MADURO: A CONFESION DE
PARTE…….
Hoy, para la mayoría apabullante de los venezolanos, no solamente el que encabeza Maduro es un gobierno fatídico y siniestro, es también una tiranía militar plagada de corrupción que no tiene empacho alguno para utilizar la violencia contra quienes se le oponen.
Solo los desinformados, ingenuos y gente sencilla se comen el
cuento de que es amante de la paz, como lo pregona por todos los medios su
aparato de propaganda goebbelsiano.
Mucha agua tuvo correr para que el mundo se percatara de la
naturaleza autoritaria del chavismo. Y hasta la chavista Fiscal General ha declarado que hay
rompimiento de la constitucionalidad y se ha instaurado un terrorismo de
Estado en Venezuela.
Y sin embargo, hay algunos, dentro y fuera del país, que
todavía no alcanzan a identificar tal esencia tiránica. No disponen aún de la
prueba concluyente de que estamos frente a un régimen político que es la
negación de la democracia y las libertades.
Obviamente, no aludo a los que por ceguera ideológica, como
diría Octavio Paz, no ven las atrocidades que comete el gobierno de Maduro, sus
violaciones notorias a los derechos humanos. Tampoco a los que viéndolas,
perversamente, las consideran como acciones “necesarias”, “daños colaterales”,
que tienen lugar en todo proceso revolucionario que se precie de tal. Es el
precio que habría que pagar, según ellos, para construir un cielo socialista en
la Tierra en el que todos presuntamente seremos felices.
Para los que mantienen dudas de cara a la condición despótica
del gobierno militarista chavista y creen en su discurso supuestamente
pacifista, esta semana debiera haber despejado las incógnitas de manera
definitiva.
Su desprecio por la democracia se patentiza en la declaración
que hizo a viva voz en un acto público
el señor Maduro: “Lo que no se pudo con los votos lo haríamos con
las armas” (27 de junio de 2017). O lo que es lo mismo, que le tiene sin
cuidado que los rechace el pueblo abrumadoramente, que le importa un bledo que
en su mayoría vote contra él y su partido; de todos modos, igual tomarían el
poder a la fuerza, echando mano de las armas, poniendo de lado su voceado talante
pacífico, su mensaje de amor, llevándose por medio las instituciones
democráticas y pisoteando la Constitución.
Imagino cómo habrá caído entre los demócratas del mundo ese
arrebato de sinceridad del sátrapa Maduro. ¿Hacen faltan más pruebas de que es una
tiranía la impuesta en Venezuela?
A los que persisten en dar algún crédito al gobierno
chavista, les recuerdo que hasta ahora han demostrado que allí no hay palabra,
ni honor, ni escrúpulos, ni dignidad. Ni siquiera una pizca de conciencia o
vergüenza democrática. Pues si no fuera así, ya debieron haberse ido y dejado
que el país se encamine por otros derroteros.
Queda claro que el pueblo venezolano enfrenta una situación
política inédita, muy compleja y de difícil solución. Lo que experimentamos
amargamente se sale de los parámetros conocidos.
Y está igualmente claro que el gobierno militarista que encabezan
Maduro, Cabello y unos militares indignos del uniforme que portan, es todo lo
contrario a un régimen que respeta las libertades fundamentales, acorde con los
tiempos actuales.
Mientras en Colombia, los facinerosos de muchas décadas dan
un adiós a las armas, los de nuestro país anuncian inconsciente y criminalmente recurrir a ellas.
Sobre los que en mala hora llegaron a las alturas del poder
en Venezuela, pesará la responsabilidad de una eventual guerra fratricida, que
deseamos no se produzca nunca. Y recuérdese que violentos los hay en todos los
bandos, solo se requiere estimularlos un poco para que se encienda la chispa.
Aun están a tiempo los del gobierno de irse o tratar de convenir en una
negociación que evite un baño de sangre. Los asesinatos de 80 jóvenes y la ola anárquica de saqueos son solo el asomo sombrío de una violencia que puede convertirse en imparable,
y que todos lamentaríamos.
La comunidad internacional tiene mucho que contribuir a que
lo peor no llegue a Venezuela. Debería reforzar la presión sobre un gobierno
cuya naturaleza antidemocrática es admitida por él mismo. A pesar de las
circunstancias y de que pareciera que los caminos razonables pudieran estar
cerrados, no nos cansaremos de llamar a soluciones democráticas pacíficas. La
historia enseña que son las que nos salvarían del infierno.
EMILIO NOUEL V.