CRISIS EUROPEA Y VENEZUELA
Emilio Nouel V.
“Nos
asola una ola de desconcierto. La sensación de que Europa viaja
hacia
la irrelevancia, de que la prosperidad se ha mudado a Asia, pues les
hemos
cedido la iniciativa fabril y pronto, la creativa.”
Luis
Ventoso
En el mundo interconectado y/o interpenetrado que vivimos, lo
que sucede en un país en los ámbitos político, económico o social, tiene repercusiones inmediatas o diferidas
en los otros, independientemente de lo alejados o cercanos que estén.
Desde la caída del muro de Berlín, la crisis financiera
asiática de los noventa hasta el derrumbe de las Torres gemelas de New York,
todo trajo consecuencias para el planeta en su conjunto.
Ésta es una realidad incontrastable que hoy nadie, en su sano
juicio, puede negar.
Basta ver cómo los mercados de valores son sensibles a las
elecciones. Lo vimos, por ejemplo, en una caída de apertura en los mercados
europeos y asiáticos al día siguiente de los comicios en Francia y Grecia esta semana.
Por tanto, la crisis azarosa que está experimentando gran
parte de Europa no la podemos ignorar desde este lado del “charco” si queremos comprender a cabalidad lo que allí sucede y la
medida de lo que puede afectarnos.
Hemos visto cómo se han derrumbado gobiernos de distinto bando
ideológico como secuela de ella.
España, Portugal, Islandia, Italia y recientemente Grecia y
Francia, son ejemplos notorios de esta situación. Por supuesto, no todos ellos
tienen el mismo peso y significación en la región y fuera de ella.
Obviamente, cada caso tiene sus especificidades y causas
internas. Pero todos estos eventos están enmarcados en un mismo entorno global
que los condiciona en mayor o menor medida.
En relación con esta crisis, estamos presenciando un debate
intenso acerca de lo económico-financiero-fiscal, que ha dividido las opiniones
respecto de las opciones de políticas a seguir.
La importancia de esta discusión es tal, que en ella se han
involucrado, además, destacadas figuras internacionales, incluso, premios Nobel
de economía, como Paul Krugman o Joseph Stiglitz.
Como se sabe, están enfrentados los que propugnan programas
estrictos de austeridad y los que resaltan la idea, más bien, de políticas que
impulsen el crecimiento de la economía inyectando recursos. En ambas posiciones,
hay “extremistas”.
Se ha acusado a la canciller alemana, Angela Merkel, de
tratar de imponer políticas fiscales muy rígidas. En este predicamento la habrían acompañado,
los presidentes Sarkozy, derrotado en las elecciones de esta semana, y el de España,
Rajoy.
No la tienen fácil los mandatarios europeos a la hora de
escoger cuál es la mejor política. La situación española con un paro que ronda
el 23% pone los pelos de punta. Lo de Grecia no se queda atrás en gravedad.
Frente al resultado de la elección presidencial en Francia no
se puede permanecer indiferente. Este país es pilar fundamental de la
construcción europea, es la quinta economía del planeta y tiene un puesto en el
Consejo de Seguridad. Con Alemania y el Reino Unido, garantiza la
estabilidad de Europa.
El nuevo gobierno que asumirá la semana entrante no ha
reducido aún la inquietud que el debate electoral generó. Todos estarán
pendientes de las orientaciones económicas que en definitiva establezca
Hollande. En el Reino Unido hay preocupación por los planteamientos que en
campaña hizo el socialista. Con el muy apretado triunfo de éste, la
renegociación del llamado pacto fiscal
europeo está sobre el tapete, aunque luce muy cuesta arriba un retroceso en
esta materia. Los equilibrios en esa región, quizás, se modifiquen. Con este triunfo, la socialdemocracia se recupera. No obstante, habrá que esperar aún los resultados de las elecciones parlamentarias de junio que reflejarán cómo está dividida la política francesa.
Por lo que respecta a la política griega, hay muchos
interrogantes, habida cuenta del ascenso electoral de fuerzas distintas a las
tradicionalmente mayoritarias, el PASOK y Nueva Democracia. Al momento de escribir estas líneas, el encargado de formar gobierno ha renunciado por no poder lograrlo, y se le ha confiado a la izquierda radical hacerlo. La incertidumbre es enorme.
Esta crisis, igualmente, tiene dimensiones distintas a las
meramente económicas. El auge de movimientos políticos ultranacionalistas,
xenofóbicos o racistas constituye un aspecto preocupante en el panorama
general.
El discurso antieuropeísta, el restablecimiento de fronteras
que habían alcanzado una sustantiva permeabilidad, el resurgimiento del proteccionismo
económico y de políticas populistas, en lugar de resolver los problemas
actuales, podrían agravarlos. Pareciera que se impondrán políticas consensuadas
que se acerquen a un punto medio entre las posturas enfrentadas. Sería lo más
saludable, toda vez que la alternativa sería el precipicio.
Para
los ciudadanos de nuestro hemisferio americano, los avances políticos, económicos y sociales de una Europa
unida, han constituido una experiencia muy rica a emular en muchos aspectos.
El papel que ha jugado la Unión Europea en los equilibrios
mundiales también es un hecho que nos interesa sobremanera.
A todos nos concierne la recuperación de
aquella región, a pesar de la ola de pesimismo que hoy se manifiesta allí. La
historia, la cultura y los valores nos reúnen. Aproximarnos más a Europa es acercarnos
a una de nuestras raíces fundamentales.
La diplomacia del actual gobierno de
Venezuela ha descuidado en general las relaciones diplomáticas y comerciales con
importantes países europeos que han sido nuestros interlocutores tradicionales
y socios, para volcarse hacia otras
regiones o países con las que no compartimos principios, tradiciones, valores y
lazos económicos.
La
próxima administración gubernamental venezolana deberá, sin duda, reanudar con
vigor los vínculos que nos ligan a Europa.
EMILIO
NOUEL V.
@ENouelV
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