LA UNION EUROPEA, NOTRE
DAME Y NOSOTROS
“Más que una unión
política, es una obra de arte grandiosa,
un bastión brillante de inteligencia compartida; pero también
el hogar de un legado en peligro”
Bernard-Henri
Levy
Para los que nacimos en este continente, el legado europeo forma
parte de nuestra esencia. No solo es la sangre que corre por nuestras venas,
son muchas más cosas y fundamentales.
Jorge Luis Borges decía que los americanos somos europeos
desterrados y afirmaba, igualmente, que somos la prolongación y el reflejo del
viejo continente.
De allí que lo que en Europa ocurra, en lo político, económico o
cultural, no nos sea ajeno.
Los latinoamericanos, con nuestras especificidades, somos occidentales.
No pocos pensadores y políticos de estas tierras han querido enfrentarnos
a esa raíz principal, como si fuera extraña a nosotros, emparentándonos a otras
civilizaciones, las del mal llamado “Tercer Mundo”, con las que, en general,
pocas cosas compartimos, más allá de la de ser seres humanos con problemas
parecidos. El mexicano José de Vasconcelos llegó a plantear en el siglo pasado
que la nuestra era una suerte de raza nueva, la “raza cósmica”.
Aun cuando la profundización de la interdependencia global ha
ido reduciendo las diferencias políticas, jurídicas y culturales entre regiones
y países, siguen en pie los rasgos particulares, y es bueno que sea así.
Una de las creaciones institucionales más formidables que se
haya podido establecer en el último siglo transcurrido en el mundo es la Unión
Europea.
Sus grandes logros son incontestables. No ha sido perfecta,
obviamente. Crisis ha vivido y las ha superado. Pero ellas han servido para
mejorar y afinar sus mecanismos integradores tanto en lo crematístico, como en
lo social.
En la actualidad, la Unión Europea experimenta diversos
problemas derivados de situaciones políticas al interior de sus países miembros
y de los efectos de crisis extra-europeas (guerras, migraciones) que la impactan.
El Brexit ha sido
también motivo de preocupación para los que hemos visto siempre la experiencia
de integración del viejo continente como un ejemplo muy útil y que ha valido la
pena emular en muchos aspectos.
Guardamos aun la esperanza de que tal desatino no se llegue a
concretar, y que los británicos se reincorporen a un proceso que solo les ha
traído progreso y bienestar, independientemente de las eventuales dificultades,
siempre subsanables con el diálogo y la negociación.
En días pasados, el pensador francés Bernard-Henri Levy, con
ocasión del lamentable incendio de la catedral de Notre Dame, recordaba que
ella, más allá de lo religioso, es un símbolo que representa a la Europa de la
belleza, “es el alma de la humanidad
misma, y una parte de esa humanidad ahora lleva una cicatriz”.
Pero también decía que ese triste hecho le recordaba la
fragilidad de la historia y de la herencia europeas, “de la precariedad de lo construido”.
Para él, Europa es una suerte de Notre Dame a una escala mayor y espera que lo sucedido despierte
las conciencias adormecidas, porque el legado europeo hoy está en peligro, y no
se puede permitir a los “pirómanos” que dividan a Europa. Y está muy claro que
está aludiendo a la peste ultranacionalista que recorre esa región.
Mucha razón tenía también J. L. Borges cuando en una entrevista
en 1985 decía: “los europeos han olvidado
que
eran europeos y han creído ser solamente franceses, británicos, italianos,
alemanes, austríacos (…) Por eso hemos conocido esas dos calamidades, las dos
guerras mundiales europeas, que para mí fueron de hecho dos guerras civiles, de
lo que no se daban cuenta los combatientes porque cada uno razonaba en función
de su patria”.
Que el que tenga oídos que oiga.
Los ciudadanos de nuestro hemisferio americano, occidentales
esenciales, de honda raíz europea, tampoco estamos exentos de sucumbir ante líderes
de ideologías demenciales, “pirómanos” de la política. De allí que estemos
obligados a defender y consolidar los valores universales que hemos heredado de
esa Europa, hoy en riesgo de resquebrajarse.
EMILIO NOUEL V.
1 comentario:
Buenas! Mi nombre es Leonardo Recine y soy estudiante de comunicación social en la universidad Católica Andrés Bello. Le escribo para pedirle su colaboración en la realización de mi tesis sobre el Foro de Sao Paulo. Me gustaría contar con su apoyo eal contestarme algunas preguntas. Gracias y disculpe
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