viernes, 6 de abril de 2018

EE.UU  VS CHINA: UNA GUERRA COMERCIAL QUE APENAS COMIENZA


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Colocarse por encima de las terribles cosas que nos tienen amargados en nuestro país y voltear la mirada hacia otros asuntos de envergadura global e importantes, quizás sea lo más conveniente a veces a los fines de preservar hasta cierto punto la salud mental y física personal. 
Olvidémonos, entonces, por un rato de la hiperinflación que nos agobia, la inseguridad que nos mata, del gobierno que destruye el país y de la lamentable división de la oposición democrática, y comentemos la nueva guerra comercial internacional que ha desatado la ignorancia y/o el desquiciamiento de un mandatario, que para mayor gravedad, está al frente de la potencia más grande del planeta.
Por ahora, la tensión mayor es la que protagonizan EEUU y China, las economías más grandes. Pero la proyección de esa confrontación tiene alcances universales.
Las negativas consecuencias para todos no se harán esperar, incluso para el país desde donde se desencadena esta guerra. Desde el año pasado el Peterson Institute viene advirtiendo de los efectos negativos que lo prometido en campana electoral tendría en la economía norteamericana y en la global.
Recientemente, el economista canadiense Pierre Lemieux decía que resulta una ironía que quienes eligieron a Trump serán las primeras víctimas del nuevo proteccionismo estadounidense. Y lleva razón, sin duda.
La ceguera de este presidente en materia económica turba a cualquiera. Pero no es solo eso. También es el caos que ha creado al interior de la Administración de la Casa Blanca, y, además, la conducta errática que ha tenido frente a temas puntuales de las relaciones internacionales de ese gran país.  
Los consolidados contrapesos de que dispone la institucionalidad norteamericana, hasta ahora no han sido del todo efectivos ante los disparates del señor Trump. Está avanzando en lo que prometió en su campaña electoral a pesar de que incluso algunos creían que era mera retórica para ganar votos.
Pero volviendo a lo comercial, las repercusiones reales son aun difíciles de estimar. Recientemente el gobierno de EEUU publico una lista de 1300 productos chinos a los que pondrían tarifas arancelarias de 25%, lo cual representaría 46 mil millones de dólares. Un día después el de China respondió estableciendo su propia lista que cubriría 106 categorías de productos, por un valor de 50 mil millones de dólares.  
Aunque inicialmente tal situación impacto los mercados, muy pronto se recuperaron según el índice S&P.
Algunos analistas han señalado que al ser este un año electoral, Trump quiere demostrar a sus simpatizantes que sigue manteniendo sus promesas en relación con el comercio exterior.
Las medidas sobre el acero y el aluminio han sido rechazadas por empresas norteamericanas. La exclusión de la Unión Europea, México, Canadá y Corea del Sur de las medidas arancelarias adoptadas dice mucho también de las conveniencias geopolíticas.
El comentarista Ian Bremmer  ha asomado que detrás de las medidas contra China  está el acercamiento a Taiwan, lo cual sería un viraje respecto de la política de “una sola China”.  Funcionarios chinos ven esta acción de EE.UU como un intento de restar influencia a China.
Queda aún por verse como terminara este forcejeo que pareciera conducirá en algún momento a una negociación. Ambos países se necesitan mutuamente. Sus vínculos comerciales son intensos y amplios. EE.UU necesita acceso al mercado chino, y China al estadounidense. En el medio están los  mercados automotriz, de acero, aluminio, carne de puerco,  jugo de naranja, soya y tecnología, en los que ambos países tienen interés muy importantes.
Son miles de millones de dólares que están en juego y sectores económicos tanto en Norteamérica como en China dependen de su dinámica.  Estados como Wisconsin y Iowa, cuyo electorado quiere mantener Trump a su lado se verán afectados por la deriva de esta guerra comercial.
Por lo pronto, el mundo estará atento a lo que ocurra a esta “guerra” que apenas comienza.

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