“En
el vértigo de los procesos históricos suelen triunfar los que menos dudas
ofrecen”
Ignacio
Camacho
Son ya varios los sectores del país que han salido a
presentar sus respectivos cahiers de
doleances a la nueva mayoría que nos trajo en buena hora el 6D.
Pretensiones de diversa procedencia comienzan a hacer fila en
busca de satisfacción.
De allí que no pocos soliciten de los diputados soluciones a
los graves problemas, para lo cual cada uno tiene su lista personal de prioridades.
Unos piden la derogación de leyes, otros su modificación. Las
leyes de Tierras, de precios justos y algunos las de medios o del Banco Central.
Los de más allá esperan retomar la descentralización prácticamente eliminada con
disparates inútiles como el del poder comunal, esto sin dejar de mencionar la
Ley de amnistía de los presos políticos o las peticiones presupuestarias justas
de las universidades públicas, y también -¿por que no?- el control de cambios.
La Asamblea que estrena sus funciones tiene ante sí una ardua
labor que deberá comenzar por tratar de enderezar algunos entuertos e impedir
un número mayor, mientras se cambia el poder ejecutivo, lo cual será bien visto
en el exterior como señal auspiciosa.
Sabemos que los problemas tendrán arreglo definitivo con otro
gobierno. El desastroso que tenemos ha demostrado que no quiere o no sabe cómo
sacarnos del atolladero en el que nos metió.
Gracias a una estrategia acertada de la MUD, se ha abierto la
posibilidad de iniciar un proceso político transicional que vaya dejando atrás
una ejecutoria gubernamental calamitosa y evite la debacle total.
Soy de los que piensa que se puede adelantar un trabajo
legislativo que intente disciplinar al ejecutivo y abra cauces al nuevo
gobierno que llegará. No será fácil, por supuesto.
Obviamente, impedir el hundimiento definitivo del país
requerirá de acuerdos mínimos entre los poderes legislativo y ejecutivo, difíciles,
es verdad, pero no imposibles. Tocar la puerta no es entrar.
Lo decisivo es que la tarea que tiene ante sí la oposición democrática
sea encarada de manera unitaria, con responsabilidad, claros criterios y reglas,
también sentido de grandeza. La terrible situación lo demanda.
Diferencias las hay, y en la pluralidad no se pueden negar.
Hay algunos que no comprenden lo que sucedió el 6D. Las lecturas sobre las
claves de tal éxito no son todas coincidentes. Hasta se pretende minusvalorar el
papel de una dirección unitaria colectiva, subrayando sólo y equivocadamente la
actuación de individualidades.
El próximo capítulo de esta empresa política es la instalación
de la nueva Asamblea.
En tal ocasión estelar, el mensaje que debería transmitir la oposición,
además de su cohesión interior, es reiterar el de cambio que resultó triunfante
el 6D.
La mayoría de los venezolanos que votaron por la propuesta
opositora están conscientes de que la defenestración del chavismo en el poder
legislativo es un primer paso para modificar el rumbo enloquecido del país, de
su economía y de la confrontación artificial alimentada desde el gobierno.
El país está pidiendo un liderazgo nuevo, distinto, responsable,
firme, moderno, conciliador y decente. Apegado estrictamente a la ley y a tono
con las cambiantes realidades nacionales e internacionales. Que demuestre que es conocedor de los problemas
y sus soluciones viables. Sensible frente a las desgracias de vastas capas sociales
que aún se mantienen al margen de los bienes materiales e inmateriales más
elementales.
La Asamblea Nacional y quienes la dirijan deben reflejar esa
aspiración de cambio muy sentida. Ella y su actuación serán el espejo de lo que
se quiere para más adelante, cuando alcancemos el poder ejecutivo.
Esperamos que el poder legislativo que inicia este año esté a
la altura de las graves circunstancias.
De la oposición unida, esperamos que nos conduzca a buen puerto
más temprano que tarde, a pesar de las dificultades y los no pocos obstáculos
con que se enfrentará desde el 5 de Enero próximo.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV