Hace poco lo pedimos, ahora de nuevo lo hacemos con más
intensidad y justificación.
La angustiosa y grave situación que estamos viviendo los
venezolanos está llegando a límites espantosos.
Basta pasearse por el país para constatar la debacle en que
nos hundió un gobierno incapaz, calamitoso y corrompido.
El drama diario de los ciudadanos de todas las clases
sociales sobrecoge a cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad. Ver las
cada vez más largas y humillantes colas para comprar apenas dos o tres
artículos subsidiados, es deprimente, es
un golpe duro a la autoestima nacional. No solo es el interior, Puerto La Cruz,
San Felipe, Valencia o Maracaibo, ha caído también Caracas en esta ampliada
penuria.
Oír a una abuela de clase media decir entristecida que en sus
80 años nunca le faltó la leche para el café de la mañana como le está
ocurriendo ahora, conmueve, y nos parte el corazón.
Soy de los convencidos de que de esta hecatombe social hay
que salir de la forma más pacífica y utilizando, con todos su defectos e
insuficiencias, los mecanismos constitucionales que tenemos. No apuesto a la
violencia, ni comparto la opinión disparatada de algunos que no ven otra salida
sino mediando muchos muertos.
También reconozco que sólo avanzaremos hacia la recuperación
de las libertades con dialogo y acuerdos entre los sectores más sensatos y
razonables de las fuerzas enfrentadas.
No obstante, por otro lado, siento que el tiempo para ese
arreglo posible se acorta. La paciencia que he pedido muchas veces en los
sitios en que puedo expresar mis ideas, se está agotando. La desesperación y la
rabia se han multiplicado; en los opositores y en los que votaban por el
gobierno. Un repudio parejo atraviesa el país de punta a punta de cara a una
clase que se niega a contarse, a enfrentar el veredicto popular, porque sabe
que saldrá derrotada irremisiblemente.
¿Por qué no ahorrarle al país más hambre, aflicciones y
dolor? ¿Por qué no dar paso a un
gobierno distinto que abra cauces a la recuperación económica? ¿Por qué no
ponerse de lado y dejar que otros con una visión diferente nos saquen de este
marasmo social que obstaculiza el cambio hacia la prosperidad compartida por
todos?
El gobierno militar-militarista que encabeza Maduro debe irse,
no ofrece soluciones, ni está capacitado para ello. Fracasó en todos los ámbitos.
Ha destruido a pequeños, medianos y grandes empresarios. Quebró desde kioskos
de periódicos y chucherías, pasando por clínicas, droguerías y licorerías,
hasta librerías y hoteles. Ha arrasado
con todo. Muy pocos lo quieren, el clamor exigiendo su partida abarca el
territorio nacional.
La oposición democrática ha planteado soluciones constitucionales,
democráticas y pacificas, y sólo ha encontrado estorbos de parte de un poder
ejecutivo delirante y suicida, que se empeña en desconocer la realidad. Hoy la Unidad ostenta la amplia legitimidad que
le confirió mayoritariamente el pueblo el 6D, y el gobierno pretende
ignorar utilizando un tribunal supremo deshonroso y repugnante, para quien
la Constitución es letra muerta.
Un favor enorme nos haría Maduro yéndose de una vez. No es
descabellado pensar que él, en su fuero interno, quiera hacerlo, pero es
posible que no lo dejen.
Ya que no quiere someterse al dictamen popular y busca enredar
el revocatorio que 7 de cada 10 venezolanos quiere ¿por qué no agarra sus
macundales y de una buena vez se larga?
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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