La presión y el repudio exterior
sobre la tiranía venezolana se mantiene y amplia.
Las sanciones financieras a
personeros del gobierno chavista siguen produciéndose.
El cerco aprieta más y más. La
Comunidad internacional, los países democráticos que la conforman, no cesan en
su empeño de provocar un cambio político que ponga fin a una crisis inaudita,
que genera problemas a países vecinos, como fue múltiples veces advertido por
los analistas.
La maniobra del gobierno de llamar a
elecciones fraudulentas en mayo pretendiendo con ello limpiarse el rostro
fascista ante el mundo, y buscar reconocimiento que lo legitime, no le dará
resultado, a pesar de la participación en ella de algunos que han decidido
acompañar acríticamente la política del gobierno y bailar el son electoral que
aquel ejecuta, no obstante que las condiciones son aún peores que las
anteriores elecciones y hay una evidente voluntad de no entregar el poder.
Primero fue EE.UU, luego Mercosur, la
Unión Europea y Canadá, ahora es Suiza, el estado de Florida y Panamá los que
imponen sanciones. Las razones en cada caso son similares. Violaciones a los Derechos
Humanos, deterioro del Estado de Derecho, corrupción, blanqueo de dinero y
narcotráfico.
Ante estas graves medidas el gobierno
se muestra desafiante tratando de minimizar los efectos, cuando en el fondo
anda en extremo mortificado y asfixiado, buscando de donde asirse para
sobrevivir financieramente. A lo sumo, lanza un manido discurso, las
mentiras de siempre, las aburridas acusaciones que a nadie convencen.
Estas sanciones, en definitiva, son
presiones que han ido escalando con un propósito claro. Es la parte de la
llamada “tenaza” externa que se cierne sobre los tiranos que destruyen a
Venezuela para que se avengan a una solución negociada.
Pero la tenaza no será eficaz si la
presión interna no aprieta también. Esta
debe ejercerla la sociedad civil organizada, los partidos, gremios, las
iglesias, sectores empresariales, sindicatos, la institución militar, en fin,
los venezolanos que mayoritariamente desean con urgencia un cambio de gobierno,
una recuperación de la democracia y las libertades.
La presión externa e interna a la vez
debe provocar, obligar, al gobierno a aceptar una salida preferiblemente
electoral, con todas las garantías necesarias. Es la única forma pacífica y
deseable de lograrlo.
La movilización en todos los espacios
públicos se impone. La inacción, la pasividad, no es la actitud.
Queremos votar, si, pero no en los
términos electorales en que el gobierno ha diseñado el proceso, volviéndolo más
ventajoso para él, y cuyo resultado no es nada difícil prever, por más que el
voluntarismo ciego de algunos quiera negarlo, basados en encuestas que
supuestamente adelantarían resultados ineluctables, pero desdeñando las
triquiñuelas ventajistas del gobierno, la débil organización, millones votos
emigrados, entre otras grandes carencias y obstáculos, que la lamentable
desunión de la oposición trae consigo.
El voto, siendo el arma por
excelencia de los demócratas, en las actuales circunstancias se ha vuelto
inservible. No es, por tanto, la única opción política. Simplemente porque el
voto no es un dogma para todo tiempo y lugar, desdeñando el hecho muy probable en
Venezuela de que el voto no se refleje en el conteo final, y sobre todo, si no
se tiene un aparato organizativo en Unidad para defenderlo y demostrar
eventualmente una trampa.
Es posible adelantar con convicción y
determinación una política alternativa, que definamos y ejecutemos en una
amplia Unidad. Una política coherente, no dictada por la desesperación, que ponga en sintonía la presión nacional y la
internacional. Que goce, obviamente, de un vasto apoyo exterior. Que sea
impulsada sin dilación por todas las fuerzas sociales organizadas activamente.
EMILIO NOUEL V.