EL SOCIALISMO DEL SIGLO
XXI, ODEBRECHT Y EL NUEVO REVENTÓN DE CLOACAS
Cierran con broche de oro el año la asociación transnacional
para delinquir conocida como Corruptos
sin fronteras y el socialismo del siglo XXI.
En esta ocasión son las investigaciones sobre los negociados
ilícitos de la empresa brasileña Odebrecht y el inicio del proceso penal contra
la señora Kirchner, los que hacen estallar la cloaca.
Ya era vox populi que aquella poderosa firma mercantil obtenía
enormes contratos bajo el ala de altos funcionarios del gobierno brasileño,
mediando, por supuesto, ingentes sobornos dentro y fuera del país.
Lo eran también las repugnantes denuncias contra la mafia
kirchnerista, cuyas andanzas han quedado al descubierto con abundante
documentación, incluso fílmica.
Y la diplomacia bolivariana no podía quedar por fuera de esta
deriva podrida.
En tanto que actor principal de una danza de miles de
millones de dólares provenientes de contrataciones públicas transfronterizas logrados
por métodos nada sanos, Odebrecht gozaba de los favores y la protección de
políticos de diversas ideologías, que en los últimos años se ubicaban,
principalmente, en el campo del izquierdismo suramericano, verbigracia, el
lulapetismo, el chavismo y el kircherismo, cuyos gobiernos cabalgaron sobre la
última ola de altos precios de los commodities.
Sólo en Brasil se había iniciado la investigación de esta
enorme corrupción, aunque se conocía las conexiones con gobiernos de otros
países.
Cómo una corriente política que se vanagloria de luchar por
los más pobres y necesitados, que se llena la boca de una retórica contra las oligarquías
y se rasga las vestiduras enarbolando un discurso anticorrupción, pudo contagiarse
hasta los tuétanos de la mayor porquería nunca vista en materia de negociados
ilegales con las administraciones gubernamentales de la región.
Es la pregunta que se hacen los ingenuos que creyeron en la
supuesta sinceridad y honestidad de estos revolucionarios, que históricamente no
se han comportado en la práctica de otra manera.
Una vez más dan muestras de su tartufismo en funciones
administrativas públicas.
De “Asociación destinada
a cometer delitos” habla el juez de la causa contra Cristina Kirchner. En
cristiano: delincuencia organizada, banda creada para robar al fisco nacional.
En Venezuela, la corrupción militar-cívica ha alcanzado en
los últimos lustros cotas inauditas. En términos cuantitativos, se pierde de
vista si la comparamos con la kirchnerista.
Lo que diferencia la situación venezolana de las demás es una
grosera impunidad. El control de los tribunales por parte de la tiranía que
impera en nuestro país impide que se persiga y sancione la delincuencia que se
ha enseñoreado a lo largo y ancho del aparato del Estado.
El latrocinio, como siempre, a quien perjudica mayormente es
al pobre. Es dinero que se sustrae de las obras y servicios públicos que los
más desprovistos de recursos de la sociedad requieren.
Sin leyes adecuadas ni jueces independientes, en ausencia de
transparencia en la administración gubernamental, y sin una voluntad política
para combatir la corrupción administrativa dentro y fuera de los ámbitos
nacionales, la delincuencia política transfronteriza, como parece ser el caso de
nuestra región latinoamericana, perdurará y causará enormes daños a nuestras
naciones.
Sin embargo, y a pesar de todo, este fin de año concluye con
buenas noticias. Brasil y Argentina, sus jueces y fiscales, están asestando duros golpes a un flagelo
social destructor, que hoy tiene nombre y apellido: el populismo izquierdista
del socialismo siglo XXI.
EMILIO NOUEL V.