martes, 31 de marzo de 2015

LA "CONJURA" DE LOS EX PRESIDENTES Y LA DEMOCRACIA EN VENEZUELA


      
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Nunca antes, que yo recuerde, se había producido una opinión tan negativa y masiva, y que haya desencadenado iniciativas políticas internacionales contra un gobierno latinoamericano, como las que estamos viendo respecto del venezolano.  
Que en los días que corren ex presidentes de tan diversos países e ideologías como  Oscar Arias, Felipe González, Andrés Pastrana, Sebastián Piñera, Julio María Sanguinetti, Vicente Fox, Alan García, Bill Clinton, Felipe Calderón, Luis Alberto Lacalle, Álvaro Uribe, Alejandro Toledo, Ricardo Lagos, José M. Aznar, Ricardo Martinelli y Fernando Henrique Cardoso, converjan, con diferentes énfasis, en un solo rechazo, en una contundente denuncia contra el autoritarismo chavista en Venezuela, no es usual, ni es poca cosa.
En pasadas ocasiones hemos visto también declaraciones críticas de otros ex mandatarios.
¿Le dirá algo al gobierno militar de Maduro toda esta legítima y justificada reprobación mundial ante sus atropellos y arbitrariedades? ¿Tienen idea de su significación?
Quién sabe.
Lo cierto es que esta suerte de cayapa democrática, de semejante convergencia para defender la institucionalidad del Estado de derecho en nuestro país, no tiene parangón y dice mucho acerca del acompañamiento sincero que los venezolanos y su democracia están teniendo en el ámbito mundial.
No nos encontramos solos. Siempre lo he creído así, a pesar de la “ceguera” cómplice, la indiferencia o el interés crematístico que han mostrado algunos.
Estamos conscientes del papel decepcionante que han jugado, en general, las instituciones internacionales hemisféricas respecto de las violaciones a los derechos humanos en Venezuela durante los tres últimos lustros.
No se nos escapa que tales entes, incluso disponiendo de normativas vinculantes para actuar de cara a las arbitrariedades perpetradas por el gobierno militar de Venezuela, son lo que sus gobiernos han querido que sean.
Si hay responsables internacionales de la escalada de las tensiones y de la crisis en nuestro país, más que esas organizaciones como tales, son los representantes de los países en ellas los que deben ser señalados con el dedo acusador.
La cláusula democrática contenida en los tratados constitutivos de la OEA, Mercosur, UNASUR y CELAC, facultan a los países a tomar acciones en defensa de la democracia y los derechos humanos cuando éstos han sido violados por alguno de sus miembros. La conducta indigna del gobierno venezolano es un caso evidente de infracción grave de aquella cláusula.   
Sin duda, quienes en definitiva resolverán la grave situación que vivimos, serán los venezolanos, únicos y directos responsables de lo que nos pase.
No obstante, no lo lograremos sin la ayuda de los demócratas, y hombres y mujeres de buena voluntad del mundo.
De allí que las opiniones emitidas y las iniciativas adelantadas por ese grupo nutrido de ex presidentes, aunadas a las de muchas otras organizaciones y personalidades internacionales, sean cruciales para el triunfo de la lucha por la libertad y la restauración de la democracia en nuestro país; y de ninguna manera pueden ser consideradas injerencistas, toda vez que los valores democráticos y la vigencia de los derechos humanos, son principios universales establecidos no sólo en la Constitución Nacional, sino también en los tratados internacionales suscritos por nuestro país. Frente al abuso gubernamental que pisotea los derechos humanos no hay principio soberanista que valga.
Agradezcamos a los ex Presidentes del mundo su gesto solidario y espontáneo. La Venezuela libertaria que se abre paso siempre los reconocerá como ejemplos de voluntad y profunda convicción democrática.



Emilio Nouel V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com

sábado, 28 de marzo de 2015

EL VERDADERO MODELO DE SINGAPUR


Photo of Minxin Pei

  MIXIN PEI
 
CLAREMONT, CALIFORNIA – La muerte de Lee Kuan Yew, el padre fundador de Singapur, ofrece una oportunidad para reflexionar sobre su legado -y, quizá más importante, sobre si ese legado se ha entendido correctamente.
Durante sus 31 años como primer ministro, Lee diseñó un sistema único de gobierno, equilibrando intrincadamente autoritarismo con democracia y capitalismo estatal con libre mercado. Conocida como "el modelo Singapur", la marca de gobernancia de Lee suele caracterizarse erróneamente como una dictadura unipartidaria sobreimpuesta a una economía de libre mercado. Su éxito a la hora de transformar a Singapur en una ciudad-estado próspera suele ser invocado por los regímenes autoritarios como un justificativo para su control férreo de la sociedad -algo que en ningún lugar es más evidente que en China.
De hecho, el presidente chino, Xi Jinping, está implementando una agenda transformadora sumamente influenciada por el modelo Singapur -una guerra implacable contra la corrupción, medidas severas contra el disenso y reformas económicas pro-mercado-. El Partido Comunista Chino (PCC) encuentra en Singapur una visión de su futuro: la perpetuación de su monopolio sobre el poder político en una sociedad capitalista próspera.
Pero el modelo Singapur, como lo entienden las autoridades de China, nunca existió. Emular el modelo de gobierno de Lee -en lugar de su caricatura animada- exigiría permitir un sistema mucho más democrático del que alguna vez toleraría el PCC.
El verdadero secreto del genio político de Lee no fue el uso habilidoso que hizo de prácticas represivas, como iniciar demandas legales contra los medios o sus oponentes políticos. Esas tácticas son frecuentes y ordinarias en regímenes semiautoritarios. Lo verdaderamente revolucionario que hizo Lee fue utilizar las instituciones democráticas y el régimen de derecho para frenar el apetito predatorio de la elite gobernante de su país.
A diferencia de China, Singapur permite que los partidos de la oposición participen en elecciones competitivas y libres (aunque no necesariamente justas). En la última elección parlamentaria de 2011, seis partidos de la oposición ganaron un 40% de los votos en total. Si el Partido de Acción Popular (PAP), el partido fundado por Lee, perdiera su legitimidad debido a una mala gobernancia, los votantes de Singapur podrían sacarlo del poder.
Al llevar a cabo elecciones competitivas regulares, Lee efectivamente estableció un mecanismo de autorregulación y responsabilidad política -les dio a los votantes de Singapur el poder para decidir si el PAP debería permanecer en el poder-. Este mecanismo de regulación ha mantenido la disciplina al interior de la elite gobernante de Singapur y hace que sus promesas suenen creíbles.
Lamentablemente, el resto del mundo, en su mayoría, nunca le reconoció como corresponde a Lee el haber diseñado un sistema híbrido de autoritarismo y democracia que mejoró marcadamente el bienestar de los ciudadanos de su país, sin someterlos a la brutalidad y opresión a la que han recurrido muchos de los vecinos de Singapur.
China haría bien en adoptar este modelo, introduciendo un grado considerable de democracia y fortaleciendo la obediencia del régimen de derecho. Los 1.400 millones de habitantes de China se beneficiarían inmensamente si sus gobernantes adoptaran instituciones y prácticas políticas al estilo de Singapur. Esto implicaría, como mínimo, legalizar a la oposición política organizada, introducir elecciones competitivas en intervalos regulares y crear un sistema judicial independiente.
Emular a Lee le permitiría a China lograr un inmenso progreso y volverse una sociedad más humana y abierta con un futuro más prometedor. Tristemente, casi no existe ninguna posibilidad de que esto ocurra, al menos no en lo inmediato. Cuando los líderes de China citan el modelo Singapur, lo que tienen en mente se limita a la perpetuación de su poder. Quieren los beneficios de la dominancia política, sin los controles impuestos por un contexto institucional competitivo.
Lee puede haber sido escéptico respecto de los beneficios de la democracia, pero frente a ella no era visceralmente hostil; entendía su utilidad. Por el contrario, los líderes de China ven en la democracia una amenaza ideológica existencial que se debe neutralizar a cualquier costo. Para ellos, permitir incluso un grado módico de democracia como medio de imponer cierta disciplina a la elite es un acto suicida.
Desafortunadamente, Lee ya no está con nosotros. Sería bueno imaginarlo explicándoles a los líderes de China lo verdaderamente innovador del modelo Singapur. Obviamente, esa opción no existe. Pero le correspondería al PCC -aunque más no sea por el simple respeto hacia uno de los grandes estadistas de Asia- impedir la apropiación de la marca Singapur al servicio de una agenda completamente diferente.

miércoles, 25 de marzo de 2015

                         DIPLOMACIA ESQUIZOFRÉNICA

                             
              




Según los entendidos, la palabra esquizofrenia viene del griego y significa: mente, entendimiento o razón escindida, dividida o rota. Un esquizofrénico padece entonces de una suerte de personalidad bifronte, de una disfunción en la que su pensamiento es confuso, indefinido, desdoblado y desordenado, sin olvidar que alucina y no percibe la realidad.
No siendo del gremio de los que escudriñan en las oscuridades del alma y los cerebros,, sin embargo, me puedo aventurar, osado como soy a veces, a decir que también en la política nos topamos con conductas que reúnen esas características.
Y es ése el comportamiento que uno puede observar en el gobierno funesto que padecemos los venezolanos, sobre todo, en días recientes y con ocasión de las sanciones que EEUU ha impuesto a un grupo de jerarcas chavistas, cuyo efecto, está claro, se circunscribe al territorio de ese país, y de ninguna manera, tiene aplicación extraterritorial, como algunos interesadamente o por ignorancia han querido hacer ver.
Esa conducta escindida e incongruente se hace notoria cuando vemos los vaivenes y volteretas, que han experimentado las declaraciones e iniciativas del gobierno de cara a aquellas sanciones personalizadas.
De lanzar sapos y culebras y espumarajos antiimperialistas por la boca se pasa sin solución de continuidad a una retórica de mansa ovejita que no ha quebrado un plato.
Un día insultan a Obama y al siguiente le dicen algo así como vamos a tomarnos un café mi negro ¿acaso no somos socios?
En la noche lo acusan de fraguar un golpe con la oligarquía pitiyanki y en la mañana le dicen que ha sido mal informado sobre Venezuela y le demandan que deje sin efecto las sanciones.
En la OEA, sin ningún rubor y con cara de perro, dicen la enorme mentira de que las cuentas bancarias de nuestra representación diplomática han sido cerradas y de seguidas hablan de diálogo y de hermandad entre nuestros pueblos.
Luego, paranoicos como son también, denuncian que EEUU está preparando una invasión, y que las sanciones son el paso previo para ello, y de pronto aparece una carta en el New York Times, en la que como casta paloma se derriten evocando a los founding fathers gringos que conspiraron con Miranda y reafirman que ambos países “históricamente hemos compartido relaciones comerciales en áreas estratégicas” y que Venezuela “ha sido un proveedor responsable y confiable de energía para el pueblo norteamericano”.
¡Ah mundo, quien los vio y ahora quien los ve! “Proveedor responsable”. ¡Cojan ese trompo en la uña!
¿En qué quedamos? ¿Es o no EEUU el imperio tiránico que quiere apoderarse de nuestro petróleo y hacerle la guerra al mundo entero (Delcy Eloina dixit)?  Por fin: ¿Somos marxistas o jeffersonianos?
Al mismo tiempo manifiestan que aman la paz, cuando todos sabemos que han armado a grupos de delincuentes llamados colectivos con le propósito de sembrar el terror entre los venezolanos.
Si EEUU es un imperio “hostil”, “intervencionista”, “guerrerista”, “unilateralista” y está preparando una invasión a nuestro país ¿qué esperamos para dejar de venderle petróleo a ese enemigo que está a las puertas de una incursión militar "en el suelo sagrado de la patria", como habría dicho El Cabito a comienzos del siglo pasado?
Si esto no es un desorden en el comportamiento, si no es una actuación incoherente, si esto no es esquizofrenia pura y dura, que baje Dios y lo diga.
Mientras tanto, la imagen del país sigue deslizándose por el despeñadero del desprestigio, cuyo responsable es una caterva de ignorantes, improvisados y corruptos que han hundido al país y una reputación bien ganada.

Emilio Nouel V.

emilio.nouel@gmail.com
@ENouelV

martes, 17 de marzo de 2015

CLINTON Y OBAMA, Y LA "AMENAZA INUSUAL Y EXTRAORDINARIA"


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Al evaluar en su justa medida la decisión adoptada por el ejecutivo de EEUU respecto de un grupo de funcionarios del gobierno venezolano, valdría la pena comparar el decreto de Obama con uno de Bill Clinton; sobre todo, porque las expresiones utilizadas han alarmado a muchos en el caso de nuestro país, hasta el punto de que las catalogan de exageraciones, lo cual prueba que no han leido bien el decreto.
Lo primero que hay que decir porque algunos parecen no comprenderlo, es que la sanción no va dirigida a Venezuela y sus ciudadanos, vistos en conjunto, sino que está referida a la situacion venezolana. Claro, el común, e incluso algunos no tan comunes, no captan este “pequeño” matiz y terminan creyendo o percibiendo que se trata de una sanción al país, y en ello los medios interesados y los que no lo están, los del país y lo del extranjero, contribuyen al error de percepción.
Lo cierto es que quedó en la opinión la impresión de que Venezuela fue sancionada por constituir una  amenaza a la seguridad de EEUU.
A los fines, repito, de valorar el asunto es útil recordar un acto de Bill Clinton en el que se echa mano de una similar expresión. 
El 21 de Octubre de 1995, él emitió una resolución (“executive order”), mediante  la cual bloqueaba activos y prohibía transacciones a traficantes de drogas colombianos muy importantes.
El sustento legal de tal medida fue la Ley de poderes económicos por emergencia internacional  (International Emergency Economic Powers Act de 1977).
En el decreto de Clinton se podía leer: “Yo, William J. Clinton, Presidente de los Estados Unidos de América, considerando que importantes traficantes extranjeros de drogas ubicados en Colombia, y que la enorme violencia, corrupción y daño que ellos causan a EEUU y en el exterior, constituyen una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional, la política exterior y la economía de EEUU, declaro una emergencia nacional para enfrentarla”.
Para aquel entonces no recuerdo que haya causado el revuelo que hoy causa en Venezuela y en la región, la expresión  amenaza inusual y extraordinaria”.  De lo que se trataba era de perseguir unos delincuentes, los traficantes de drogas, que han causado en Colombia y fuera de ella violencia, corrupción y daño. Nadie se rasgó las vestiduras al leer el texto en cuestión. Ningún presidente latinoamericano o político, colombiano o no, levantó su voz para decir que el narcotráfico guerrillero y terrorista no fuera una amenaza a la paz y la tranquilidad de Colombia o de EEUU. O que la medida fuera unilateral o violadora del principio de no injerencia en los asuntos internos de ese país.
El texto reciente que involucra a nuestro país es el siguiente: “Yo, Barack Obama, Presidente de los Estados Unidos, considerando que la situación en Venezuela, incluida la erosión de garantías de derechos humanos por parte del Gobierno de Venezuela, la persecución de opositores políticos, las restricciones a la libertad de prensa, el uso de la violencia y las violaciones a los derechos humanos, y los abusos como respuesta a las protestas, arrestos y detenciones arbitrarias, así como la exacerbada presencia de una significativa corrupción pública, constituyen una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de EEUU, declaro una emergencia nacional para enfrentarla”.
Obviamente, aunque parte de la fundamentación legal sea igual, la motivación es diferente. En nuestro caso, se trata de sanciones a violadores de los derechos humanos y corruptos (lavado de dinero de la corrupción y del narcotráfico) que, según el Congreso y el gobierno de Obama, estarían atentando contra la seguridad de EEUU. Este dispositivo legal sólo tiene ámbito de aplicación en el territorio estadounidense.
Y preguntamos: ¿No son los violadores de los derechos humanos también delincuentes como los narcotraficantes colombianos, según lo establecen los tratados internacionales sobre la materia? ¿O es que acaso el irrespeto a sagrados principios constitucionales, como la separación y autonomía de los poderes, el debido proceso, el no uso de la violencia contra manifestantes opositores, la prohibición de la tortura, no son hoy una realidad inescapable en nuestro país?
EEUU, como cualquier otro Estado, tiene todo el derecho soberano para perseguir dentro de su país a quienes considere delincuentes que atenten contra su seguridad pública o financiera.Tiene la potestad de impedir que fondos provenientes de actividades ilícitas ingresen a su sistema bancario o sean invertidos en su juridicción.
Ciertamente, la rotunda expresión usada en la ley norteamericana, a cualquier desprevenido o desconocedor del sistema legal de ese país, lo alarma. Particularmente, cuando se obvia un matiz tan importante como es el de que no se persigue a todo un país sino a unas personas que se considera incursos en delitos de lesa humanidad. Tampoco debe creerse que EEUU pretende invadir o hacer la guerra a Venezuela con la emisión del decreto en cuestión.
El texto transcrito de Clinton de 1995, es, mutatis mutandi, el mismo que el de Obama veinte años después.
Lo que pasa es aquel se refería a narcotraficantes y el de ahora a responsables de violaciones a los DDHH. Dos delitos tipificados en los ordenamientos jurídicos nacionales e internacionales.
Otra cosa es que EEUU no tenga el poder de dos décadas atrás, lo cual puede tener que ver con la reacción sobresaltada de ahora. O que quizás considerar al narcotráfico como amenaza a la seguridad de un país sea aceptado con mayor comprensión que la conculcación de los DDHH.
Lo cierto es que en Venezuela se están pisoteando estos derechos a diario, sin que la mayoría de los organismos internacionales que están llamados a velar por ellos y protegerlos haya movido un dedo. UNASUR es un  ejemplo.
Esta indiferencia me recuerda mucho la conducta de los países europeos que estaban viendo en su entorno las matanzas y la "limpieza étnica" que perpetraban en Bosnia y no hacían nada por frenarla. Y ya sabemos quién fue el que tuvo que poner fin a tal horror.   



EMILIO NOUEL V.
@ENouelV