viernes, 17 de mayo de 2019


VENEZUELA: HORROR REPRESOR, FRACTURA CHAVISTA  Y ESPERANZAS



A la tiranía militar-civil chavista ya no le importa aparentar, ni esconder sus tropelías. Hoy, de manera abierta, secuestra, desaparece y tortura a quienes se oponen a ella. Sabe que su proyecto político demencial está cancelado y solo le queda aferrarse al poder a toda costa.   

La ola represiva que se ha precipitado sobre Venezuela no tiene precedentes en nuestro país. Sólo es comparable con las feroces dictaduras del Cono Sur de otros tiempos. Los confusos acontecimientos del 30 de Abril y el 1º de Mayo han traído consigo una persecución salvaje de los políticos democráticos.

32 diputados son agredidos, acosados y su inmunidad es allanada por un Tribunal Supremo de rodillas ante el poder, que continua violando flagrantemente la Constitución.  Hay 857 presos políticos.  

Los relatos de los detenidos son espeluznantes y sobrecogedores. La saña de los esbirros llena de indignación a cualquiera. Los desafueros campean sin que ninguna autoridad les ponga freno.  

El debido proceso no existe. Las garantías básicas de cualquier detenido, desconocidas. Las leyes son letra muerta. Los funcionarios policiales y militares no tienen límites en sus desmanes. La tortura a los opositores del régimen es el pan de cada día. 

La obsecuencia de los jueces ante la tiranía es pasmosa; su frialdad y perversidad en las decisiones tomadas nos deja perplejos. Son la mayor deshonra de la profesión del Derecho. Las denuncias que los detenidos formulan contra los atropellos de sus captores, no las toman en cuenta, ni se dejan constancia de ellas en los expedientes. Las sentencias no se sustentan en evidencia real alguna. Es el imperio de la ilegalidad.

El gobierno apenas tiene un respaldo de 10 % de la población, según las encuestas. El venezolano pasó de comer 22 kilos de carne al año, a 2,7 kilos en este primer cuatrimestre del año. La producción de petróleo está en 500 mil barriles diarios, menos de un sexto de la cantidad a la llegada del chavismo. La refinería de Cardón dejó de refinar. La actividad económica privada continúa su derrumbe. La emergencia humanitaria se agudiza y una nueva ola migratoria toma impulso.

La Comunidad Internacional, con sus distintos matices respecto de cómo resolver la crisis venezolana, incrementa gestiones diplomáticas en la búsqueda de una solución que a ratos parece alejarse en el tiempo. Los ritmos de ella no se compadecen con las urgencias de los desesperados venezolanos. Ya hay contactos que esperamos conduzcan a una negociación creíble a la brevedad posible.

El gobierno usurpador, presa de enfrentamientos y traiciones a su interior, no tiene un centro único de poder. Sin embargo, se mantiene en pie gracias al uso de la fuerza. El episodio de Abril mostró la profunda fractura que experimenta el poder chavista, sobre todo, en sus mandos militares. Sin embargo, estas fisuras internas no dejan de ser un problema a la hora de una eventual negociación.  

No obstante, y a pesar del recurrente desaliento que aflora en la población al no ver resultados definitivos, el balance que podemos hacer es favorable para los sectores democráticos y su propósito de reestablecer las libertades. En pocos meses se han alcanzado objetivos políticos importantes, dentro y fuera del país. Hay razones palpables para la esperanza. La Unidad de las fuerzas democráticas en torno a su representación popular encabezada por Juan Guaidó es la garantía del triunfo.  










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