VENEZUELA: GOBIERNO DE UNA CAMARILLA MILITAR ENTRE BASTIDORES
En días recientes el Tribunal Supremo de Justicia sentenció que los militares tienen derecho a participar en
manifestaciones políticas partidistas, lo cual no comportaría un menoscabo a su
profesionalidad y sería “un acto
progresivo de consolidación de la unión cívico-militar”. Esta violación flagrante a la Carta
Magna (artículos 328 y 330) podría interpretarse como una concesión adicional
al sector militar, que vendría a convalidar una conducta reiterada en los años
que corren y a reafirmar la convicción de que hay un poder castrense determinante detrás del trono.
Con unos tribunales de rodillas frente al poder, difícilmente
se podría lograr una decisión diferente a la mencionada.
Hugo Chávez, antes de arribar al poder, formó parte de una
logia militar de inspiración militarista, de ideología política confusa, una
mezcla de nacionalismo exacerbado, antiimperialismo e intervencionismo estatal
en lo económico. Como se sabe, esta
orientación primigenia difusa fue mudando hacia una posición ideológica, al
menos en lo discursivo, de izquierda, socialista, radical, incluso, marxista.
La naturaleza militarista del gobierno de Chávez comenzó a
evidenciarse, sobre todo, a partir de los sucesos políticos de los años 2001 y
2002. Sin embargo, el componente civil se mantuvo predominante hasta su
fallecimiento. Chávez solía decir que en torno a la revolución bolivariana se
había conformado una “unión cívico-militar”, pero el peso del componente
militar siempre fue notorio.
Chávez fue una suerte de árbitro entre grupos políticos
civiles diversos y contrastantes, desde la extrema derecha a la extrema izquierda, entre sectores militares tradicionales y emergentes.
Como dice Diego Bautista Urbaneja, era “un gran croupier que repartía el juego”, y ciertamente, él era el jefe
que los amalgamaba, la autoridad no contestada. Al desaparecer Chávez
físicamente, afloran las facciones que convivían en un conjunto muy
heterogéneo. Así, la de origen militar cobra mayor relevancia y poder
institucional, reservando para sí, determinantes palancas del aparato estatal,
lo cual ha generado los enfrentamientos recientes con grupos civiles que se ven
desplazados. El chavismo estuvo siempre dividido y sigue dividido.
Los Ministerios con competencia en Relaciones Interiores, Finanzas, Economía, Banca Pública, Transporte, Defensa, Alimentos y Energía Eléctrica
están siendo gestionados por militares activos o retirados que participaron en los golpes de Estado de 1992. Son
gobernadores en 10 Estados (de un total de 23), presiden la Asamblea Nacional.
En los distintos ministerios y empresas estatales, los militares tienen a su
cargo importantes funciones. La más grande empresa de producción de acero
(SIDOR) la preside un general activo y están en muchas otras. Incluso, se han creado empresas, desde el
Estado, cuyo propósito es el de insertar a los militares en sectores económicos.
Se ha creado un banco (BANFANB), un Fondo de Inversión (Misión Negro Primero),
una empresa agrícola (AGROFANB), otra de construcciones y explotación de
canteras (CARCOFANB y CONSTRUFANB), una de transportes (EMILTRA), la Empresa
del Sistema de Comunicaciones de la Fuerza Armada Nacional, y una televisora
(TVFANB).
En un reportaje de Diciembre de 2013, se informaba que desde 1999, 1.114 oficiales militares activos
o retirados, de distintos rangos han ocupado cargos gubernamentales en todos
los niveles de la administración pública nacional, provincial y municipal. Y
esta realidad se ha ido expandiendo.
La creación por parte de Nicolás Maduro del “Comando Político
Militar” con participación del Alto Mando Militar, la conformación del “Estado
Mayor Cívico-Militar Fronterizo” y de las llamadas “Regiones Estratégicas de
Defensa Integral (REDI), que tienen competencias y atribuciones tan generales
como inquietantes, y que en la práctica se han venido colocando por encima de
los gobernadores electos democráticamente, son evidencias concluyentes de que
en el aparato estatal venezolano, el poder institucional está crecientemente en
manos de militares o es mediatizado por
éstos.
Algunos analistas afirman que los militares se han erigido en
un partido político en Venezuela. Los que comparten la idea de que el
pretorianismo ha estado larvado siempre en nuestro país, señalan que en la
actualidad ha cobrado mayor preeminencia, y que sólo quedaría determinar a qué
grado ha llegado, o si aun puede hablarse de la existencia de un poder tutelar
militar sobre lo civil, si es meramente arbitral o si ya se asoma como un
pretorianismo gobernante.
De todo lo señalado, queda en claro que la influencia de los
sectores militares en la marcha de los asuntos políticos se ha incrementado, y
que la estabilidad y permanencia de Nicolás Maduro depende, en no poca medida, del
sector castrense para mantenerse en el poder; de allí que haya tenido que concederle
parcelas institucionales decisivas, al no disponer de un liderazgo
incuestionable ni civil ni militar, a diferencia del que tuvo Chávez.
Este cuadro político-institucional deja a las claras que en
Venezuela se está imponiendo paulatinamente un gobierno tras bastidores,
representado por una casta militar que asume no sólo funciones cruciales de
gobierno sino también responsabilidades en algunos sectores de la economía
nacional, incluso más allá de las empresas que se han constituido desde el
poder público.
EMILIO NOUEL V.
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