No amaina la presión exterior hacia la tiranía
venezolana. No solo en lo estrictamente político, también en lo
financiero y judicial.
Las más recientes noticias lo
atestiguan. Del interior de nuestro hemisferio y de Europa emergen acciones que
apuntan a provocar salidas a un grave desbarajuste interno que ya desborda peligrosamente
nuestras fronteras.
La comparecencia en la OEA del
vicepresidente de EEUU, Mike Pence, esta semana, y el contenido de su discurso,
no dejan lugar a dudas acerca de lo que el gobierno de ese país piensa sobre la
situación de Venezuela y del potencial de ingobernabilidad desestabilizadora
de esta en la región.
Pocas veces hemos oído hacia algún
gobierno, y en este caso, el nuestro, conceptos tan condenatorios y duros.
Para la Casa Blanca, la de Maduro es
una dictadura que está destruyendo a Venezuela y su democracia, lo cual amenaza
la tranquilidad de la región: de allí que pida expresamente la renuncia de
aquel. Solicita a los miembros de la OEA que suspendan a nuestro país de la
organización, que impidan entrada de los funcionarios venezolanos a sus territorios
y que tomen medidas contra el lavado de dinero de éstos. En fin, que Maduro
rinda cuenta de su conducta ante la comunidad hemisférica.
Otro hecho que se registra en los
días que corren, es el de las sanciones adicionales que adoptó el Departamento
del Tesoro de EE.UU contra el lavado de dinero ligado al narcotráfico, que
también salpica al gobierno venezolano. Es otro de los frentes abiertos en el
que se señalan a funcionarios o ex funcionarios públicos venezolanos de estar
involucrados en actividades ilícitas, lo cual abona un elemento más al
descrédito de aquél.
Igualmente, hay que mencionar otras
acciones no menos graves que se derivan directamente de la locura expropiadora
y/o confiscatoria de Hugo Chávez, las
cuales han causado y causaran al patrimonio de la Nación enormes perjuicios.
Me refiero a las medidas de embargo
contra PDVSA, como consecuencia de la condena en los juicios y/o procedimientos
arbitrales que se desencadenaron por la conducta irresponsable del gobierno
chavista.
Sabido es que, entre otras empresas
extranjeras, las del ámbito petrolero demandaron a Venezuela por las
expropiaciones que sufrieron, a todas luces, sin justificación alguna. En el
órgano de solución de controversias del Banco Mundial (CIADI) se han iniciado
alrededor de 40 procesos, algo insólito en la historia de nuestro país. Este nunca
fue demandado tantas veces, en tan corto lapso, y mucho menos en tales montos
mil millonarios.
Como si fuera poco el monumental daño
económico y social que nos ha causado el gobierno durante veinte años, para
rematar ahora nos embargan los bienes de la Republica, gracias a un accionar
gubernamental producto de una ideología mortífera. Y nos golpean,
precisamente, donde más nos puede doler, la industria de la que dependemos,
lamentablemente, todos los venezolanos.
Estas acciones, aunadas a muchas otras
que vendrán, dan cuenta del cerco que han tendido las democracias del mundo a
la tiranía chavista. Una economía no puede funcionar en medio de tal asedio y
asfixia, cuyo causante no es otro que el gobierno De sus nefastas secuelas, desgraciadamente,
no nos libraremos los venezolanos, pero quizás sea este el sacrificio que aún
habrá que pagar para salir del océano de calamidades que nos agobian.
Las acciones políticas que la Unidad
Democrática pueda adelantar con determinación y coraje al interior del país, en
aquellas medidas que se toman en el exterior tienen su complemento
indispensable. La inteligencia y coordinación entre ambas es fundamental.
La actuación de la comunidad
internacional, siempre de andar pausado y cauteloso, hace ya un tiempo que
asumió el problema venezolano, luego de un largo espacio de indiferencia y
vacilaciones. Su voluntad es clara y decidida en favor de la recuperación de la
democracia venezolana.
Con el incremento de las iniciativas
políticas y financieras de presión internacional, sumadas a las de naturaleza
judicial, hay mayores perspectivas de abrir caminos de solución a nuestro drama.
Solo deseamos que los traumas que acarreen sean lo menos perjudiciales posibles.
EMILIO NOUEL V.
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