Uno
no deja de celebrar las metidas de pata de los tiranos venezolanos, sobre todo por
aquella sabia recomendación que atribuyen a Bonaparte: “Nunca interrumpas a tu
enemigo cuando está cometiendo un error”.
Así, cada vez que la tiranía comete una torpeza
política de cara al escenario internacional, que han sido muchas y reiteradas durante
estos últimos 20 años, lo conveniente es dejarlo que la profundice y repita.
Su aislamiento en ese ámbito, en la actualidad,
tiene mucho que ver con su ignorancia de cómo se manejan los asuntos
diplomáticos en general y particularmente en el mundo de hoy; la improvisación
y la chapuza han sido las características sobresalientes de su actuación
exterior. Por supuesto, su casi total ostracismo también se debe a una
ejecutoria autoritaria violadora de los derechos humanos y al atropello al
Estado de Derecho, principios éstos muy caros para las democracias del mundo.
Las gaffes
de Hugo Chávez son proverbiales, aunque se las perdonaban, las toreaban o se
reían de ellas en privado, porque iba por el mundo con la bolsa repleta de
dólares, cual nuevo rico botarate. Aun entonces no se conocía el desastre
institucional y económico que estaba generando en su país, que nos conduciría
al desbarajuste que vivimos hoy.
El tirano Maduro, en la semana que corre,
expulsó a la embajadora de la Unión Europea, dándole 72 horas para que abandone
el territorio. Con un discurso destemplado e insultante, aderezado con las
consabidas mentiras de siempre, afrentó a la representante de 28 países.
No es difícil saber la razón que llevó a Maduro
a reaccionar como lo hizo, de manera apresurada e inconsciente, sin medir las
consecuencias aún más graves que eso le traería.
Nuevas sanciones habían sido acordadas por la
UE contra personeros del régimen, incluidos los integrantes de la llamada
“Operación Alacrán”, diputados traidores que hasta hace poco formaban parte de
la oposición.
El proceso de asfixia progresiva del régimen
seguía su curso, cuyo propósito ha sido claro: que se avenga a una negociación
seria sobre un camino cierto y definitivo de salida de la crisis.
Las sanciones son una presión más en tal
sentido. El cierre de una vía electoral creíble mediante el nombramiento de un
CNE al gusto del régimen y violando la Constitución y la ley, llevó a ese
bloque de países a adoptarlas.
No habían pasado las 72 horas que le habían
fijado a la embajadora europea para que abandonara el país, cuando la tiranía
salió a “pedir cacao” y a echar para atrás la decisión.
El tirano tuvo que meterse la lengua en salva
sea la parte. De seguro quienes lo representan en Europa lo conminaron a
hacerlo. Los próceres Lucas Rincón, Jessie Chacón y otros no iban a renunciar a
sus muy cómodas vidas en la vieja Europa.
Pero, sobre todo, la reculada se debe a los palos internacionales
contundentes que le han propinado al régimen esta semana. El oro del país que
está en Londres no lo tendrán para dilapidarlo y robarlo. La señora Bachelet,
desde las Naciones Unidas, reitera su condena de las violaciones a los derechos
humanos en Venezuela y rechaza la designación inconstitucional del CNE. Un
nuevo país europeo se suma al reconocimiento de Juan Guaidó: Eslovaquia. El
delincuente Saab, socio de los tiranos, va camino a juicio en EEUU.
Sin duda, en este episodio con los europeos, se
ha demostrado que la tiranía está cada vez más aislada y asfixiada, y que sus
días están contados. Que sigan metiendo la pata.
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