APOLOGÍA DEL GOLPISMO EN CARACAS
Emilio Nouel V.
Que no se quejen después los presidentes que vinieron a cohonestar
con su presencia la celebración de un golpe militar. No quisiéramos verlos
invocar la Carta Democrática Interamericana o cualquier otro instrumento
internacional para que los rescaten de un berenjenal en que puedan verse
envueltos. La incongruencia de esta conducta salta a la vista. Festejar
un alzamiento militar inconstitucional es legitimar otros que eventualmente
pueden darse en el futuro. Luego vendrán los lamentos y arrepentimientos, sobre
todo en un entorno regional en el que
estas locuras nunca pueden darse por descartadas.
En estos días hemos sido testigos, propios y extraños, de un
exabrupto político, algo insólito, puro realismo mágico tercermundista.
Varios presidentes electos democráticamente (exceptuemos al
tirano Raúl Castro) han tenido la desvergüenza de unirse a una suerte de aquelarre
festivo y obsceno, montado por un militar cuya ideología demencial lo lleva a
la exaltación y apología de un hecho político detestable, que es además
delictual y moralmente inválido. Para ello, no le han faltado celestinas.
No ha tenido empacho en humillar a la institución militar,
pisotear la constitución y las leyes, burlarse de todos los venezolanos. Para
esta conducta indigna, no le ha importado mostrarse ante el mundo como lo que
es: un tiranuelo que no tiene límites en sus arbitrariedades y extravagancias.
¿Con cuáles maromas argumentales nos saldrán ahora los
celebrantes extranjeros de un golpe militar inconstitucional, cuando hace poco
tiempo se rasgaron las vestiduras frente a los acontecimientos que
defenestraron en Honduras al inefable
Zelaya?
¿Cual autoridad moral o política pueden mostrar los que
movieron cielo y tierra para reponer al gobernante arbitrario hondureño, sólo
porque formaba parte de la cofradía albana,
si ahora vienen a nuestro país a convalidar un delito de lesa democracia?
¿Estarán conscientes estos mandatarios visitantes del
monumental disparate que cometieron? ¿Se
percataron del agravio que perpetraron contra los principios democráticos, el
estado de derecho y la libertad? ¿No se
dieron cuenta de la afrenta contra el sentimiento democrático del pueblo
venezolano y del resto del continente?
Ciertamente, el espectáculo dado el 4 de febrero próximo pasado
es una muestra de lo más infame y
degradante que se pueda ver en estos tiempos, incluyendo la puesta en
escena, plagada de manifestaciones de
alpargatismo cultural, folklorismo vulgar y cursilería.
Si no fuera por lo grave que fue la realización misma de tal
acto, los discursos allí emitidos sólo producirían risa, por lo grotescos y ridículos.
Nunca habíamos oído tantas falacias juntas; tantas interpretaciones absurdas y retorcidas
de nuestra historia inmediata y remota. El guión del que narraba el acto es
digno de ganar el primer lugar del Guiness de la farsa del año. Oírlo daba
vergüenza ajena.
De nuevo el señor Chávez nos ha puesto, como país, en
evidencia; ahonda el desprestigio en que nos ha enterrado en los últimos años.
Antes y ahora menos que está despidiéndose, le tiene sin cuidado hacer
cualquier disparate. Incluso, muchos de sus acólitos, en privado, expresan su
bochorno y confusión. Andan angustiados por el derrotero militarista que se
acentúa y el futuro incierto que les espera.
Chávez, resignado por no tener porvenir, los despoja de los
pocos argumentos para seguir defendiéndolo. Interpelados por la prensa
internacional, no atinan a explicar las
contradicciones entre el discurso y la práctica. ¿Cómo puede digerirse eso de
festejar un golpe de estado? ¿Acaso no ha sido la de golpistas la acusación que
se suele esgrimir contra la oposición democrática en Venezuela? Y ahora qué
decir cuando se enaltecen las asonadas inconstitucionales. ¿Qué se persigue con reincorporar a la carrera militar a los golpistas indignos de 1992?
Grave, muy grave, lo que han hecho los presidentes que nos
visitaron. No hay justificación alguna para esa conducta repudiable. Se salva
el energúmeno presidente ecuatoriano, el que, quién sabe, no asistió a la
celebración haciendo su cálculo.
Pero más grave aún sería que las instituciones regionales, los
gobiernos y partidos democráticos del continente hagan mutis por el foro.
Si lo que ha podido ver el hemisferio todo no es una apología
de los golpes de estado, que baje Dios y lo diga.
EMILIO NOUEL V.
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