Según los
entendidos, la palabra esquizofrenia viene del griego y significa: mente,
entendimiento o razón escindida, dividida o rota. Un esquizofrénico
padece entonces de una suerte de personalidad bifronte, de una disfunción en la
que su pensamiento es confuso, indefinido, desdoblado y desordenado, sin
olvidar que alucina y no percibe la realidad.
No siendo
del gremio de los que escudriñan en las oscuridades del alma y los cerebros,,
sin embargo, me puedo aventurar, osado como soy a veces, a decir que también en
la política nos topamos con conductas que reúnen esas características.
Y es ése
el comportamiento que uno puede observar en el gobierno funesto que padecemos
los venezolanos, sobre todo, en días recientes y con ocasión de las sanciones
que EEUU ha impuesto a un grupo de jerarcas chavistas, cuyo efecto, está claro,
se circunscribe al territorio de ese país, y de ninguna manera, tiene
aplicación extraterritorial, como algunos interesadamente o por ignorancia han
querido hacer ver.
Esa
conducta escindida e incongruente se hace notoria cuando vemos los vaivenes y
volteretas, que han experimentado las declaraciones e iniciativas del gobierno
de cara a aquellas sanciones personalizadas.
De lanzar
sapos y culebras y espumarajos antiimperialistas por la boca se pasa sin
solución de continuidad a una retórica de mansa ovejita que no ha quebrado un
plato.
Un día
insultan a Obama y al siguiente le dicen algo así como vamos a tomarnos un
café mi negro ¿acaso no somos socios?
En la
noche lo acusan de fraguar un golpe con la oligarquía pitiyanki y en la mañana
le dicen que ha sido mal informado sobre Venezuela y le demandan que deje sin
efecto las sanciones.
En la
OEA, sin ningún rubor y con cara de perro, dicen la enorme mentira de que las
cuentas bancarias de nuestra representación diplomática han sido cerradas y de
seguidas hablan de diálogo y de hermandad entre nuestros pueblos.
Luego,
paranoicos como son también, denuncian que EEUU está preparando una invasión, y
que las sanciones son el paso previo para ello, y de pronto aparece una carta
en el New York Times, en la que como casta paloma se derriten evocando a los founding fathers gringos que conspiraron
con Miranda y reafirman que ambos países “históricamente
hemos compartido relaciones comerciales en áreas estratégicas” y que
Venezuela “ha sido un proveedor
responsable y confiable de energía para el pueblo norteamericano”.
¡Ah
mundo, quien los vio y ahora quien los ve!
“Proveedor responsable”. ¡Cojan ese trompo en la uña!
¿En qué
quedamos? ¿Es o no EEUU el imperio tiránico que quiere apoderarse de nuestro
petróleo y hacerle la guerra al mundo entero (Delcy Eloina dixit)? Por fin: ¿Somos marxistas o jeffersonianos?
Al mismo
tiempo manifiestan que aman la paz, cuando todos sabemos que han armado a grupos
de delincuentes llamados colectivos con le propósito de sembrar el terror entre
los venezolanos.
Si EEUU
es un imperio “hostil”, “intervencionista”, “guerrerista”, “unilateralista” y
está preparando una invasión a nuestro país ¿qué esperamos para dejar de
venderle petróleo a ese enemigo que está a las puertas de una incursión militar
"en el suelo sagrado de la patria", como habría dicho El
Cabito a comienzos del siglo pasado?
Si esto
no es un desorden en el comportamiento, si no es una actuación incoherente, si
esto no es esquizofrenia pura y dura, que baje Dios y lo diga.
Mientras tanto,
la imagen del país sigue deslizándose por el despeñadero del desprestigio, cuyo
responsable es una caterva de ignorantes, improvisados y corruptos que han hundido
al país y una reputación bien ganada.
Emilio Nouel V.
emilio.nouel@gmail.com
@ENouelV
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