GOBIERNO SÉPTICO
Emilio Nouel V.
A la luz de los últimos desaguisados gubernamentales
denunciados en Venezuela, quizás le venga muy bien el apelativo de séptico a la
administración actual. Y nunca mejor dicho. Séptico es algo que produce
putrefacción o es causado por ella, o que contiene gérmenes patógenos. Y no es
otra cosa lo que estamos presenciando en el país con el tema del agua y algunos
asuntos de interés de la colectividad.
En efecto, las denuncias documentadas y repetidas (no son
recientes como ha querido hacer ver engañosamente el gobierno) sobre el estado
del agua que consumimos los venezolanos de los estados centrales del país, no
pueden ser más alarmantes.
Lo que se lee sobre el asunto a cualquiera pone los pelos de punta. De ser cierto, estamos ante una situación de extrema gravedad. A pesar de las previsiones que desde hace años hemos tomado los ciudadanos de a pie al respecto, pareciera que éstas no serán suficientes si lo afirmado en las denuncias tiene asidero real.
Se trata de la salud de millones de venezolanos que se encontrarían en riesgo cierto de contraer infecciones o cualquier tipo de enfermedad por causa de las ya proverbiales desidia e incompetencia del gobierno. A la de Carabobo se suman las denuncias de contaminación del Lago de Maracaibo y del embalse de La Mariposa, repleto este último en casi toda su extensión de bora, que sólo se reproduce gracias al detritus que allí va a caer.
Por otro lado, las informaciones que han salido sobre el estado penoso, casi catastrófico, de lo que fueron las empresas estatales de Guayana, ya raya en el crimen político, algo más grave aún que la gigantesca corrupción y la indolencia que allí campean.
El estado financiero y gerencial de estas unidades productivas, según las cifras que ya se conocen, es lo más parecido a una quiebra. Se han enseñoreado en ellas delincuentes de todo pelaje y hasta el movimiento sindical se asemeja mucho a las mafias de los años 20 del sigo pasado en EEUU, que todo lo arreglaban asesinando a los competidores incómodos.
Ante estas informaciones ¿cuál es la reacción de las autoridades gubernamentales?
Primero, niegan los hechos denunciados, pero sin desvirtuarlos como debe ser, es decir, mediante los resultados de una investigación imparcial que determine la veracidad de las afirmaciones formuladas; y en segundo lugar, ordenan, como en el caso del agua, silenciar a los denunciantes y medios mediante acciones “legales”, claramente inconstitucionales, de una Fiscalía arrodillada ante el poder, que no ante la supremacía de la ley y la garantía de los derechos humanos consagrada en la Constitución y los tratados internacionales.
Al igual que lo ocurrido en el estado Monagas con la contaminación del río Guarapiche, se pretende minimizar el lo que se viene señalando en Valencia desde hace varios años por organizaciones ecologistas y diputados regionales.
Ya sabemos que gracias a la actitud valiente del gobernador monaguense, afortunadamente, no se suministró agua del acueducto cuando las autoridades centrales lo exigían, alegando que no habría peligro alguno para los pobladores de Maturín. El gobierno central se negaba a reconocer que la situación no estaba controlada y los hechos posteriores lo demostraron.
Sobre el desastre de las empresas de Guayana impresiona la displicencia con que se aborda el tema por el gobierno. Como si se tratara de 4 centavos lo que allí se está dilapidando y/o dejando de producir por causa de bandoleros que han asaltado las directivas de esas industrias para ponerlas al servicio de los bolsillos de unos inescrupulosos y, para remate, ignorantes.
Y encima pretenden que los venezolanos no revelemos estas aberraciones ante la opinión pública nacional e internacional. Cómo no decir a los cuatro vientos que las denuncias las están convirtiendo en delitos.
Algunos rábulas del gobierno llegan al colmo de defender ante instancias internacionales de derechos humanos, que la información sobre sus desafueros no se conozca, echando mano de sofismas, burdas mentiras y razones absurdas, que lo único que evidencian es la mediocridad y la locura ideológica que los anima.
Un gobierno séptico, sí, ése es el que tenemos hoy en este país. Todo lo pudre y lo infecta. Desde los servicios públicos, pasando por la educación, el ordenamiento jurídico y las empresas del Estado, hasta los espíritus de mucha gente sencilla y desinformada que en su gran necesidad aún guarda una pequeña esperanza en que le resolverán sus problemas.
Por fortuna, son cada vez más los decepcionados con tanta mentira, despilfarro y manipulación. Son más los que observan que podemos vivir de otra forma. Sin violencia, ni odios, ni divisiones entre hermanos.
Las mayorías empiezan a ver que es posible un gobierno de unidad nacional que nos lleve a la prosperidad compartida sin exclusiones, al reencuentro de la familia venezolana. Un gobierno moderno que ofrezca oportunidades independientemente de la extracción social y de cómo pensemos. Un gobierno de los mejores, de gente decente, que genere inversiones, que dé educación y salud y proteja la propiedad privada, multiplique los empleos productivos y nos provea de seguridad en nuestras vidas.
Ya estamos más cerca de salir de los que han fracasado en la conducción del Estado, de los que todo lo que tocan lo destruyen.
Un futuro de bienestar está a nuestro alcance. Empujemos todos y el éxito está garantizado.
EMILIO NOUEL V.
EMAIL: emilio.nouel@gmail.com
Twitter: @ENouelV
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