Me dicen los que vieron por TV a Maduro en días pasados, que
prácticamente admitió la derrota de su gobierno el 6D. Que se le notaba
resignado y entregado, el lenguaje corporal y las expresiones proferidas no mentían.
“Las elecciones serán las más difíciles para
el chavismo”, dijo. Aunque las
lenguas de doble filo proclaman que él, en el fondo, comienza a sentir un fresquito: Diosdado, a partir de Enero,
no estará más en la Presidencia de la Asamblea Nacional.
Lo que es cierto es que a medida que nos acercamos a la fecha
en cuestión, son más los que de su bando variopinto y dividido traslucen el
convencimiento de ese resultado fatal para la revolución.
Basta ver o leer, aquí y allá, declaraciones y artículos de
opinadores o de “intelectuales orgánicos”,
como diría Gramsci, en los que el denominador común no es cómo evitar el
descalabro, sino como impedir que la oposición democrática alcance la mayoría calificada, dando por descontado que la absoluta está casi garantizada al día de hoy. Ya ni les importa decir a la gente que coman piedras o disfruten de las humillantes colas.
El desfile de lamentaciones, reproches y despechos va de Alí
Rodríguez, pasa por José Vicente Rangel y Diosdado Cabello, y llega hasta
Javier Biardeau.
Sin embargo, lo peor es otra cosa. Es el deslave que se está
produciendo en el pueblo que votó durante estos años por el chavismo. Según las
encuestas y focus group, aquel es
notorio y en algunos casos, sorprendente. En municipios en los que hacían caída
y mesa limpia, la población se está volteando en un proceso acelerado de
desafección y retiro de apoyo político, a la par que se fortalece la opción
opositora.
Y no es para menos. Descalabran a la industria, el comercio y el agro.
Arruinan a exportadores e importadores. Transportistas, taxistas y autobuseros
penando por falta de repuestos y altísimos precios. Clínicas y farmacias
acosadas y sin medicinas. Destruyen a las empresas estatales, espantan la
inversión extranjera. La moneda venezolana es una insignificancia, la administración
pública un parapeto ineficaz y pestilente.
¿Y el ciudadano? Acogotado por una inflación que se
incrementa a diario, recorta su dieta alimentaria, el dinero apenas alcanza
para medio comer y cubrir los gastos mínimos, sin mencionar los que ni siquiera eso. Además, encerrado en casa para que no lo maté el hampa que impera impune, sin luz eléctrica ni agua.
Las encuestas ya anuncian la derrota del gobierno, unas con más
y otras con menos contundencia, pero derrota al fin. De allí que ella se vea
dibujada claramente en los rostros adustos de la casta gubernamental en sus
presentaciones públicas.
Coinciden algunos en decir que a dos meses del 6D ese
sentimiento de rechazo al gobierno difícilmente se pueda revertir, y pareciera
que tienen razón.
La oposición democrática está haciendo todo lo posible por
capitalizar y consolidar ese impulso creciente de la ciudadanía de pasar
factura a un gobierno desastroso y arbitrario.
Pero no hay que olvidar que éste aun cuenta con grandes
recursos que pondrá en práctica para aminorar el revés. Buscarán disuadir a la
población infundiendo miedo, amenazando y creando desorden con sus bandas paramilitares.
Para ellos, de acuerdo a información que se ha colado, ya no se trata de ganar
sino de evitar una mayoría calificada para la oposición.
Javier Biardeau, en el marco de una velada crítica de fondo que
hacía a la conducción política-económica de su partido, decía en una entrevista
reciente: “Es menos costosa
una derrota, rectificando, que una derrota sin rectificar”. Allí queda
resumida la preocupación que lacera a algunos chavistas hoy ante la ruina
económica generado por Chávez, profundizada por Maduro, y que los conduce al
derrumbe de un proyecto político-económico tiránico e inviable, por disparatado.
“Nadie que compile encuestas en
los últimos 12 meses, te puede decir que el chavismo tiene asegurada la
victoria en las parlamentarias del 6-D”, agrega Biardeau.
Por supuesto, él no va admitir que tienen perdida la elección
y que quien casi la tiene asegurada es la MUD.
De todo este cuadro nos
queda en limpio que el 6D será un momento político estelar para los venezolanos.
A partir de esa fecha van a comenzar a enderezarse las cargas, para bien. Nos
espera todavía vivir situaciones difíciles en todo sentido, pero bajo circunstancias
político-institucionales más auspiciosas para las fuerzas del cambio
democrático. Por delante queda mucho por hacer en el corto y en el mediano
plazo. Hay que seguir entusiasmando al venezolano con la idea de que es posible
vivir bien, con bienestar, libertad y paz.
Al acecho estarán siempre los desadaptados y destructores del
país, la barbarie en acción. Los perdedores de siempre no cejarán
en sus propósitos perversos, pero un pueblo reencontrado y unido en torno
a aquella idea podrá impedir que sigan
hundiendo al país. Hay fuertes razones para ser optimistas.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
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