martes, 7 de febrero de 2012


APOLOGÍA DEL GOLPISMO EN CARACAS

Emilio Nouel V.

Que no se quejen después los presidentes que vinieron a cohonestar con su presencia la celebración de un golpe militar. No quisiéramos verlos invocar la Carta Democrática Interamericana o cualquier otro instrumento internacional para que los rescaten de un berenjenal en que puedan verse envueltos. La incongruencia de esta conducta salta a la vista. Festejar un alzamiento militar inconstitucional es legitimar otros que eventualmente pueden darse en el futuro. Luego vendrán los lamentos y arrepentimientos, sobre todo en un  entorno regional en el que estas locuras nunca pueden darse por descartadas.
En estos días hemos sido testigos, propios y extraños, de un exabrupto político, algo insólito, puro realismo mágico tercermundista.

                                             


Varios presidentes electos democráticamente (exceptuemos al tirano Raúl Castro) han tenido la desvergüenza de unirse a una suerte de aquelarre festivo y obsceno, montado por un militar cuya ideología demencial lo lleva a la exaltación y apología de un hecho político detestable, que es además delictual y moralmente inválido. Para ello, no le han faltado celestinas.
No ha tenido empacho en humillar a la institución militar, pisotear la constitución y las leyes, burlarse de todos los venezolanos. Para esta conducta indigna, no le ha importado mostrarse ante el mundo como lo que es: un tiranuelo que no tiene límites en sus arbitrariedades y extravagancias. 
¿Con cuáles maromas argumentales nos saldrán ahora los celebrantes extranjeros de un golpe militar inconstitucional, cuando hace poco tiempo se rasgaron las vestiduras frente a los acontecimientos que defenestraron en Honduras  al inefable Zelaya?
¿Cual autoridad moral o política pueden mostrar los que movieron cielo y tierra para reponer al gobernante arbitrario hondureño, sólo porque formaba parte de la cofradía albana,  si ahora vienen a nuestro país a convalidar un delito de lesa democracia?
¿Estarán conscientes estos mandatarios visitantes del monumental disparate que cometieron?  ¿Se percataron del agravio que perpetraron contra los principios democráticos, el estado de derecho y la libertad?  ¿No se dieron cuenta de la afrenta contra el sentimiento democrático del pueblo venezolano y del resto del continente?
Ciertamente, el espectáculo dado el 4 de febrero próximo pasado es una muestra de lo más infame y  degradante que se pueda ver en estos tiempos, incluyendo la puesta en escena,  plagada de manifestaciones de alpargatismo cultural, folklorismo vulgar y cursilería.
Si no fuera por lo grave que fue la realización misma de tal acto, los discursos allí emitidos sólo producirían risa, por lo grotescos y ridículos. Nunca habíamos oído tantas falacias juntas; tantas interpretaciones absurdas y retorcidas de nuestra historia inmediata y remota. El guión del que narraba el acto es digno de ganar el primer lugar del Guiness de la farsa del año. Oírlo daba vergüenza ajena.
De nuevo el señor Chávez nos ha puesto, como país, en evidencia; ahonda el desprestigio en que nos ha enterrado en los últimos años. Antes y ahora menos que está despidiéndose, le tiene sin cuidado hacer cualquier disparate. Incluso, muchos de sus acólitos, en privado, expresan su bochorno y confusión. Andan angustiados por el derrotero militarista que se acentúa y el futuro incierto que les espera.
Chávez, resignado por no tener porvenir, los despoja de los pocos argumentos para seguir defendiéndolo. Interpelados por la prensa internacional,  no atinan a explicar las contradicciones entre el discurso y la práctica. ¿Cómo puede digerirse eso de festejar un golpe de estado? ¿Acaso no ha sido la de golpistas la acusación que se suele esgrimir contra la oposición democrática en Venezuela?  Y ahora qué decir cuando se enaltecen las asonadas inconstitucionales. ¿Qué se persigue con reincorporar a la carrera militar a los golpistas indignos de 1992?
Grave, muy grave, lo que han hecho los presidentes que nos visitaron. No hay justificación alguna para esa conducta repudiable. Se salva el energúmeno presidente ecuatoriano, el que, quién sabe, no asistió a la celebración haciendo su cálculo.
Pero más grave aún sería que las instituciones regionales, los gobiernos y partidos democráticos del continente hagan mutis por el foro.
Si lo que ha podido ver el hemisferio todo no es una apología de los golpes de estado, que baje Dios y lo diga.

EMILIO NOUEL V.

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