CELAC: MÁS BULLA QUE LA CABUYA [1]
Al fin conocimos de qué se trataba la CELAC. Aunque en la letra de los documentos firmados aparece la palabra, no estamos, definitivamente, frente a un organismo nuevo de integración, ni fueron establecidos mecanismos concretos con estos fines, a pesar de la lista de buenos propósitos y planes.
Ni siquiera tendrá personalidad jurídica. Será un foro de
concertación política y sus decisiones se tomarán por consenso, amén de que no
serán obligantes para sus miembros, rasgos éstos que garantizan su inoperancia.
En fin, estamos ante una nueva entelequia internacional inocua
e ineficaz, una suerte de presencia ectoplasmática, que se reunirá eventualmente
para temas puntuales que interesen a uno u otro gobierno, pero que no irá más
allá del discurso grandilocuente; felizmente, a mi juicio.
A despecho del palabrerío hueco que hemos oído y leído desde
hace más de dos siglos sobre fraternidad e identidad latinoamericanas
escurridizas, el parto de la montaña fue un ratón. Eso sí, escenificado con
toda la pomposidad del caso, sin ahorrar las evocaciones a las gestas proceras
del continente, todo en medio de un cuartel militar, muy apropiado, por cierto,
en tiempos de militarismo en nuestro país. (¿Recuerdan? Decía Bolívar:
Venezuela es un cuartel)
Las diferencias que ya existían antes del evento fueron
ratificadas en el encuentro caraqueño, aspecto éste que abonará en mucho a la
incapacidad futura para llegar a acuerdos. No todos ven en la “instancia”
creada lo mismo, cada quien lo interpreta desde su particular interés. Lo cual
dice bastante de lo que será su verdadera eficacia.
Para unos, la minoría utopista, ideologizada y resentida, la
CELAC representa la “segunda independencia”, un paso más en la lucha antiimperialista
y el rompimiento del opresor yugo yanqui. Éstos, los “ALBAnos”, siguen viendo
la realidad con espejo retrovisor. Para ellos, forma parte de una confrontación
con el supuesto enemigo capitalista que se opone al avance de la revolución de
los pueblos sojuzgados. Lo que buscan éstos es diferenciar, dividir, el
hemisferio, a contracorriente de un mundo que tiende a la confluencia de
grandes y pequeños en un mundo cooperativo e integrado.
En los otros -la mayoría realista- nos encontramos con
diversas motivaciones. Para unos cuantos, CELAC es un trámite ineludible del
ritual demagógico “latinoamericano y del
Caribe” de cara al público de galería; un gesto hipócritón, una
conveniencia más en nuestro mundo pragmático, una concesión a la mitología
regional. Muy lejos está, por supuesto, el enfrentamiento con un algún país
poderoso del hemisferio o del mundo.
Para otros, forma parte de sus estrategias geopolíticas y/o
económicas en la región y el planeta con miras de largo plazo, sin que ello
signifique conferirle, en el fondo, la significación real que los discursos de
ocasión le han dado.
Respecto del tema de la defensa y vigencia de los principios
democráticos, la declaración final de la reunión, comme d ‘habitude, reitera de manera genérica el apego estricto a aquellos,
como si no hubiera estado allí sentado el representante de la tiranía más
antigua del continente. Pero así son las cosas de la tolerancia y la pluralidad
ideológicas. Volteemos para otro lado, y los principios al cuerno, todo sea en
aras de la “unión” sacrosanta.
De la poca importancia que los medios internacionales han
dado al evento, antes y después, harían bien en sacar algunas conclusiones los
exaltados o preocupados con sus presuntas repercusiones y trascendencia.
Algunos por allí señalan una supuesta virtud de la creación
de este ente: con esta instancia se puede controlar a los autoritarios,
afirman. Pareciera que la experiencia hasta ahora desmiente esa
afirmación.
A la fulana CELAC no le auguramos futuro promisorio. Podrá
ser útil, quizás, para condenar una rebelión del cuartel de policía de
Cochabamba o emitir una declaración en apoyo a las Malvinas argentinas. Hasta
allí. Pasará como otra iniciativa más de
las tantas que hacemos por estas tierras en que la retórica inflamada, la
ceguera ideológica y la poca seriedad son las características que sí nos integran.
EMILIO NOUEL V.
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