Emilio Nouel V.
La supranacionalidad económico-financiera se impuso en Europa.
Que no quepa duda alguna, el que quiera pertenecer a este club selecto deberá
someterse a sus exigencias, a su disciplina, si no, que lie sus bártulos y a
otro perro con ese hueso.
Si necesitas que tus socios te socorran en los momentos peliagudos,
tendrás que aceptar negociar sus condiciones. No podrás pretender que te
auxilien financieramente de manera indefinida si no te comprometes a
administrar de forma correcta los fondos otorgados y a hacer lo que toque para
repagarlo.
Cuando reiteradamente no has tenido una conducta económica
idónea y engañaste a tus socios mostrando cifras amañadas, como Grecia, esperar
que se tenga confianza en ti implicará un mayor esfuerzo para garantizar que
aquel proceder no volverá a tener lugar.
El éxito de la Unión Europea (UE) en sus 64 años de
existencia ha consistido en eso. Respeto de las reglas comunes establecidas y
ajuste a un régimen que va en beneficio de todos sus miembros.
No es sólo una comunidad económica, es también de Derecho y
se levanta sobre un conjunto de principios, que de no respetarse, el edificio
construido laboriosamente durante décadas, se podría venir abajo. La
solidaridad no significa olvidar la responsabilidad en el manejo de los asuntos
económicos. Ambos principios son allí importantes.
Cuando se crearon las instituciones que la gobiernan les
fueron conferidas competencias por encima de los Estados. La redistribución de
atribuciones entre éstos y los órganos comunitarios que traía consigo una
cesión progresiva de soberanía en las distintas materias, ha sido la clave del exitoso
funcionamiento del bloque y del logro de la paz.
Allí se inventó el concepto de soberanía por allá en los
siglos XV y XVI, pero también se ha dado paso a otra noción: la
supranacionalidad. Desconocer las ventajas de ésta para los europeos es no
calibrar adecuadamente lo beneficiosa que ha sido para los ciudadanos.
El recorrido del concepto en acción no ha dejado de tener sus
accidentes y oposiciones, y aún hoy vemos grupos políticos anacrónicos y
ultranacionalistas que lo contestan. Podemos
en España, Syriza en Grecia, el Frente Nacional en Francia o el UKIP en el Reino Unido son grupos que no
comprenden la interdependencia global y la necesidad de la cooperación y la
integración para enfrentar los problemas de todos.
La supranacionalidad se ha instaurado sobre la base de la
vieja idea de construir una federación europea, son Los Estados Unidos de Europa
de Victor Hugo. Pero también ella ha tenido una importancia práctica,
concretada mediante la coordinación de políticas y la uniformidad de las
legislaciones, instrumentos imprescindibles para avanzar hacia la unión
económica y monetaria, y quizás algún día la política.
El complejo caso griego debe ser abordado desde este cuadro
institucional.
Los que gobiernan Grecia no creen en la supranacionalidad, se
oponen a ella, llaman antidemocrática la burocracia comunitaria que vela por
los intereses del conjunto integrado. Sin embargo, han pretendido que sus
socios europeos los rescaten, los financien, que los saquen del hoyo en
que se metieron ellos mismos, sin
condiciones y bajo términos muy laxos. No les gusta la supranacionalidad pero
esperan de ella todo.
Luego de arduas negociaciones al borde del precipicio se
alcanzó un acuerdo más riguroso que el
que hace unas semanas pudo haberse firmado.
Después de un referéndum en nada democrático, tramposo, cuyo
objetivo era el de presionar a los socios para que accedieran a las peticiones
del gobierno griego y de los coqueteos con Putin, la Europa comunitaria
endureció su postura y no cedió al chantaje de Tsipras y su partido.
El gobierno griego debió someterse. Privatizaciones,
racionalización de las pensiones, incremento de tributos, sin quita de deuda.
Un duro pero necesario paquete de ajuste, que quizás no hubiera sido tan rígido,
si desde el principio, Tsipras, más responsablemente frente al drama de un
pueblo agobiado, juega un juego realista, no cegado por la ideología y sus
intereses políticos.
La UE es una construcción perfectible, no es una utopía, y
sus logros concretos lo demuestran, no está a la vuelta de la esquina un Estado
federal deseable. La crisis financiera que arrancó en 2008, generada fuera de
ella, es en gran parte la causa de sus problemas y de la consecuente
desafección hacia ella.
Lamentablemente, pareciera que los jóvenes de hoy no conocieran
los sacrificios que hicieron sus mayores para llegar a la sociedad del
bienestar de que gozan. Siento que no la valoran lo suficiente, de allí que
sean presa fácil de los discursos nacional-populistas de los radicales de todo
pelaje, como Syriza o Podemos, que no han comprendido la trascendencia de los
frutos alcanzados.
@ENouelV
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