Las relaciones entre el norte y el sur del continente americano, constituyen una verdadera singularidad histórica. Pese a la intimidad que comparten, al constituir cada uno la frontera del otro - y no sólo eso, sino que es la única frontera que poseen, toda vez que América es esa inmensa isla en medio de los dos océanos -, sin embargo, no existe zona geográfica fronteriza que se ignore tan profundamente como el norte y el sur de América.
La visión de las elites intelectuales y políticas, - a la cual se debe agregar la compleja visión colonial e instrumental de la izquierda norte-americana -, es la condescendencia que profesan los adultos ante la inmadurez de los adolescentes; de lo que por cierto, no les falta razón. Sin embargo, se debe reconocer que Estados Unidos es el país que posee los más numerosos departamentos de estudios latino-americanos, diseminados en casi todas sus universidades, y es el país en donde la investigación relativa a la América ibérica es la más seria desde el punto de vista académico, pese al desvío ideologizante de algunos centros copados por izquierdistas que confunden trabajo académico con proselitismo político.
En América Latina no existen centros de estudios norteamericanos lo que significa un vacío intelectual grave, pues el desconocimiento de la historia institucional y fundacional de la democracia norteamericana es como poseer la mitad del alfabeto. Para la izquierda latino-americana integrada en su gran mayoría por la clase media universitaria, la historia de la revolución está relacionada con la revolución francesa, la rusa, la china o la cubana. La historia de la revolución norteamericana, anterior a la francesa, es algo que no aflora el pensamiento de las elites letradas del continente.
Mucho ganaría América Latina emprendiendo esa experiencia intelectual, pues ya es hora de establecer relaciones adultas y de igualdad con su único vecino.
Es cierto que existen razones que justifican el resquemor del Sur hacia Washington. La doctrina de Monroe expresa con creces la anomalía de esa relación, hasta ahora fallida, en la medida en que las relaciones entre ambas Américas se ha realizado bajo el signo de la hegemonía de Estados Unidos sobre la América ibérica.
Son infinitos los errores de la política de Estados Unidos hacia el sub-continente. Uno de los más grave, como bien lo expresara Octavio Paz, es el haber contribuido a frenar el desarrollo de la democracia apoyando golpes de Estado y regimenes militares, y gobiernos dictatoriales, manteniéndose indiferentes ante sus secuelas de muertos, torturados y desaparecidos. So pretexto de la guerra fría, Estados Unidos violaba así los principios democráticos sobre los cuales se erigió la gran democracia que fundó y rige su propia nación. Lo que ha traído como consecuencia que cualquier iniciativa o declaración de Washington en relación a la situación del subcontinente, correcta o no, será considerada como una agresión, cuando en realidad se trata, la mas de las veces, de declaraciones, o de decisiones torpes, consecuencia de la ignorancia que mencionamos, por lo que sería aconsejable que ese abstuviera de hacerlas.
Pero lo más grave, es que el apoyo a las dictaduras, restó prestigio y respeto hacia la democracia, dejándole la vía libre a la vocación expansionista del comunismo totalitario soviético que al haber encontrado en el castrismo un cómplice activo, ha generado metástasis, que hoy vemos en el poder en Venezuela, Nicaragua, Bolivia, el Ecuador, y por supuesto, en Cuba, cuya única justificación es su “lucha contra el imperio”. El embargo a Cuba le ha otorgado al castrismo la legitimidad que le da a un país su Constitución.
Mientras tanto los candidatos a la presidencia de Estados Unidos persisten en la torpeza y en demostrar su ignorancia hacia su único vecino del sur.
La señora Palin, fiel a su radicalidad partidaria, demuestra su talante castigador e intervencionista en relación a Cuba y a Venezuela. En lugar de proferir amenazas, dándole agua al molino de las corrientes anti-democráticas hoy en ascenso. Pero dada la corriente política que ella representa, su postura no tiene mayores consecuencias.
La más grave es la postura de Barak Obama hacia el gobierno de Álvaro Uribe y el argumento con que sustenta la decisión de los miembros del Partido Demócrata al oponerse en el Senado a la entrada de Colombia en el ALCA. Según el senador Obama, bajo el gobierno de Uribe se asesinan sindicalistas, cuando, en Colombia – el país verdaderamente afectado – se percibe, se sabe, se vive en lo cotidiano, que desde el gobierno de Uribe ha bajado radicalmente la criminalidad, y en particular la criminalidad política.
Comprendo que un candidato a la presidencia de Estaos Unidos no disponga de tiempo de ocuparse personalmente de averiguar lo que está sucediendo realmente en Colombia, pero es de suma gravedad que un candidato que pueda llegar a la primera magistratura de un país, cuyas relaciones son tan determinante para América Latina, sus consejeros en esa materia sean ignorantes a ese extremo, o lo que sería más grave, sean simpatizantes de las corrientes anti-democráticas que hoy intentan imponerse en todo el continente, representadas por los gobiernos de Venezuela, Nicaragua, Cuba , el Ecuador, Colombia, Bolivia, todos simpatizantes de las FARC. Ha dado vueltas al mundo la fotografía de la vocera de las FARC, Piedad Córdoba, acompañada de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, lo que, a los ojos de los colombianos y del mundo, significa, sin la menor duda, un apoyo político evidente del Partido Demócrata hacia lo que la senadora colombiana representa.
Debilitar la democracia colombiana, dique de contención entre la expansión de la política militarista autocrática de Hugo Chávez hacia el resto de los países andinos, significa ver de nuevo a Estados Unidos, apoyar a gobiernos totalitarios y al establecimiento de un eje geográfico anti-democrático.
¿Será esa la política que implementará Obama si es elegido presidente de Estados Unidos?
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