Desde hace unos cuantos años, cada vez que comentaba con mis alumnos el fallido Tratado de Libre Comercio hemisférico conocido por sus siglas ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas), siempre les decía que el día en que EEUU y Brasil dejaran atrás sus desencuentros y se pusieran de acuerdo, aquel reviviría y con mayores bríos, por supuesto, a partir de otras condiciones.
Por
lo que estamos viendo en estos días, mi “profecía” parece que no estaba mal
encaminada.
El
encuentro Obama-Roussef es una evidencia clara de que las cargas comienzan a enderezarse, sobre todo, porque se juntan dos necesidades de
naturaleza diversa.
Desde
que Lula, Kirchner, Chávez y otros decidieron torpedear las negociaciones que
conducirían al establecimiento del ALCA, los países más responsables, ni cortos
ni perezosos, firmaron su “alquita” por separado con el “Imperio”.
Chile,
Perú, Colombia, CentroAmérica y otros, suscribieron TLCs con EEUU, evitando así
que más tarde el “ticket de entrada” al mercado norteamericano no les
fuera a salir más caro.
Pues
bien, el distanciamiento entre brasileños y norteamericanos comienza a llegar a
su fin.
El
estancamiento y división en Mercosur, la ralentización de los BRICS y la
complicada situación político-económica (contracción económica, moneda
devaluada) a lo interno de Brasil, empuja a este último a buscar salidas que lo
coloquen mejor en las corrientes comerciales que se van imponiendo en el
planeta. Lo ha declarado la Rousseff: “Brasil
debe integrarse, especialmente, en regiones con mayor dinamismo".
Hacia
el Pacífico se inclina EEUU con una iniciativa poderosa, el Acuerdo
Transpacífico, a lo que se suma, el del Atlántico, en negociación también con
Europa. Colombia, Chile, México, Perú, Costa Rica y otros andan en la
misma onda.
Las alianzas económico-comerciales regionales no pueden
desligarse de las que están en marcha en el planeta entero. Dinámicas propias,
autónomas, regionales, no tienen cabida, son impensables.
Ante
esta tendencia, Brasil no puede quedar al margen, de allí que entenderse con
EEUU y abrirse a aquellas dinámicas sea una prioridad en la actualidad, no sólo
por su vocación de liderazgo en Suramérica y más allá, sino también por sus
necesidades materiales.
Una
cosa, a mi juicio, ya se muestra clara. Mercosur, proyecto muy caro para
Brasil, tal y como está ahora, con rebrotes de
proteccionismo, cerrado ante aquellos desarrollos en curso, está condenado a la decadencia definitiva. Hará
falta un viraje sustantivo para que salga del letargo. En su cerrazón
ideológica, los gobiernos de Argentina y Venezuela no lo permiten, se han
vuelto un lastre para sus socios. Uruguay y Paraguay desean la apertura hacia
otros caminos.
El
ALCA no estaba enterrado, como algunos creyeron. Vuelve por sus fueros. Fue un
error paralizar sus negociaciones, las cuales iban bien enrumbadas. El boom 2003-2013 de las materias primas latinoamericanas llegó a su fin, y según los especialistas, muchos asuntos que debimos asumir con determinación y vigor, no los enfrentamos. No hemos hecho los deberes como debería ser, en materia de reformas en productividad, competitividad, aumento de valor agregado, capital humano, innovación y entorno institucional.
El fallido ALCA apuntaba a tratar en términos de bloque hemisférico esas materias.
No es tarde aun para retomar ese sendero. Obviamente, otras son las circunstancias y las exigencias.
Quizás Brasil, por su tamaño y significación geopolítica, pueda convertirse en factor clave de retorno a una visión más pragmática de estos asuntos económico-comerciales en América.
El
viaje a EEUU es un síntoma auspicioso.
Resulta
lastimoso que Venezuela se haya convertido en estos asuntos, en un cero a la
izquierda, en la irrelevancia.
Emilio
Nouel V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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