DERECHOS
HUMANOS Y
DESPRESTIGIO DE VENEZUELA
Emilio Nouel V
En estos días, hemos visto en Venezuela a un gobernante ya en
retirada, pero que pretende aún, con sus acciones, seguir su práctica demoledora
de las instituciones, de la economía y
del poco prestigio internacional que aún queda.
Aparte del tema de la nueva Ley laboral, cocinada por un
camarilla en las catacumbas del gobierno, a espaldas de todos los venezolanos,
el presidente de la República ha “sugerido” a sus subalternos, concretamente, a
quienes serán los miembros del Consejo de Estado, órgano éste de naturaleza
consultiva según la Constitución vigente, que estudie la salida de Venezuela de
la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH).
No sabemos si a la que quiso referirse Chávez es a aquella, o si, más bien, tenía en la mente a la Corte Interamericana, dos instancias que, como se sabe, son distintas aunque estrechamente vinculadas por los tratados sobre la materia.
No sabemos si a la que quiso referirse Chávez es a aquella, o si, más bien, tenía en la mente a la Corte Interamericana, dos instancias que, como se sabe, son distintas aunque estrechamente vinculadas por los tratados sobre la materia.
En cualquier caso, contra ambas el gobierno revolucionario
bolivariano ha arremetido un sin número de veces, acusándolas de ser brazos
ejecutores de las órdenes del imperialismo yanqui.
Son conocidos los dictámenes de la Comisión desfavorables a
Venezuela, como también las medidas cautelares y sentencias condenatorias de la
Corte.
Estas conductas apegadas a derecho, a mi juicio, les han
granjeado la animadversión del gobierno de Caracas, el cual las considera casi
que enemigos jurados, a pesar de que se han seguido los procedimientos y se ha
respetado los derechos de las partes y las normativas en cada caso.
La amenaza que profiere ahora Chávez, por tanto, es secuela lógica de sus embestidas anteriores. Pero lo que la Corte representa para él lo resumen esta palabras: "!Hasta cuándo nosotros vamos a estar con esa espada de Damocles¡"
Su visión acerca de las organizaciones internacionales ha
sido siempre clara. Ellas han sido, para los que gobiernan nuestro país, una incómoda
barrera que choca con su noción anacrónica de soberanía absoluta. El Tribunal
Supremo de Justicia, en su atraso conceptual y sumisión al poder ejecutivo, ha acompañado
a éste en tal conducta impropia.
Para todo gobierno despótico, cualquier compromiso
internacional que reduzca su margen de maniobra para cometer arbitrariedades a
su gusto, constituye un estorbo que debe ser puesto de lado.
Y esto lo ratificó Chávez el 30 de abril en su breve
discurso, cuando, desgañitado, decía que no se aceptarían imposiciones de estos
entes internacionales, como si los tratados suscritos no nos obligaran a actuar
con arreglo a esos compromisos mientras estén vigentes.
La Comisión de DDHH forma parte de la estructura de la OEA.
Por tanto sería improcedente renunciar a ella, a menos que nos salgamos de éste
órgano hemisférico, lo cual, no dudo, es un íntimo deseo del gobierno actual
venezolano; de allí su apoyo entusiasta a organizaciones como la CELAC, que él
cree sea la némesis de la OEA.
La Corte, sin embargo, es un ente autónomo creado mediante
tratado aparte.
La Convención Americana de los DDHH de 1969 dispone que los
órganos competentes, a sus efectos, son la Comisión y la Corte Interamericanas.
La primera representa a todos los miembros que integran la
OEA. Y aquí este vínculo establecido por la Convención es fundamental. Su
función principal es promover la observancia y la defensa de los derechos
humanos en los pueblos de América.
A la Corte corresponderá decidir sobre todos los casos de
violaciones de los derechos humanos que sean sometidos a su consideración por
los estados partes y la Comisión; y podrá tomar medidas provisionales o
cautelares de urgencia, cuando sea necesario y de acuerdo con la naturaleza del
caso.
La Convención o tratado que regula toda esta materia, que
forma parte del sistema interamericano de protección de los DDHH, establece que
un país podrá dejar de pertenecer a este mecanismo mediante denuncia.
Tendrá efecto tal denuncia a partir de 1 año de la
correspondiente notificación. Por tanto, todos los compromisos de los Estados
partes se mantendrán hasta que se cumpla
tal plazo.
Para cualquier venezolano, esta amenaza cuya concreción aún
está por verse, es una expresión más del
talante y ejecutorias autoritarios, así
como del desprecio hacia los derechos humanos de los que gobiernan.
Además de la inconsistencia con los principios de la
Constitución Nacional en vigor, con este disparate respecto del sistema
hemisférico de los DDHH, el presidente perjudica aún más la imagen de nuestro
país en el mundo.
Porque no sólo se acosa y expropia a la inversión nacional y
extranjera, o se cuestiona la legitimidad de la institucionalidad internacional.
No solo se menosprecia el principio de la seguridad jurídica para propios y
extraños.
Ahora se proyecta la imagen hacia el mundo, de que se quiere,
de un plumazo, suprimir las garantías de los derechos humanos, representadas
por las instituciones referidas, último recurso judicial que en la hora aciaga
que vivimos nos resta a los venezolanos.
No sé cuál evaluación harán al respecto los demás países de
nuestra región. No sé si vean esta declaración como una bravata más de Chávez.
No sé si será el realismo pérfido del que hablaba Octavio Paz, el que de nuevo se imponga. Pero hay evidencias de que algunos parecieran no ver lo que está más claro que el agua.
No sé si será el realismo pérfido del que hablaba Octavio Paz, el que de nuevo se imponga. Pero hay evidencias de que algunos parecieran no ver lo que está más claro que el agua.
Recientemente, en una Cumbre Judicial Iberoamericana sobre “Modernización
confianza pública en la justicia, nuevas tecnologías y transparencia”, que tuvo
lugar en Argentina, se aprobó una propuesta de la delegación venezolana, presidida
por la inefable Luisa Estela Morales, para que Venezuela sea la sede de un
instituto de estudios jurídicos.
¿En qué estaban pensando los delegados de esa reunión cuando
le dan tal voto de confianza a una institucionalidad que en la actualidad está
más desprestigiada que nunca? ¿desconocen estos señores que en Venezuela no
existe autonomía del poder judicial y que el TSJ se ha prestado a los mayores desaguisados
jurídicos, incluso violando los derechos humanos? ¿Que los compromisos internacionales como los asumidos en el sistema
interamericano no se cumplen en nuestro país?
Tengo dudas acerca de si el gobierno concrete en definitiva
la denuncia de la Convención de marras.
De lo que no tengo la menor duda es que estamos frente a unos
gobernantes autoritarios e inescrupulosos que son capaces de todo. Para quienes
la garantía y protección de los derechos humanos no tienen valor alguno.
Mientras tanto, estemos o no en la Convención interamericana,
un hecho incontrastable es que para el gobierno, ha sido letra casi muerta.
¿Tendrá razón el joven Jaua en eso de que a los venezolanos
no nos sirve de nada la Corte Interamericana?
Ciertamente, en el gobierno arbitrario de su
jefe, no.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
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