La huelga de hambre, sin duda, es
un mecanismo de presión del que se echa mano en la política y en otros ámbitos
del quehacer social. Pero es igualmente claro que es un recurso in extremis,
excepcionalísimo, y por razones de peso, que a lo ameriten.
Esta herramienta de presión, cuando
se hace en serio, por su naturaleza, pone en riesgo la salud, cuando no, la
vida de quienes participan en su puesta en práctica. Me estoy refiriendo
entonces a la huelga de hambre de verdad, no a ciertas mascaradas que hemos
podido ver a lo largo de nuestra vida en ciertas oportunidades.
He mencionado razones de peso, y
agrego, legítimas y proporcionales al objetivo buscado.
No se puede poner en peligro la existencia
o la salud por nimiedades, tonterías, o por solidaridad con otros que andan en
el mismo trance. Motivaciones graves deben ser las que impulsen una iniciativa
de tal envergadura. Es una decisión que hay que sopesar y fundamentar bien.
Las huelgas de hambre, siendo un
instrumento válido bajo ciertas condiciones, no puede banalizarse al punto de
que por “quítame estas pajas”, se inicie una. No es para guachafitas.
En nuestro país, hay que decirlo,
en los últimos tiempos, se ha abusado de ellas tanto, que ya ni llaman la
atención. La gente, de tanto oír y leer sobre ellas, se ha insensibilizado. Las
ve como algo que forma parte del paisaje, cuando debería ser lo contrario,
independientemente de las causas que las generan.
Para quienes, desde el exterior,
se han enterado de las huelgas de hambre que han estallado entre nosotros,
ellas alarman, y ciertamente, sirven para sensibilizar al público de otros
países.
Sin embargo, vistas desde nuestro
país y conociendo el porqué de estas iniciativas, sin dejar de afectarnos el
cuadro perturbador y angustioso que nos muestran, de verdad, no le vemos sentido alguno.
Por la fijación de una fecha de
elecciones ¿vale tal sacrificio físico extremo? ¿Merece la pena poner la vida en riesgo por
eso? Pues no lo creo.
Si de lo que se trata es llamar
la atención sobre una situación particular, otros medios son mejores y
efectivos, menos comprometidos.
Comparto la idea de que no se
hace huelga de hambre a quien desea nuestra muerte, ni a desalmados que la vida
de los adversarios les importa poco o nada.
Una dirigencia política seria no
debe estimular ni apoyar acciones de esta naturaleza bajo las condiciones que
estamos viviendo en nuestro país.
Emilio Nouel V.
1 comentario:
Amigo calificar la huelga de hambre de insensata e inútil, es negarse a ver la realidad (precisamente como lo hace la MUD y el chavismo). Esta huelga de hambre puso los ojos internacionales en Venezuela. Llamó la atención del Papa, impidió el viaje de Maduro a Roma, precipitó la visita de González, provocó los pronunciamientos de UNASUR, la UE y la ONU y comenzó a quebrarle el brazo al régimen: trasladaron a Ceballos al Helicoide, y autorizaron a Tareck a solicitar medidas humanitarias ante el TSJ.
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