Para hoy tenía previsto referirme al
desenlace “electoral” del 20M y las lecciones que de allí podemos inferir los
venezolanos y en especial la dirigencia política.
Iba a dar mi opinión sobre los que en
definitiva salieron derrotados, en primer lugar, por supuesto, el gobierno. Iba
también a comentar esa especie que circula por ahí, sobre todo de algunos
perdedores, que afirma que todos perdimos.
¿ …? (Ese ¨todos”, como se decía antes en Caracas, “me
suena a Poliedro”).
Pero no. Dejare para otra ocasión el
comentario sobre porque creo que la mayoría del pueblo venezolano, haciendo
gala de una conducta ejemplar y digna, ganó y mucho el 20M, al repudiar una elección convocada ilegalmente por un
ente espurio, con inhabilitaciones arbitrarias de partidos y de dirigentes
políticos, ventajismo oficial, medios públicos y privados censurados y
autocensurados, sin las mínimas garantías de pulcritud técnica-electoral, con
ausencia de la observación de organismos
internacionales, gestionada por un CNE parcializado, a lo que se sumaba, el
propósito gubernamental no menos importante, de aparentar ante el mundo ser
democrático y buscar su reconocimiento internacional.
Hoy, más bien, quiero comentar el
circo inconstitucional que montó el gobierno con esa extraña ¨juramentación¨ de Maduro ante un ente
fraudulento como la constituyente.
Para mi está claro que Maduro es
presidente hasta el mes de enero próximo. Eso es lo que la Constitución de la
Republica establece y punto.
Lo de ayer 24 de Mayo solo puede ser
catalogado de un tinglado grotesco que pretende aparentar ante el mundo que
Maduro gozaría de legitimidad política de origen. Era este el objetivo que la
tiranía perseguía también con el evento del 20M, y al que contribuyeron
lamentablemente algunos políticos.
Más allá del propósito del acto de
ayer, lo que allí dijo Maduro resulta verdaderamente alucinante. Mayor
demostración de cinismo sería difícil conseguirla en otro discurso
político. Más mentiras no pudieron ser
dichas.
Sus supuestos golpes de pecho al
reconocer los errores del gobierno son asombrosos, sobre todo, cuando a renglón
seguido, reafirma hacia el futuro las mismas ideas y propuestas que han
conducido a los fracasos que confiesa. El desquiciamiento esquizofrénico del
discurso es total, las incoherencias y contradicciones son evidentes. La
desconexión con la realidad abruma a cualquiera. Las promesas de rectificación
y de concordia suenan a vacío, a embustes reiterados una y mil veces.
Su llamado tartufiano al reencuentro
de todos los venezolanos lo destroza inmediatamente al difamar e insultar al
adversario. No puede contenerse, se delata fácilmente. Sus intenciones reales
afloran en la retórica desenfrenada y chabacana que lo caracteriza.
¿Quién puede creer a una persona de tal aviesa
condición?
¿Quién puede creer en su sano juicio tanta
mentira?
Quienes han demolido las
instituciones, pisoteado los valores, desconocido los derechos humanos,
destruido las bases económicas del país y corrompido a la sociedad, no pueden
venir ahora, con su cara muy lavada, a pedirnos concordia, concurso, para
levantar un país colapsado por unas políticas demenciales, cuyos causantes
directos son ellos, y que anuncian seguir profundizando.
En el mundo, solo los tiranos como
ellos los apoyan. El cerco de las democracias a un gobierno que ha perdido el
apoyo de más del 80% de la población sigue
su curso inexorable.
Ningún acto ni declaración que haga
el gobierno venezolano hoy es creíble, confiable. Sus patrañas son inútiles. El
tiempo se les acabó.
EMILIO NOUEL V.