DONALD ¿NUESTRO
“SON OF A BITCH”?
“He may be a son of a bitch, but he's our son of a bitch."
La frase del
epígrafe se ha atribuido a varios funcionarios norteamericanos, aunque algunos
afirman que el autor es el presidente F. D. Roosevelt y en su momento se
refería al dictador nicaragüense Anastasio Somoza.
No hubo quien no
criticara esa posición amoral de parte del gobierno yanqui respecto de
autócratas detestables latinoamericanos.
En todo caso, es
una expresión que cualquiera pudo haber proferido desde una posición política
determinada. Es una opinión desde el realismo político, y es también el
corolario de aquella otra conseja: ‘el enemigo de mi enemigo es mi amigo’,
por tanto, al que la utiliza le tendría sin cuidado que ese “amigo”
tenga principios morales o no, o se conduzca antidemocráticamente. Lo que
interesa es que golpee a nuestro adversario; después de todo, el fin justificará
los medios, y no importa con quien se haga migas o alianzas.
¿Por qué viene a
cuento la evocación?
Precisamente, porque
frente a Trump hay venezolanos que asumen la misma posición amoral que se ha
cuestionado a los norteamericanos. Parecieran decir: Trump es un hijo de p….,
pero es nuestro hijo de p…..
Del nuevo inquilino
de la Casa Blanca, no se ha dejado de hablar desde hace meses en el mundo, y
por mucha gente, no muy bien. Evidencias claras de autoritarismo, xenofobia,
misoginia y nepotismo, las hay, sin dejar de mencionar agresiones verbales y amenazas
a los medios. Hoy, son todos ellos términos asociados al inefable personaje.
He tenido la
oportunidad de intercambiar ideas acerca de lo que se puede espera en el mundo
de la presidencia del magnate, y en particular, del futuro de las relaciones
entre Venezuela y su gobierno.
Si a su estilo,
opiniones y actuaciones iniciales nos atenemos, es muy difícil no inquietarse.
No son pocos los motivos de preocupación que producen incertidumbre y recelo,
tanto en el ámbito interno norteamericano como en el internacional. De modo que
como presidente del país aún más importante del planeta, de su ejecutoria no
podemos sustraernos por más que lo queramos los demás mortales. Ciertamente,
EEUU no tiene el mismo poder de otras épocas, pero sigue siendo determinante.
Por otro lado, la
interdependencia global en todos los sentidos no nos permiten apartarnos de los
efectos de los fenómenos políticos o económicos que ocurran en cualquier rincón
del mundo. Países pequeños, medianos y grandes, tienen la capacidad de generar
reacciones en cadena insospechadas. Con mucha más razón EEUU.
Si nos centramos en
la crisis venezolana y las reacciones recientes de Trump respecto de nuestros
perseguidos y presos políticos, pareciera que las relaciones de éste con la
tiranía chavista no pintan bien, aunque habrá que esperar el desarrollo
venidero.
La relación
bilateral futura habrá que inscribirla en un entorno mayor que la trasciende. Y
allí salta Putin, con quien Trump se lleva bien o comparte algunas visiones.
Aun seguimos
creyendo que cualquier desaguisado de Trump puede ser contrarrestado por la
institucionalidad y los poderes de facto estadounidenses, incluidos sus
compañeros del Partido Republicano. Son las que llaman “las fuerzas sistémicas”, que podrían ponerle freno.
Pero no estamos
exentos de que pueda suceder algún estropicio.
Sandra Navidi, CEO
de una importante firma consultora en posicionamiento macroeconómico y
estratégico, decía hace pocos días (“De cómo la
Trumpocracia corrompe la democracia”, artículo en Project Syndicate) que muchos
indicadores parecen apuntar a un potencial take
over hostil sobre la democracia liberal, por parte de Trump y su equipo.
Para ella, la forma
más efectiva de destruir un sistema es creando, primero, un caos. Trump habría aplicado
en un mes varias shocks tácticos en ese sentido: paralizó y distrajo a los electores,
mientras antagoniza con aliados, provoca a los enemigos, y crea alianzas nuevas
con socios dudosos, yendo hasta crear una suerte de universo paralelo.
Navidi recuerda que
el jefe de estrategia de Trump, Steve Bannon, citó hace un tiempo a Julius
Evola, fascista italiano, quien argumentaba que cambiar el sistema no es
cuestión de impugnar o polemizar, sino de hacer explotar todo.
Para esta asesora
lo que pudiera venir ahora, de no pararle los pies, es un desmantelamiento de
los fundamentos institucionales de la democracia por parte de Trump.
Pudiera sonar
exagerado lo de Navidi, y ojalá sus temores sean infundados. Sin embargo, no
queda otra que andar prevenidos.
En un personaje que
no tiene empacho en decir que está de acuerdo con la tortura de detenidos, que
amenaza a empresas con subir los aranceles de importación si no dejan de
invertir en otros países o que afirma que los medios son enemigos del pueblo
porque lo critican, resulta cuesta arriba confiar.
Dejar de decir
estas cosas porque supuestamente Trump es enemigo de mi adversario o porque el
perjuicio que podría causar a otros países no me incumbiría, es asumir
claramente una conducta amoral, sin visión estratégica.
Que no se quejen después
los que solo ven desde el “realismo” político sus propios intereses, aquellos
que hoy repiten el denostado “He’s our
son of a bitch”, cuando en el futuro nos llegue la factura de la
insolidaridad o de la incongruencia.
EMILIO NOUEL V.