En estos días puse particular atención a lo declarado por el
secretario general del sindicato petrolero de Paraguaná, Iván Freites,
la cual pone los pelos de punta a cualquiera que la haya oído.
El general ignorante que ahora “gerencia” PDVSA ordeno que pusieran
en funcionamiento –“arrancaran”- las plantas de aquel complejo
refinador, que, según el declarante, tienen daños serios en sus
estructuras, tuberías y algunas están en reparación, todo sin cumplir
con los protocolos y normas de seguridad, exponiendo a los trabajadores,
a la empresa y la población circundante a correr riesgos físicos que
podrían ser irreparables.
Agregaba el sindicalista, que el milico en cuestión tenía previsto
incorporar manu militari a cientos de miembros de la milicia
-improvisados e inexpertos en la materia, por supuesto- para que, a como
diera lugar, esas plantas entraran en operación.
De ser cierto lo que denuncia Freites, y no me extrañaría para nada
que lo fuera, estamos ante una demostración más de la conducta nociva,
irresponsable y destructora que caracteriza a los que nos gobiernan.
El notorio estado lamentable del país, de su economía e
instituciones, del nivel de vida de los ciudadanos y del entorno moral,
es consecuencia directa de un modo de gobernar, si así puede llamarse
este, que es expresión no solo del desconocimiento de lo que tal
actividad compleja comporta, es también el resultado lógico de una
ideología demencial, lindante con la barbarie.
Muchos acusan al gobierno de comunista, y cuando veo cosas como la
mencionada al comienzo de estas líneas y los otros cientos de
desaguisados perpetrados durante casi 20 años, no puedo estar más en
desacuerdo con tal caracterización. Esto que padecemos en Venezuela no
es comunismo, es algo peor aún.
Porque a pesar de que el comunismo es una funesta ideología,
totalitaria y fracasada, la experiencia nos indica que en él había, al
menos, un orden, un mínimo de sentido común que lo hacía funcionar para
los fines, por supuesto, que conocemos.
Pero lo que vemos en este país es otra cosa. No hay orden, ni
preparación técnica, ni plan que se ejecute bien; ni siquiera las
locuras que se les ocurren son ejecutadas medianamente (el estado
comunal, el trueque, el sucre, etc) . Todo es un caos, una chapuza, una
reiteración de errores, en los que la barbarie más primitiva e iletrada
se ha impuesto al interior de la Administración pública, para
descoyuntarla y/o demolerla, sin levantar otra que la sustituya.
Más allá de su ideología, en la antigua Unión Soviética nunca se les
hubiera ocurrido nombrar, para dirigir el programa espacial, a un
ignorante en la materia.
En la Venezuela revolucionaria, nos damos el lujo de colocar al
frente de cruciales funciones administrativas, como la educación, la
salud, el transporte o la industria petrolera, a personas cuyas
credenciales son las de estar intoxicadas de una doctrina desquiciada,
sin valores éticos ni experiencia.
El gobierno se caracteriza por poner a redomados incompetentes o
simplemente a chafarotes iletrados, que solo han generado la debacle
social más grande que se haya podido conocer en nuestra nación.
No otra cosa podemos esperar de este gobierno de los peores, de los
mediocres, cuyos méritos son o los de pertenecer al partido de gobierno o
a una de las mafias que lo dirigen.
Hambre, destrucción y caos social es lo único que exhiben. Sin el
chorro petrolero, no se hubieran mantenido en el poder por tanto tiempo,
porque el desbarajuste quizás se habría adelantado. Y quien quita que
ya se habrían marchado estos atilas, para bien de los venezolanos.
Con ellos no puede haber futuro. Solo un viraje hacia otro modelo
político y económico puede hacer recuperar la esperanza en una Venezuela
prospera.
emilio.nouel@gmail.com
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