Al país, a medida que pasan los días calamitosos que vivimos, lo
percibimos como que si se estuviera apagando lenta e irremisiblemente. Es la
constatación real que nos golpea a la cara en los últimos tiempos, interpelando
nuestras conciencias, angustiándonos y produciendo incertidumbre y desesperanza
a diestra y siniestra.
La economía en general, más que ralentizarse, está experimentando
un proceso de desaparición en muchos sectores y ámbitos territoriales. Y ni
hablar del crimen perpetrado en las empresas del Estado.
Basta pasearse por calles y avenidas, centros comerciales
capitalinos e interioranos, para corroborar tal desgracia social. Negocios de
todo tipo cerrados o en venta, medios de transporte inmovilizados, industrias
paralizadas, desempleo in crescendo y oleadas de venezolanos huyendo del
desastre hacia países vecinos.
La acción demoledora de un gobierno marcado por la incompetencia y
la corrupción, envenenado con una ideología mortífera, no podía tener otro
resultado sino el caos y la barbarie que presenciamos.
Sí, sentimos que el país se apaga mientras languidecen sus
distintas actividades otrora vigorosas y dinámicas.
Una nación, que en las anteriores décadas al desmadre actual, con
sus problemas innegables no resueltos, marchaba, hoy se muestra en lo material,
ruinosa y empobrecida por políticas gubernamentales desquiciadas.
¿Permitiremos los
venezolanos que esta deriva infernal continúe profundizándose y nos hunda? ¿Dejaremos que el país se apague sin mover un
dedo para impedirlo?
Solo la unidad férrea y obstinada de los venezolanos de bien, de
la Venezuela decente, de sus líderes sociales y políticos, empresariales, académicos
y trabajadores democraticos, puede garantizar que no siga sucediendo tal catástrofe social y
abrir la posibilidad de una nueva conducción gubernamental.
A pesar de que por donde sea que la mires Venezuela se encuentra
hecha bancarrota, abandono y destrozos, más allá hay aún una dura e inestimable
reserva de esperanzas e ilusiones en vastos sectores de ciudadanos que desean
cambiar el estado de cosas presente. Que no han claudicado ante los atropellos
de los tiranos que gobiernan y aspiran a recuperar el país para la democracia,
la libertad y el bienestar.
Juntos todos impidamos que el país se apague definitivamente. Sobre todo, los politicos tienen la palabra. Repetimos: El liderazgo democrático debe salir al encuentro de esa mayoría confundida y golpeada por la crisis y presentarle una
alternativa de gobierno. Ya la sociedad civil comenzo a activarse de nuevo.
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