viernes, 28 de septiembre de 2018

BREXIT: ¿ES  IRREVERSIBLE LA INTEGRACIÓN ECONOMICA INTERNACIONAL?

                                     
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Los que tenemos ya unos cuantos años frecuentando, desde la experiencia práctica y la academia, el complejo camino de la integración económica internacional en general, y la de nuestro hemisferio en particular, la noción de irreversibilidad de esos procesos se fue asentando en nuestra visión sobre ese tema.
Juzgábamos improbable que una nación que haya experimentado los beneficios que acarrea un intercambio mercantil ventajoso, se devolviera a una situación de retraimiento económico, desdeñando las ganancias que trae consigo la eliminación de los obstáculos a esa liberación comercial, bien sea con un país o con grupo de países.    
Algunos llegaron a hablar hasta de un principio de irreversibilidad, el cual consistiría, dicho en palabras sencillas, en que una vez que un país se inserta en un régimen de unión aduanera y/o mercado común, los efectos positivos que éste produce en las economías integradas resultan de muy difícil reemplazo, haciendo casi imposible salirse de la suerte, sin sufrir grandes daños para sus empresas volcadas al exterior y para los trabajadores que de esos negocios dependen.
Los vínculos económico-comerciales y de otra naturaleza se harían tan fuertes entre los países que conforman un bloque comercial o una fuerte relación bilateral, que desprenderse de ellos sería un contrasentido y una tarea, que llevarla a la práctica, se presentaría muy complicada, sobre todo, cuando la integración ha durado muchos años.
Esa fuerte convicción que teníamos, en los últimos tiempos se ha visto quebrantada con dos situaciones particulares, obviamente, diferenciadas. Una, la salida de Venezuela de la Comunidad Andina, y otra, aun no consumada, conocida como Brexit, o retiro de la Unión Europea del Reino Unido.
La mencionada irreversibilidad la podemos ver desde dos puntos de vista. En primer lugar, la que se refiere a los compromisos formales asumidos en los tratados y demás acuerdos suscritos por los países en el seno de un régimen de integración, y en segundo término, la irreversibilidad de los efectos concretos producidos por la interrelación económica entre los participantes durante el proceso.
La absurda salida de Venezuela de la CAN inició formalmente la reversión del proceso integrador en el año 2006, y se consumó en 2011. 38 años de integración a ese grupo se echaron de lado. Fue una decisión tomada por el gobierno sin consultar al país o a los sectores económicos que afectaría la medida. Una acción producto de una valoración política-ideológica y geopolítica unilateral, que afectó un comercio largamente establecido. La frontera colombo-venezolana era la más dinámica de la región y el volumen de negocios era cuantitativamente importante.  
Este retiro, sin embargo, trajo como consecuencia que se suscribieran varios tratados comerciales bilaterales con los países que permanecieron en la CAN. La reversión de la membresía andina fue formal. A las corrientes comerciales existentes, es decir, a los efectos reales  que había tenido la integración, hubo que darles una regulación sustitutiva. No obstante, los efectos de la integración, no han podido ser borrados, aunque se ha venido a menos el intercambio mercantil, además, por otras razones.    
Respecto del Brexit, la también absurda reversión comienza con un referéndum promovido por fuerzas políticas euroescépticas, ultranacionalistas y populistas.  
Sin embargo, en este caso esa medida no iba a ser de fácil concreción, habida cuenta de la profundidad y amplitud de la interdependencia económico-comercial del Reino Unido con el resto de la Europa comunitaria.
Las negociaciones de esta salida no han podido concluirse. Se ha pretendido en ellas mantener las ventajas pero sin las obligaciones y cargas que la membresía comunitaria comporta, lo cual no es aceptado por la Unión. No ha sido labor fácil desanudar los nexos provechosos de toda naturaleza consolidados por décadas.
Se está hablando, incluso, de la realización de un nuevo referéndum para reafirmar o ratificar la decisión tomada.  
Muchos sectores británicos que se dejaron llevar por la retórica engañosa anti-europeísta se han dado cuenta del garrafal error cometido.
La onda antiglobalización, que principalmente era comandada por las agrupaciones políticas de izquierda, en los últimos tiempos se ha proyectado más a la derecha europea, haciéndola crecer electoralmente.
Las visiones nacionalistas radicales se han ido imponiendo en algunos países europeos, sobre todo, al calor de la crisis financiera de 2009 y los más recientes problemas inmigratorios. Erróneamente, se echa culpas de las crisis a la Unión, cuando las causas son evidentemente otras.
No se trata de decir que en la Unión Europea (UE) no persistan problemas y que no requiera algunos cambios. De hecho, las crisis que ha vivido ese bloque en su larga historia, han servido para mejorarla.
Nadie puede desconocer el extraordinario avance que en lo político, económico y social, ha representado la UE para sus países miembros y el mundo.
Es por ello que el Brexit resulta un disparate para quienes lo observamos desde fuera y a la luz de los resultados de la Unión.
¿Cabría esperar que el Brexit, en definitiva, no se concrete y que lo de la irreversibilidad, en tal caso, sí tenga asidero, y que la salida del Reino Unido sea imposible de llevarse a cabo?
Ojalá los británicos rectifiquen. Sería una muy buena noticia para Europa y el mundo.

EMILIO NOUEL V.

domingo, 16 de septiembre de 2018

SEÑOR ZAPATERO: EL ÉXODO VENEZOLANO NO TIENE OTRA CAUSA QUE LA RUINA CHAVISTA

La causa fundamental del doloroso éxodo de millones de venezolanos no es otra que la ejecutoria desastrosa del gobierno chavista.
No solo de Maduro, también de su antecesor.
En primer lugar, las políticas económicas adelantadas durante estos calamitosos años, han sido el disparador de la crisis que vivimos y un motivo de la huida al exterior de miles de compatriotas.
El acoso al sector económico privado, leyes colectivistas, controles de precios, de cambio y de distribución de productos, la orgía de expropiaciones injustificadas, el alejamiento de las inversiones nacionales y extranjeras, el descalabro de las instituciones, la eliminación de la autonomía del BCV, la corrupción nunca antes vista de los funcionarios públicos, el desastre de la educación y el deterioro de todos los servicios públicos, entre otros asuntos, ha rebajado la calidad de vida a niveles inauditos y destruido la actividad económico-comercial, así como ha espantado las inversiones.    
En segundo término, el autoritarismo implantado ha atemorizado a no pocos venezolanos.
Las arbitrariedades del gobierno y el irrespeto a los derechos humanos, la inexistencia de los indispensables equilibrios entre los poderes públicos, tribunales al servicio de la tiranía, cuerpos de seguridad incompetentes, corrompidos, sometidos a los designios de Miraflores y apartados de la ley, medios de comunicación censurados o intimidados, y en fin, un Estado de derecho ausente, han hecho de Venezuela un país inaguantable, del que todos quieren salir corriendo.
Y en tercer lugar, no menos importante, el clima de polarización y enfrentamiento entre venezolanos, estimulado desde el gobierno.
Se ha construido así un entorno nacional que en lugar de ser de convivencia sana, es de confrontación y alta crispación, que se agrava con un clima de inseguridad e incertidumbre para cualquier familia o individuo que desee dedicarse a sus actividades en paz y contribuir a mantener una nación productiva y de bienestar para todos.
Decir que la migración forzada de venezolanos que hemos presenciado durante más de 15 años, es producto de las sanciones que contra los sátrapas que nos gobiernan han acordado algunos países, como lo ha expresado el ex presidente de gobierno español, Rodríguez Zapatero, es poco menos que una mentecatez, cuando no, una cínica mentira.
Las evidencias están a la vista para cualquier observador imparcial que ese tome una horas para examinar el asunto.
Desde mucho antes de las sanciones, habían salido alrededor de un millón y medio de venezolanos, que huían despavoridos de una situación que se tornaba cada vez más crítica.
A medida que la economía se derrumbaba y caían los precios del petróleo, el despilfarro y el latrocinio seguían aumentando, el éxodo no paraba. La empresas privadas en miles seguían cerrando, y el desempleo también. La inflación ascendente e imparable, primero, y luego, la hiperinflación, hacían insostenible el sustento de la familias, lo que obligaba a muchos a ver más allá de la fronteras, buscando un futuro distinto, aunque incierto, a la tragedia personal y nacional.    
La declaración de Zapatero, por tanto, no tiene asidero alguno en la realidad.
Es lamentable y vergonzosa. Solo explicable por su conchupancia con el gobierno déspota chavista.  
Quienes lo asesoran, sus amiguetes venezolanos, que, por cierto, siempre se opusieron a las sanciones a los tiranos venezolanos, cuando se ventilaron en  Mercosur, la Unión Europea o la OEA, deben estar muy complacidos con tal declaración que falta a la verdad y se alinea con el discurso chavista.

Extraña actitud de esos personajillos, ya rayana en el colaboracionismo más abyecto y repugnante.
EMILIO NOUEL V.   
       

jueves, 6 de septiembre de 2018

MACRON Y MACRI, DOS LÍDERES NUEVOS EN PROBLEMAS


La popularidad de dos líderes políticos, uno francés y otro argentino, sobre los cuales, en su momento, se levantaron grandes expectativas e ilusiones populares, hoy pareciera que se derrumba ante la opinión pública de sus países.
Según encuestas y opiniones vertidas en los medios, hay un malestar en relación con sus ejecutorias gubernamentales y, en consecuencia, ha crecido la desafección hacia ellos.
No les ha sido fácil salir adelante con los problemas que aquejan a sus países. Lo que se arrastraban a sus llegadas al poder y los sobrevenidos en la marcha.
Los vientos de transformación y de optimismo que generaron estos políticos modernos, frescos y carismáticos, a la vuelta de varios años, se están tornando en su contra. Las cosas no se han dado como se esperaba, los apoyos y la credibilidad de las que gozaron se han debilitado.
Los cambios institucionales y económicos que prometieron en sus respectivas campañas electorales se han topado con la dura realidad social y política. No sólo con los difíciles problemas estructurales de sus países, también con las resistencias propias de ideas y costumbres largamente establecidas.
Argentina y Francia, obviamente, tienen circunstancias distintas, derivadas de sus particularidades. Son dos historias, dos desarrollos y dos dinámicas político-económicas y sociales desemejantes.
Dos personalidades son también los que están al frente de esos gobiernos.
Según el último sondeo conocido, Macron, a los 16 meses de su mandato, solo tiene buena opinión del 31% de los franceses, lo cual sería un record histórico de impopularidad comparado con otros ex presidentes franceses.
Debemos recordar que fue electo en segunda vuelta con más del 66% de los votos. Las orientaciones generales de su  programa de gobierno fueron catalogadas de liberales.    
Las causas de tal descontento son las políticas económicas y legales instrumentadas. Incremento de impuestos, reforma fiscal, aumento del déficit fiscal, anuncios de recortes presupuestarios y acusaciones de realizar una gestión gubernamental autoritaria, entre otros asuntos. A eso se agrega la dimisión de varios colaboradores muy populares.
El diario Le Monde señala que Macron se ha debilitado y que el omnipotente edificio político que levantó en 2017 comienza a mostrar fisuras importantes, lo cual estimula a las oposiciones, incluidas las extremas derecha e izquierda populistas y xenófobas, a tratar de sacar provecho, explotando las dificultades económicas y el asunto complicado de los inmigrantes que afecta a Europa.  
Desde el propio gobierno francés se han formulado algunas críticas acerca del talante de los altos funcionarios. Hasta se ha dicho que le falta un poco de humildad. Incluso, el Ministro G. Collomb ha invitado públicamente a los ministros a mantener sus raíces y así poder oír lo que dice la gente.
Por su parte, Macri luce mucho más complicado que el francés. El cuento de nunca acabar de la proverbial deuda externa argentina sigue causando dificultades a los gobiernos, a lo que se agrega la letal herencia kirchnerista. Por décadas -desde los años cincuenta del siglo pasado- se arrastra este asunto no resuelto que hace a ese país muy vulnerable. Alrededor de 200 mil millones de dólares está la deuda hoy.
A pesar de que en los dos últimos años el país parecía haber comenzado a crecer de nuevo gracias a las políticas de reformas instrumentadas, de nuevo vuelve la crisis, expresada, sobre todo, en la subida de la inflación y la caída del peso.
La vía gradualista que amortigua los efectos de las reformas de cara al país y así poder avanzar, parece que no dio resultado. La confianza en el gobierno y la viabilidad de sus políticas no ha terminado de convencer a los mercados, las inversiones extranjeras y nacionales no arribaron, como se esperaba. Seguir viviendo por encima de las posibilidades reales siempre acarrea para los países negativos efectos.     
De nuevo viene al rescate el FMI, única alternativa para obtener recursos frescos, pero demonizado por sectores políticos argentinos y con muy mala prensa, a pesar de que ha suavizado sus recomendaciones para hacerlas más llevaderas.
A todos estos entuertos se suma las circunstancias políticas internas que complican el panorama de Macri, las cuales están determinadas por las aspiraciones electorales próximas. Difícil la tiene si aspira a lograr apoyos en la oposición para cualquier giro que deba hacer respecto de lo económico. 
Al inicio, las reformas económicas de ajuste, al comienzo, siempre son impopulares, más allá de si tienen o no resultados positivos. Macron y Macri han debido adelantar algunas importantes y necesarias.
Así las cosas, dos líderes mundiales que representan una generación nueva de políticos, con ideas frescas, modernas y pragmáticas, abiertos a la interdependencia global, se encuentran hoy en medio de un torbellino, del que aspiramos puedan salir airosos, para el bien de sus pueblos y del mundo.


EMILIO NOUEL V.