¿SÓLO EN AMÉRICA LATINA
DECLINA EL RESPALDO A LA DEMOCRACIA?
Latinobarómetro señala en días recientes que el
respaldo a la democracia en Latinoamérica ha bajado en los últimos años.
Tomando como referencia el año 2010, ha aumentado la
indiferencia respecto del sistema político, alcanzando un 23% y se mantiene
estable el nivel de preferencia por el autoritarismo (16-17 %). La adhesión a
la democracia es de 54%, cuando aquel año fue de 61%.
No es raro que suceda eso. Las dificultades económicas y su
no solución, generan necesariamente un desencanto que repercute en el afecto de
los ciudadanos hacia el régimen político establecido. Se achaca a éste problemas que por lo general tienen causas
que se colocan más allá del sistema de gobierno.
Como se sabe, por su propia naturaleza, la democracia es
relativamente frágil en general. Su funcionamiento natural es complejo. Los
necesarios debates y las interminables negociaciones que tienen lugar en ella
entre las diferentes fuerzas políticas, le impiden soluciones expeditas que satisfagan a todos los intereses en
juego. Los consensos deben imponerse, y
para ello es menester el diálogo y los acuerdos, lo cual consume tiempo que la impaciencia del común no perdona.
Las dictaduras tienen entonces grandes ventajas frente a las
democracias. En ellas solo el autócrata decide, según su criterio personal, sin
tener que consultar con nadie o pidiendo opinión a muy pocos de su entourage político. No hay contrapesos
democráticos ni limitaciones legales. La palabra del dictador es santa palabra.
De allí que a los que los mecanismos democráticos les
parezcan engorrosos, molestos o ineficaces, por ser lentos y consensuados, más
les acomoden las prácticas expeditas de los gobiernos autoritarios.
Y de esta posición hay millones en Latinoamérica. No sólo
entre las élites, también en el pueblo llano. Obviamente, es un problema
cultural, de desarrollo político e institucional, que, a pesar de ciertos
avances, aún arrastramos en nuestra región.
Lo curioso es que este fenómeno de retroceso de apoyo a la
democracia que registra Latinobarómetro en
América Latina, si volteamos la mirada hacia lo que está sucediendo en otros
países, encontramos síntomas de lo mismo, incluso en países desarrollados.
Y no es por aquello de que “mal de muchos consuelo de tontos”. Pero es lamentable el retroceso
tanto entre nosotros como en otras latitudes. Obviamente, hay matices,
intensidades y alcances diferentes en ese reflujo democrático en el mundo. Sin
embargo, es el sistema democrático y de libertades el que ‘paga el pato’ de las crisis económicas, de las guerras y sus
consecuencias, de la intolerancia religiosa, de la xenofobia y del racismo,
cuyas causas no devienen de aquel sistema.
En Venezuela, según Latinobarómetro,
la identificación con la democracia es la mayor en el estudio realizado (77%); quién
sabe si es porque estamos viviendo bajo una dictadura sui generis, pero
dictadura al fin. Tal noticia es alentadora, sin duda. No en vano la tuvimos, a
pesar de sus lunares, durante 40 años, antes de que llegara el populismo
autoritario y militarista. En nuestro ADN están inscritas la democracia y las
libertades, a pesar de los extravíos de los años recientes, producto
precisamente de los problemas económicos, de las disfuncionalidades del sistema
político y de su incapacidad para reformarse.
La democracia representativa, la vigencia plena del Estado de
Derecho y la garantía de los DDHH, son las claves para avanzar hacia estadios
superiores de desarrollo cultural, institucional y de bienestar social. No hay
sistema político perfecto, sin fallas. Sobre todo, la democracia no lo es. Atribuir
a ella exclusivamente los males económicos no es lo acertado, es apuntar al
blanco equivocado.
EMILIO NOUEL V.
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