LOS MILITARES Y LA
SUPERVIVENCIA DE LOS REGÍMENES AUTORITARIOS
Recientemente hemos visto una cierta
profusión de opiniones acerca del papel que están jugando los milicos en la
política venezolana.
En no pocos artículos y tertulias se trata
el tema, lo que denota una preocupación in crescendo acerca del futuro político
civil de nuestro país, habida cuenta del ilegítimo e inconveniente alto perfil
que representantes de la fuerza armada tienen en la burocracia estatal.
Este debate es pertinente, sobre todo, en
punto a la caracterización del régimen imperante.
Quienes nos oponemos a él estamos
obligados a definirlo en naturaleza y contornos a los fines de ser eficaces en
el combate que conduzca a su derrota definitiva.
Inicialmente, el gobierno de Chávez no
tuvo los rasgos en que hoy ha devenido el de Maduro. La militarización se
incrementó a partir de que la confrontación política se hizo más encrespada y
la crisis del país se agudizó. Se puede señalar como punto de inflexión los
sucesos de los años 2001-2002. La grave situación económica que empieza a inquietar
en estos inicios de 2014 reafirma esa deriva.
Hay indicios de que en el chavismo siempre
estuvo presente, larvado, el militarismo, y de alguna forma se expresó también
en la Constitución de 1999.
Pero lo cierto es que se puede decir que
en la actualidad estamos frente a un gobierno militar-cívico en desarrollo, con
probabilidad de profundizarse y consolidarse en el mediano plazo, a menos que
cambie esa orientación o el estado de cosas presente.
Hemos tenido la oportunidad de revisar con
algunos amigos trabajos que se han hecho acerca de regímenes políticos no
democráticos que han debido, para su supervivencia, recurrir en momentos de
crisis o reformas económicas profundas, a los milicos. (Ver: “Economic
reform and the military: China, Cuba and Syria in comparative perspective” de Frank O. Mora and Quintan Wiktorowicz)
A cada uno de esos países, con sus
peculiaridades históricas y políticas, y bajo distintas modalidades, no le ha
quedado otra que incorporar a los militares a la dirección de las actividades
económicas (“estrategias de supervivencia” las llama el estudio referido) para
asegurar su lealtad. Unos, desde las palancas del Estado, y otros, asumiendo la
producción, incluso, desde el campo privado, directamente o con testaferros,
valiéndose del tráfico de influencias.
En tales casos, las tensiones sociales o entre
los sectores civiles y militares, han sido resueltas de diferentes maneras,
siempre los militares garantizando la gobernabilidad, estabilidad y permanencia
de régimen.
Las mencionadas experiencias son de gran
utilidad para analizar lo que ocurre en nuestro país.
Para nuestro amigo Elie Habalian, en
Venezuela se estaría dando una combinación de lo que ha sucedido en Siria y
Cuba, guardando, por supuesto, el nuestro, unos rasgos específicos (país
petrolero, entre otros), producto de su propia historia y circunstancias.
Una conclusión inquietante en los casos
mencionados es que la “jugada” de incorporar a los milicos a las “tareas”
económicas ha permitido la prolongación de los regímenes tiránicos de aquellas
naciones, lo cual hace pensar en las dificultades mayores para salir de ellos,
de tener lugar su consolidación.
La oposición venezolana debería abordar
este tema de manera seria y profunda. Ir más allá de los análisis que se
detienen en lo anecdótico o superficial, en los rumores sobre las distintas
fracciones militares enfrentadas en el seno de la institución armada, o los
chismes sobre supuestos encontronazos entre militares cubanos y venezolanos en
Fuerte Tiuna.
No sería ocioso, a mi juicio, determinar
en qué medida Chávez traía en su cabeza un proyecto militarista que ejecutó,
inicialmente, a la chita callando, o si fue algo sobrevenido, presionado por
las circunstancias, o si “compró” el modelo a los Castro en el camino.
Allí estarían algunas claves de lo que presenciamos hoy: la toma de las
instituciones civiles por militares activos y de lo que esto puede significar
en el futuro próximo.
Abrir ese intercambio de ideas podría ayudarnos
a la estrategia política opositora, requerida de ajustes, entre ellos, el que
pongamos en práctica hacia la institución militar, desnaturalizada en los
últimos años.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
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