Los del gobierno venezolano continúan creyendo en la fantasía de un
aumento del precio del barril de petróleo.
El “Destructor eterno”, en unos de sus tantos desvaríos, les
metió el cuento de que iba a llegar a 200 dólares y más, lo que iba a
permitirles mantener el loco y corrompido festín en que hundieron al país.
Se aferran a esa quimera porque es la única tabla de
salvación que en su menguado cerebro les queda para no soltar el poder y seguir
medrando de él.
Alegría de tísico.
Desesperadamente tratan de convencer a los miembros de la
OPEP de que incrementen los precios, y hacen una propuesta disparatada que no
se corresponden con las realidades del mercado, ni los deseos de aquellos.
Pretenden trasladar al ámbito internacional una visión
demencial que ha producido en la economía nacional el derrumbe que vivimos. Como
si el “precio justo” arbitrario que han impuesto en Venezuela a productores,
distribuidores y comerciantes lo pudieran aplicar en el mercado energético
mundial, pero al revés, es decir, el “precio justo” del ofertante. Una lógica,
pues, bien extraña, más bien, esquizofrénica.
Hay que estar adoleciendo de una chifladura grave para creer
que van a convencer a la OPEP de ese despropósito, habida cuenta de lo que está
en juego para esos países. Nadie los acompaña. Hasta los iraníes le voltean la
cara.
No sería extraño que hayan contratado a algún santero de la
economía al estilo del español Monedero, para que -miles de dólares mediante- les
diseñe la genial propuesta que hacen a los jeques que cortan el bacalao en el
petróleo.
Quienes sí saben del asunto no hacen sino burlarse de la
iniciativa.
En cualquier caso, hacer el ridículo es ya proverbial en los
que desgobiernan a este país. Sus declaraciones sobre este tema, como en
cualquier otro, son lamentables, reflejan una ignorancia desmedida. Son el
hazmerreir de los funcionarios de otros países y de organismos internacionales.
¡Cómo nos compadecen!
Porque no hay sector económico en el que no metan la pata, literalmente
hablando.
En el fondo de todo, son los resultados adversos que se
dibujan en el horizonte electoral, los que los han puesto aun más erráticos.
La desesperación por obtener dinero a como dé lugar, los hace
cometer aun más traspiés, acostumbrados a derrochar a manos llenas sin nociones
de gerencia y administración responsables.
El barril de petróleo a 100 dólares se fue para no volver,
quién sabe por cuánto tiempo.
Mientras tanto, el gobierno sigue pidiendo milagros a los
babalaos que tiene como gestores de la economía.
Emilio Nouel V.
@ENouelV