pacífica, puede enrumbar a Venezuela.

En cualquier caso, sin una dirección política clara, como ha demostrado ser la MUD, tanto los que andan detrás de atajos militaristas como los que piden salidas locas a la calle sin objetivo alguno, si bien movidos por buenas intenciones, parecieran no ver la inutilidad de tales iniciativas, al margen de una estrategia y acciones concertadas por los actores políticos organizados, los partidos. Sin éstos, acciones aisladas, anónimas y espontáneas son ineficaces y no tendrán consecuencias políticas prácticas.


EMILIO NOUEL V.

@ENouelV



miércoles, 13 de noviembre de 2013

The Kennedy Temptation
Photo of Ian Buruma
IAN BURUMA
NEW YORK – Fifty years ago this month, President John F. Kennedy was assassinated in Dallas, Texas. Many Americans believe that this tragic event marked the loss of national innocence. This is nonsense, of course. The history of the United States, like that of all countries, is soaked in blood.
But, seen from today’s perspective, Kennedy’s presidency seems like a high point of American prestige. Less than five months before his violent death, Kennedy roused a huge gathering of Germans in the center of Berlin, the frontier of the Cold War, to almost hysterical enthusiasm with his famous words, Ich bin ein Berliner.
For many millions of people, Kennedy’s America stood for freedom and hope. Like the country he represented, Kennedy and his wife, Jacqueline, looked so young, glamorous, rich, and full of benevolent energy. The US was a place to look up to, a model, a force for good in a world full of evil.
This image would soon be battered badly by the murders of Kennedy, his brother Bobby, and Martin Luther King, Jr., and by the war in Vietnam that Kennedy had initiated. If Kennedy had completed his presidency, his legacy almost certainly would not have lived up to the expectations that he inspired.
For a brief moment, when Americans voted for their first black president, another young and hopeful figure, it looked as if the US had regained some of the prestige that it enjoyed in the early 1960’s. Like Kennedy, Barack Obama delivered a speech in Berlin – to an adoring crowd of at least 200,000 people, even before he was elected.
That early promise was never fulfilled. In fact, US prestige has suffered much since 2008. America’s national politics is so poisoned by provincial partisanship – especially among Republicans, who have hated Obama from the beginning – that democracy itself looks damaged. Economic inequality is deeper than ever. And highways, bridges, hospitals, and schools are falling apart. Compared to major airports in China, those around New York City now look primitive.
In foreign policy, the US is seen as either a swaggering bully or a dithering coward. America’s closest allies, such as German Chancellor Angela Merkel, are furious about being spied upon. Others, notably in Israel and Saudi Arabia, are disgusted by what they see as American weakness. Even Russian President Vladimir Putin, the autocratic leader of a crumbling second-rate power, manages to put on a good show compared to America’s tarnished president.
It is easy to blame Obama, or the reckless Republicans, for this sorry state of affairs. But that would miss the most important point about America’s role in the world: The same idealism that made Kennedy so popular is also driving the decline in America’s international prestige.
Some of Kennedy’s most ardent admirers still like to believe that he would have prevented the escalation of the Vietnam War had he lived longer. But there is no evidence for that at all. Kennedy was a hardened Cold Warrior. And his anti-Communism was couched in terms of American idealism. As he said in his inaugural speech: “[W]e shall pay any price, bear any burden, meet any hardship, support any friend, oppose any foe, to assure the survival and the success of liberty.”
Enthusiasm for America’s self-proclaimed mission to fight for freedom around the world was dented, not least in the US itself, by the bloody catastrophe of Vietnam. An estimated two million Vietnamese died in a war that did not free them.
It took another, far more limited disaster to revive lofty rhetoric about the liberating effects of US military power. The reasons why President George W. Bush chose to go to war in Afghanistan and Iraq were no doubt complex. But the language used by those wars’ neo-conservative promoters came straight from the Kennedy era: the spread of democracy, the cause of liberty, and the universal authority of “American values.”
One reason why Americans elected Obama in 2008 was that the rhetoric of US idealism had once again led to the death and displacement of millions. Now when US politicians talk about “freedom,” people see bombing campaigns, torture chambers, and the constant threat of lethal drones.
The problem with Obama’s America is rooted in the contradictory nature of his leadership. Obama has distanced himself from the US mission to liberate the world by force. He has ended the war in Iraq and soon will end the war in Afghanistan. And he has resisted the temptation to wage war in Iran or Syria. To those who look to the US to fix all of the world’s ills, Obama looks weak and indecisive.
At the same time, however, he has failed to close the grotesque US prison at Guantánamo Bay. Those who leak news of domestic and foreign surveillance are arrested, and the use of lethal drones has increased. Even as open warfare is reduced, stealth warfare intensifies and spreads. And America’s image sinks further every day.
But the main problem is not Obama; it is the hubris of Americans’ belief in their “exceptional” role in the world – a belief that has been abused too many times to promote unnecessary wars. Not only has Americans’ idealism led them to expect too much of themselves, but the rest of the world has often expected too much of America. And such expectations can only end in disappointment.

martes, 12 de noviembre de 2013

EL SAQUEO ES SU DIVISA

Desde 1998, la rapiña de los dineros públicos ha sido la conducta de los que desgobiernan a Venezuela. Siguen el ejemplo de otras épocas, pero ahora lo han llevado a extremos inauditos.
El saqueo al tesoro nacional venezolano de estos tiempos no tiene precedentes en términos cuantitativos. Las cifras son escalofriantes, de vértigo, para quienes apenas nos asomamos a ellas. El chavismo-madurismo batió todos los récords, llevándonos a la inédita crítica situación de hoy.
No se ha tratado sólo de un enorme despilfarro y de un manejo administrativo desastroso, que por sí solos nos sobrecogen.
Son también las fortunas colosales, tan súbitas como ilícitas, nacidas al amparo del tráfico de influencias y el peculado.
Porque lo de los “boliburgueses” y “bolichicos” no es cuento, es una realidad incontrastable. No hay ningún invento o exageración en ello.  Los negocios superan las decenas de millones de dólares o euros, suman cientos y millardos. Un saqueo puro y duro que clama al cielo.  
Y en el vecindario suramericano este desmadre no es exclusivo del chavismo-madurismo. Las denuncias que están aflorando en un gobierno compinche del venezolano en negociados turbios, el de Argentina, son también pasmosas. El kirchnerismo no se quedó atrás en lo del pillaje de los dineros públicos, y son también miles de millones de dólares malhabidos los que danzan en aquellas tierras.
¿Cómo asombrarse entonces al ver el asalto a tiendas de electrodomésticos en nuestro país, si ése ha sido el ejemplo que se ha dado desde las altas esferas gubernamentales durante 15 años?
El saqueo económico-financiero ha sido la conducta persistente del gobierno chavista-madurista.  Desde la negociación de bonos de deuda pública, pasando por los contratos de obras y compras, hasta el otorgamiento de dólares preferenciales, todo ha sido una expoliación larga y pareja del erario público.
Las mafias “cadivistas” que han controlado los dólares han medrado cómodamente bajo el ala de los funcionarios chavistas que crearon y administraron Cadivi. Y no olvidemos que quien ideó este engendro económico perverso y corruptor fue Chávez y sus ministros.
No fue la oposición democrática, ni Fedecámaras, Conindustria o Fedenaga, los que pusieron en práctica los controles de precios ni de cambio o devaluaron el bolívar.
El mecanismo distorsionador de Cadivi es cosecha original de un gobierno que desconoce las mínimas reglas de la economía. Que cree que con leyes disparatadas y acciones policiales represivas, al estilo mugabiano, va a reducir la inflación y la escasez de productos de primera necesidad.
A esa ideología demencial se suma su desespero por lo electoral. Piensa que persiguiendo a los comerciantes para que bajen los precios artificialmente, revertirá la derrota que se perfila para el 8D. Juega así con el cuento de la especulación, la cual no tendría lugar si tuviéramos una economía sana, tarea ésta que corresponde realizar a todo gobernante serio y responsable. Pero muy diferente es la que ejecuta un gobierno que ha demolido sistemáticamente el aparato productivo venezolano.
Manipula el desconocimiento popular sobre el tema económico, echando mano del recurso de siempre, el del chivo expiatorio: los empresarios como culpables de la inflación y la escasez, supuestos causantes de las penurias, a quienes se debe perseguir y encarcelar por ser “enemigos del pueblo” y “traidores de la patria”.
De allí al saqueo espontáneo y/o premeditado de comercios, no hay más que un paso. Estimulados desde el gobierno, por un lado, la barbarie de unos, y por otro, el aprovechamiento golillero de otros, todos también buscan su tajada del botín. Si los llamados “enchufados”, milicos y civiles, saquean miles de millones dólares ¿por qué no yo? se pregunta el hombre de a pie.
El espectáculo de saqueo bochornoso de estos días ha dado la vuelta al mundo, y no hemos dejado de sentir una fuerte desazón y vergüenza como venezolanos. Es la animalidad incitada por unos gobernantes lamentables, cuyo aferramiento al poder y sus prebendas los lleva  a cometer cualquier disparate.
Pero no olvidemos que el saqueo grande es el que han perpetrado milicos y civiles que han gobernado durante estos últimos años.
El saqueo es su divisa.

EMILIO NOUEL V.