Los venezolanos no podemos permanecer indiferentes a los vaivenes del mercado petrolero. En él, lamentablemente, nos jugamos la vida económica, ahora que somos aún más dependientes de los ingresos de la venta de ese producto. De modo que todo lo que se publica al respecto aguijonea nuestra atención y nos mantiene en vilo.
Para
algunos, el precio del petróleo es como un termómetro de la salud de la
economía mundial. Lo que está aconteciendo en este sector, sin dudas,
tiene efectos geopolíticos y de seguridad a todo lo ancho del planeta.
Bill
Emmott, ex editor jefe en The Economist, en días recientes publicó un sugestivo
artículo (“Oil dictators dominos”, en
Project Syndicate) en el que se pregunta cuáles gobiernos colapsarían este año
y qué tipo de consecuencias tendría ello, por efecto de la caída del petróleo.
El efecto
dominó de los dictadores de países petroleros, para Emmot, es una posibilidad
real. Tal crisis, afirma, hará bien a unos y mal a otros.
Según él,
la caída del 70% del precio del barril de petróleo representa una transferencia
colosal de 3 billones de dólares de ingresos de los productores a los
consumidores de petróleo. Una bagatela, pues.
Sin duda,
los países endeudados y los importadores de petróleo serán los principales
beneficiados con esta situación, y sin embargo, no todo será positivo.
Las
víctimas potenciales, según Emmot, serán numerosas. Venezuela, obviamente,
entre ellas. No ahorró en la época de las vacas gordas para poder amortiguar el
impacto que al final siempre llega, y ahora debe enfrentar una circunstancia dramática.
Y
la pregunta que surge es si podrá enfrentar el enorme descontento popular que
tal enorme irresponsabilidad en la gestión gubernamental ha generado y
desencadenará.
En
Venezuela las conjeturas que Emmot se hace respecto de los países productores
de petróleo, en general, pueden hacerse realidad en breve.
Él
augura, con cierto dejo de ironía, tiempos “interesantes”
para los
dictadores que se aferran al poder en esos países. Y ciertamente, a los
venezolanos nos esperan también momentos “interesantes”
este año que se inicia.
El
petróleo nuestro, producto del que nos “alimentamos”, anda cercano a su costo
de producción. Incluso, estamos produciendo menos. Las alarmas se encienden. Se
lee por ahí que estamos presenciando una agonía del petróleo. El gobierno anda
en romería por el mundo, desesperado, buscando infructuosamente que lo
acompañen otros en su cruzada de subir artificialmente los precios. No han
renunciado a esa fantasía que les insufló Chávez.
La crisis
general que vivimos los venezolanos desde hace unos años, se acentúa, y el
gobierno sigue renuente y de manera suicida, a tomar medidas que impidan el
derrumbe económico y el caos social. Prácticamente, acabaron con todo: la
industria, el comercio, el turismo, la construcción, la agricultura, los alimentos, los supermercados, las farmacias,
la electricidad, el agua, la salud, las líneas aéreas, las escuelas y
universidades, la seguridad pública, las vacaciones, la cultura, el entretenimiento, y paremos
de contar.
Con ese
cuadro catastrófico, es muy probable que Venezuela sea uno de esos dominós que
ve caer Emmot. Será una desgracia que no solo se llevaría por delante un
gobierno autoritario, inepto y corrupto, sino también a todos los que en este
país lo sufrimos.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
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