Sin duda, lo que acontece en nuestro país es motivo de alta
preocupación para el entorno cercano y
más allá. No solo se interesan los
gobiernos, también las instituciones internacionales y hemisféricas, sobre el
destino inmediato de nuestro país.
Las repercusiones del desastre venezolano ya se están
sintiendo en otras sociedades. Y las perspectivas a corto y/o mediano plazo, de
seguir agravándose la crisis, no son muy
halagüeñas. Brasil, Colombia y algunas islas cercanas empiezan a ver como
posible una inmigración eventual de venezolanos aventados por nuestra situación.
Ya se cumplen 18 años de un gobierno que perturbado las
relaciones de Venezuela con el mundo. De una política exterior de Estado se ha
pasado a un activismo internacional al servicio de una ideología que ha
arremetido contra la institucionalidad
establecida y los valores del mundo occidental.
Una acentuación de la ingobernabilidad política y de la
crisis humanitaria en Venezuela podría
tener efectos indeseables en naciones aledañas; de allí que los
observadores del entorno, estén mirando con mucha atención el desarrollo de los
eventos, no vaya a ser que les tome de sorpresa hechos inesperados, sin
disponer de planes contingentes que amortigüen sus efectos.
Como consecuencia de tales inquietudes, recientemente, en
Bogotá, tuvo lugar un evento organizado por la prestigiosa Escuela de Gobierno
Alberto Lleras Camargo (Universidad de Los Andes), con el propósito de debatir
las consecuencias que el chavismo ha tenido en las relaciones
colombo-venezolanas y las perspectivas futuras.
No son pocas y de menor monta las secuelas negativas que el
desgobierno chavista ha traído para aquellas, y a ese asunto dedicamos algunas
horas en el país hermano.
Quienes asistimos no podemos menos que sentirnos muy
agradecidos por el interés manifestado por los organizadores respecto del
destino de nuestra Nación, en la hora tan aciaga que vivimos.
Más allá del análisis de las repercusiones políticas,
económica, sociales o migratorias que pueda comportar para Colombia la deriva
de la situación venezolana, recibimos muestras muy sentidas de solidaridad
hacia los sectores políticos y sociales que están librando una dura lucha por
recuperar la democracia y las libertades, hoy pisoteadas por un gobierno
tiránico y destructor.
Desde nuestro punto de vista, como lo recalcó el embajador
Leandro Area en su intervención, todo lo que suceda en Colombia, no es un
problema de política exterior, sino interno. Así como, quizás, para muchos
colombianos, lo venezolano también sea visto desde la misma perspectiva.
En el mundo de hoy, el de la interdependencia global, entre
las políticas nacionales y las internacionales el deslinde se ha ido borrando
desde hace mucho tiempo. La porosidad entre los países cercanos o no, se ha ido
ampliando y los vasos comunicantes de variopinta naturaleza entre las
sociedades convierten los problemas en asuntos comunes. Por supuesto, también
sus remedios e implementación.
Pero esta dinámica “interior” se da, sobre todo y
principalmente, entre países fronterizos, como es el caso que nos ocupa.
Venezuela y Colombia han estado y estarán una al lado de la
otra por los siglos de los siglos.
Sus tribulaciones son similares a las nuestros y algunas nos
envuelven a ambos. Lazos políticos, económicos, culturales y familiares nos
reúnen, para lo bueno y lo no tan bueno.
Desencuentros no han faltado. No obstante, las relaciones se
han llevado con un espíritu amistoso, cooperativo y en la búsqueda de
beneficios mutuos. En lo comercial, llegamos a convertirnos en la frontera más
dinámica de la región. El intercambio mercantil, bajo el paraguas integrador de
la Comunidad Andina, llegó a alcanzar a más de 7.000 millones de dólares en el
año 2008, cifra ésta que se logró a partir de un ascenso progresivo desde
varias décadas atrás. Hoy, lamentablemente, un relacionamiento que se cultivó
todo ese tiempo se ha descalabrado por causa de un gobierno, el venezolano, que
ha hecho lo indecible para destruirlo. El año 2017, el comercio apenas sumó
alrededor de de 700 millones de dólares, y esta caída es tan brutal como
injustificada.
Los que participamos en el evento de Bogotá: Leandro Area, Oscar
Hernandez Bernalette y quien escribe estas líneas, reiteramos a quienes de
manera deferente fueron a vernos y oírnos, que en Venezuela los demócratas
valoramos los lazos que nos han unido e integrado con Colombia por muchos años.
Dejamos claro que un gobierno distinto
al que padecemos en el presente, retomará una senda que nunca se debió torcer:
la de la estrecha asociación sinérgica y el provecho social compartido. Solo
así, estamos convencidos, ambas sociedades podrán dar de sí los frutos que sus
ciudadanos esperan no solo de sus gobernantes.
Desde nuestro país hundido en una calamitosa crisis, celebramos,
no obstante, que la Escuela de gobierno Alberto Lleras Camargo, dirigida por el
doctor Eduardo Pizano, se coloque en la tesitura de ventilar los asuntos que atañen
a ambos naciones, y ojalá estos encuentros, aquí y allá, se mantengan
permanentemente, animados de un espíritu amplio, sincero, solidario, democrático
e integrador.
EMILIO NOUEL V.
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