En los últimos tiempos, una institución, el Banco Central de Venezuela, que debería ser garantía de objetividad y seriedad en el manejo de graves asuntos macroeconómicos, no publica las cifras de inflación o de los precios al consumidor.
En consecuencia, los venezolanos en general y las empresas
privadas, tanto nacionales como extranjeras, deben gestionar sus negocios con
brújula propia, o con un ojómetro
particular, porque el ente llamado a orientarnos con sus datos económicos
fundamentales, ha decidido de manera irresponsable esconderlos, como si los
ciudadanos de a pie, con tal conducta, no pudiéramos percatarnos del desastre
económico que vivimos. Como si el vacío de los bolsillos no fuera la prueba
cotidiana del descalabro de nuestro poder de compra y el enorme deterioro del
nivel de vida. ¿Cree el gobierno que ocultando las cifras el venezolano no verá
que su salario apenas le alcanza para medio comer, si acaso encuentra el
alimento deseado?
Llama la atención que algunos organismos internacionales que
hacen el seguimiento de asuntos como la pobreza, el hambre, la desnutrición o
la educación, cuando se trata de Venezuela, no escudriñen más allá de la
información sesgada que les suministra el gobierno.
Los funcionarios internacionales que hablan de seguridad
alimentaria, niveles de desnutrición o de alfabetización, y lanzan loas a las cifras que suministra el gobierno de
Venezuela ¿se dan cuenta del ridículo que están haciendo?
Flaco servicio hacen a unas organizaciones que son necesarias
en el mundo interdependiente de hoy, cuando se premia a países cuyo fracaso en
muchos de esos temas es evidente. La pérdida de confianza en ellas aumenta en los
pueblos víctimas de esos gobiernos tramposos.
Para los venezolanos, que deben hacer colas durante horas
para obtener un alimento y al final se devuelven a sus hogares sin él,
enterarse que, por ejemplo, la FAO, organización encargada de “alcanzar
la seguridad alimentaria para todos y asegurar que las personas tengan acceso a
alimentos de buena calidad que les permitan llevar una vida activa y saludable”, recompensa al gobierno, no puede
menos que generarles ira, repudio contundente, una fuerte sensación de ser burlados.
Convencidos de la necesidad y la utilidad de los entes
internacionales, ¿cómo puede evitar uno experimentar una gran frustración con
actuaciones de burócratas tan ligeras y descuidadas?
¿Cómo defender la actuación de estas instituciones ante un
pueblo que se siente, ahora, doblemente embaucado, engatusado? Porque lo es en
lo nacional y en lo internacional.
Podemos, hasta cierto punto, comprender que los funcionarios
internacionales no tengan acceso directo a las fuentes de donde deriva la
información. Pero es imperdonable que se otorgue alegremente un reconocimiento,
sin datos comprobados, contrastados u obtenidos con metodologías adecuadas. En nuestro atribulado país, los especialistas en la materia
ya lo han determinado: el acceso a los alimentos se ha estrechado, el consumo
ha caído sustancialmente, la red pública de distribución de alimentos se ha reducido,
el sistema agroalimentario es más vulnerable y la desnutrición se ha
incrementado.
Entonces ¿Cuales logros del gobierno chavista premia la FAO?
EMILIO NOUEL V.
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