PERO ...¿QUÈ HICISTE DOMINIQUE?
El escándalo en que se ve envuelto eventualmente un personaje famoso siempre es noticia. Unos más que otros tienen repercusión social, el impacto dependerá del lugar que ocupen, de la naturaleza de la actividad que realicen, de la amplitud de su exposición pública, de si es nacional o internacional. No es lo mismo, por ejemplo, el caso de un artista de la farándula, que el de un sacerdote, un rector de universidad, un político de alto perfil o el de uno de esos que llaman líderes mundiales.
Escándalos como el de la Lewinsky con Clinton, o más viejos, pero no tan publicitados, como el John Kennedy con la Monroe, siempre los ha habido. A los latinoamericanos, tampoco nos han faltado escándalos de políticos, pasionales o delitos de corrupción.
Y el asunto se vuelve aún más grave si el involucrado es un figura de relieve que dirige una de las instituciones más importantes de la economía planetaria, sobre la cual recaen responsabilidades gordas en estos tiempos de crisis financieras aun no conjuradas.
Es el caso de Dominique Strauss-Kahn, director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, acusado hoy de intento de violación y otros delitos por una camarera de hotel de la ciudad de New York.
Es un asunto que resulta difícil de no comentar, sobre todo por quienes dedicamos parte de nuestro tiempo a observar los acontecimientos que ocurren allende las fronteras de nuestro rincón patrio.
Aparte del asunto del supuesto delito cometido y las circunstancias que lo rodearon y de las lamentables consecuencias personales, el affaire tiene implicaciones que trascienden el hecho en sí; son golpes que reciben las instituciones, que deterioran el prestigio de ellas y rebajan su credibilidad, todo lo cual va en desmedro de las cruciales funciones que cumplen.
Straus Kahn ha estado al frente de un organismo al que le corresponde actualmente, entre otras menudencias, y en cooperación con otras instituciones internacionales y gobiernos, contribuir con el alivio o solución de la crisis financiera que ha sacudido a varios países europeos.
El FMI, como se sabe, ha sido muy cuestionado siempre por sus políticas y rigurosas “imposiciones” a países que han recurrido a él para obtener fondos en momentos difíciles de problemas de balanza de pagos o apremios en el pago de deudas. A pesar de haber sido creado por los gobiernos, quienes son sus accionistas, al fin de cuenta es un banco, y es lógico que exija a los deudores que se sometan a condiciones que garanticen la recuperación del préstamo otorgado. No obstante, ha sido demonizado por tirios y troyanos, aunque es justo reconocer que a veces las disciplinas requeridas a algunos países fueron muy gravosas, por no calibrar situaciones particulares y diferenciadas. Es justo también registrar que aquellas han sido flexibilizadas en los últimos años.
De allí que quienes dirigen este tipo de instituciones susceptibles de ser blanco de críticas, deban mostrar una conducta moral intachable, so pena de que al no cumplir con este requisito, la organización como un todo y su función social se vean afectadas negativamente. Y ya sabemos la papa caliente que tiene en las manos el FMI en estos días.
Debo confesar que el señor Strauss-Kahn siempre me pareció carismático y sentí simpatía por sus posiciones moderadas y racionales en un partido que en los últimos tiempos ha marchado sin brújula, atrapado en un torbellino de fuerzas enfrentadas, en donde un ala radical liderada por Segolene Royal, lo ha desconectado de las mayorías populares.
Strauss-Kahn transmitía la imagen de estadista serio. Las políticas que adelantó no sólo como Ministro en su país natal, sino también las que defendió y ejecutó en la responsabilidad de la que acaba de ser defenestrado, fueron acertadas. Aquel era un fuerte aval para competir en las próximas elecciones, pero esta posibilidad se le fue de las manos.
Con este lamentable episodio, se perjudica Francia, quien pierde un puesto importante de la institucionalidad internacional. Pierde su partido político, el socialista; ya no será candidato presidencial con posibilidades ciertas de triunfo.
Y sin duda, con estos casos escabrosos pierden también la política y los políticos.
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