4 AÑOS MÁS PARA OBAMA
Hace 4 años escribí que la elección de Barack Obama
constituía una nueva revolución americana que tocaba las profundidades del alma
de esa Nación. Que EEUU exhibía su extraordinaria vitalidad y también su
excepcionalidad. Era insólito que un mulato, hijo de inmigrante, llegara a la
Casa Blanca con los votos de la mayoría de los estadounidenses.
Hoy EEUU confirma que sigue siendo la democracia más sólida y
vigorosa del planeta, con una gran capacidad para el cambio, todo en el marco
de los valores fundamentales que fijaron sus fundadores.
En aquel entonces la emoción que lo llevó a la Casa Blanca
fue enorme, dentro y fuera de ese país.
En esta oportunidad no la ha sido tanto. Si bien el desgaste
natural del ejercicio gubernamental produce estragos, con más razón cuando
pensamos en lo que le ha tocado a Obama como consecuencia de la crisis
económica y financiera interna e internacional. De distintos ángulos, se ha
cuestionado el manejo de esta crisis por su gobierno, pero, visto lo visto,
pudo superar la prueba.
Obama reitera su posición mayoritaria en el electorado de su
país en competencia cerrada. No fue apabullado Romney. Ciertos sectores claves
hicieron la diferencia, y pareciera que fueron los latinos, a quienes, en
general, no les agradó la propuesta del republicano en materia inmigratoria, la
autodeportación.
El país está dividido en dos partes cercanas en tamaño. Y el
descontento seguirá allí, una nueva oportunidad para Obama de no defraudar.
La composición del congreso favorece a los republicanos. Si
los partidos colocan los intereses de la Nación por encima, podrían adelantarse
iniciativas bipartidistas que traigan beneficios colectivos sin distingos de
sectores. Pero no luce fácil ese panorama. La negociación en este nuevo mandato
promete ser ardua.
En lo externo, durante sus primeros 4 años, Obama reafirmó su
talante abierto al diálogo y la concertación, de cara a temas cruciales que
aquejan al mundo. No se ha inmiscuido más allá de lo “necesario” en ciertos
temas, lo cual le ha granjeado críticas. En esto ha sido un alumno muy aplicado
de la tradición jeffersoniana que enseña que la política exterior de EEUU
no debería involucrarse mucho en el mundo, que debería preocuparse más en
preservar la democracia a lo interno, y que prefiere que el
poder norteamericano se mantenga dentro de los límites que los ciudadanos
escojan para ellos mismos y no confinarse en los que los otros le elijan.
Así, de alguna manera se sustrajo a problemas políticos y
económicos de nuestro hemisferio, lo cual no ha dejado de ser cuestionado por
algunos que señalan que esta conducta displicente ha permitido los avances de
la China en nuestro patio. Y ciertamente, a remolque fue llevado Obama a firmar
los TLCs con Panamá, Perú y Colombia. Y ha dejado ejercer la hegemonía a Brasil
en Suramérica. Sin duda, es otra la visión de los asuntos internacionales
que tiene el reelecto presidente, si lo comparamos con los anteriores.
En relación con Latinoamérica (LA), ya lo he dicho, no debe
esperarse un viraje sustantivo en lo que ha sido la dinámica de los años
recientes. Basta leer la plataforma programática del partido demócrata para
percatarse de la poca importancia que se concede a nuestra región en los
asuntos prioritarios. Mientras vemos allí un desarrollo amplio de lineamientos
y políticas hacia otras regiones, a LA se le dedican muy pocas líneas, que no
van más allá del saludo a la bandera que significa decir que se reforzarán los
lazos de amistad y se incrementará la cooperación en los temas del combate al
narcotráfico y el terrorismo.
Quizás el hecho de que en el hemisferio no haya mayores
problemas de seguridad que amenacen a EEUU, como en otras épocas; que en
materia comercial estén instituidas unas reglas aceptadas y en ejecución a lo
largo y ancho del continente, o que hay países que se han echado a andar por
cuenta propia, todo ello conduzca a ese país a no preocuparse de manera
particular de lo que ocurra en la región y a dar por descontado una relación
establecida, normal; de allí su desinterés o indiferencia relativa en lo
retórico.
Sean cuales sean las razones del comportamiento de EEUU hacia
LA, a mi juicio, es la hora de abandonar el discurso de reproches hacia ese
país porque no tenga políticas de ayudas o porque no nos confiera mayor
atención. Es tiempo que asumamos los retos del mundo en que vivimos contando
con nuestras propias fuerzas e iniciativas, lo que no implica desdeñar la aproximación
cooperativa exterior.
Obviamente, con el país más poderoso del globo, vecino
hemisférico y socio, nuestras relaciones deben ser las más cordiales y
fructíferas que se pueda tener. De EEUU tenemos mucho que aprender. Nuestros
lazos históricos y el compartir los mismos valores universales nos imponen la
convergencia y el entendimiento. Una mayor integración comercial y mejores mecanismos de
cooperación (científicos, tecnológicos, culturales, de seguridad colectiva,
etc) son necesarios de cara a los problemas que enfrenta el mundo. Esperamos de
EEUU y del nuevo gobierno consecuencia con los principios, el respeto mutuo y
la preservación de la paz. Lo que es decir bastante.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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