En todos estos años de su mandato estuvo siempre gravitando en el ambiente la posibilidad de un impeachment
contra el presidente Trump. Recordemos el oscuro caso de la intromisión
de los rusos en las elecciones norteamericanas que él ganó.
Sin embargo, él pudo sortear esos
intentos, al no haber, para los que hacían las valoraciones de las
evidencias presentadas, suficiente sustento y apoyo en el parlamento
estadounidense, que impulsara la concreción de tal juicio político.
Por otro lado, Trump se mantenía en
lo más alto de su popularidad, lo cual lo hacía hasta cierto punto,
“inmune” a una decisión de esa naturaleza.
Pero hoy pareciera que ha tomado
fuerza de nuevo ese planteamiento, sobre todo, a raíz de conocerse unos
hechos considerados no compatibles con la dignidad del cargo de
presidente.
Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara
de representantes de EE.UU, ha abierto una investigación previa
necesaria para determinar si se destituye o no a Trump con base en
aquella opinón.
Lo que desencadenó esta medida es la
divulgación de una conversación telefónica de Trump con el presidente
ucraniano, V. Zelenski, en la que aquel solicitaba se investigara al
hijo de Joe Biden, todo con el propósito de perjudicar la campaña de
éste precandidato demócrata.
Quedó claro que Trump hace tal
pedimento a Zelenski, como un “favor”, y veladamente, le asoma una
suerte de “retribución” para ese país.
El señor Trump no ha hecho más que
sorprendernos todos estos años con su particular manera de gobernar,
desplantes, sus idas y venidas, y sobre todo, su conducta en el ámbito
internacional.
En esta área, por cierto, el analista Hal Brands, en Foreign Affairs, ha resumido muy bien, a mi juicio, la performance trumpiana: temerarias acciones, malos acuerdos y peligrosas provocaciones.
A lo interior de EEUU, esos rasgos se ven igualmente reflejados ante diversas situaciones.
Para los demócratas, la conversación
de Trump con Zelenski constituye un acto de traición, una utilización
del poder, no para la seguridad de EE.UU sino para dañar a Biden y
apuntalar su propia elección; para los republicanos, no habría
concretado ninguna recompensa por parte del presidente norteamericano.
De todos modos, los legisladores que
pudieron examinar la denuncia sobre tales hechos, la califican de muy
perturbadora y bastante creíble.
Biden, por su parte, dice: “Es
una tragedia para este país que nuestro presidente ponga la política
personal por encima de su juramento sagrado. Ha puesto sus propios
intereses políticos sobre nuestro interés de seguridad nacional (…) Es
una afrenta para todos los estadounidenses y los valores fundacionales
de nuestro país. Este no es un problema republicano o un problema
demócrata”.
Lo más probable es que todo este
grave embrollo no lleve a la defenestración de Trump. Este tiene una
mayoría en el senado que la impediría.
No obstante, puede hacer mella en el apoyo que pueda tener en las venideras elecciones presidenciales.
A pesar de los pesares, los
venezolanos debemos reconocer la solidaridad mostrada por el gobierno de
Trump en la lucha contra la tiranía chavista. Su apoyo a los partidos y
dirigentes democráticos perseguidos ha sido manifiesto.
De allí que también los venezolanos
tengamos que ver con mucha atención el desarrollo de los acontecimientos
políticos al interior de EE.UU, particularmente, los hechos que hemos
comentado, aunque la política norteamericana respecto de la situación
venezolana es compartida por demócratas y republicanos de manera
conjunta.