jueves, 25 de agosto de 2011

LIBIA: AMANECER A LA LIBERTAD

El amanecer a la libertad, al fin, se abre en LIBIA. Son muchas las expectativas que se tiene y diversos los interrogantes sobre su futuro, especialmente, por la circunstancias particulares de ese país. Está en el Medio Oriente y es petrolero. Lo que allí acontezca repercutirá en la geopolítica de una región en la que compiten y/o se enfrentan varios actores y dinámicas: Turquía, Irán e Israel, sin mencionar los extraregionales.

La trayectoria convulsionada que ha seguido Libia en estos últimos meses, responde a unas condiciones sociales y políticas muy específicas, y nada tiene que ver con otros eventos en el mundo, como algunos opinadores superficial y erróneamente han querido hacer ver.

La llamada “primavera árabe” tiene raíces distintas a las de otras manifestaciones sociales que han tenido lugar en el marco de países democráticos. En los árabes no se cuestiona a la partidocracia o el “déficit democrático”, simplemente porque no hay libertad de partidos, ni ninguna otra libertad, están ausentes los mecanismos democráticos. Es más bien una lucha por alcanzar lo que los países democráticos ya disfrutan desde hace más de un siglo. De allí que no puedan ser equiparados ambos procesos, a menos que se los quiera ligar al combate secular de la humanidad por la libertad.

No obstante, e independientemente de lo que resulte de los acontecimientos libios, debemos regocijarnos de ellos. Por lo visto, un pueblo ha logrado desembarazarse de un tirano genocida, o al menos, comenzó a hacerlo.

Próximo a cumplir 42 años en el poder, Muammar Gadafi, amigo y hermano del déspota que gobierna a Venezuela, es derribado a sangre y fuego por un pueblo harto de su cruel autocracia, una desbordada corrupción y variadas extravagancias. Ciertamente, lo onda expansiva que partió de los países limítrofes ha ejercido una influencia decisiva en este episodio auspicioso.

Quienes luchamos por la libertad y la democracia en Venezuela, no podemos sino estar de júbilo plenamente justificado. Un dictador menos sobre la faz de la tierra; otro sátrapa tumbado por un pueblo que buscó ser libre y lo consiguió; desafortunadamente, a costa de muchas vidas.

El tirano Gadafi es un militar – ¡otro militar, Dios mío¡- que llegó al poder mediante un golpe de estado y quiso implantar un sistema político absurdo en su país. Un fascismo tropicalizado que se parece mucho al de los chavistas. Basta leer ése bodrio indigesto, compendio de ideas-basura, que llaman “Libro verde” para constatar el parentesco y hasta las similitudes de sus planteamientos con los que está tratando de imponernos Chávez de manera infructuosa.

Ya en otra ocasión me referí a tales ideas (“La ideología demencial de Gadafi” en www.analítica.com Marzo, 2011).

Lo curioso es que en nuestro país, como en otros de Latinoamérica, “sableadores” de oficio, trasmutados en políticos de izquierda, obtuvieron del déspota libio jugosos, millonarios donativos, que los convirtieron en predicadores de tales ideas desquiciadas. De ese grupo, unos cuantos son ideólogos o líderes del chavismo.

No es tampoco un secreto que el venezolano Ilich Ramírez, conocido en los bajos fondos como Carlos el Chacal, dandy y terrorista estrella de la causa contra el capitalismo mundial, destinatario de una publicitada y afectuosa misiva de Chávez, fue un asesino a sueldo de Gadafi, como lo fue también del gobierno sirio de los Assad y de los servicios de inteligencia de los países de la órbita de la antigua Unión Soviética.

Lo cierto es que Gadafi, a través de terroristas, de los sandinistas de Nicaragua, del castrismo y de otros movimientos políticos, y gracias a una bolsa repleta de dólares, puso pie en Latinoamérica, cosa que no habían hecho otros políticos árabes. Hoy en su tragedia obtiene los apoyos que cultivó, como es el caso de su hermano Chávez, quien llegó en otro de sus desvaríos, a compararlo con Bolívar.

Las relaciones de Gadafi con los gobernantes latinoamericanos y movimientos políticos que en la actualidad dependen financieramente del gobierno chavista son de larga data.

Desconocemos los contenidos concretos de los negocios y acuerdos secretos que se dice tienen Gadafi y Chávez. Quizás los conozcamos una vez que salgan a la luz los registros que deben reposar en archivos libios.

Por otro lado, sin duda, la caída de Gadafi afectará a Irán, socio estratégico de Chávez, y éste, a su vez, pierde un aliado en su combate contra EEUU y las demás potencias mundiales.

Para las fuerzas democráticas venezolanas es un deber moral y político insoslayable ponerse al lado de los rebeldes libios, cuya máxima autoridad es el Consejo Nacional de Transición. Muchos países y organizaciones ya lo han hecho. Es importante hacerles saber que Venezuela no es Chávez y su gobierno. Que no apoyamos al sátrapa Gadafi, cuyo objetivo en los actuales momentos es crear un caos que se prolongue en el tiempo. Que nos alegra su caída. Que deseamos sea juzgado por sus crímenes de lesa humanidad en la Corte Penal Internacional. Que aspiramos sinceramente la paz para esa nación, que pueda convertirse en un país próspero y libre, respetuoso de los derechos humanos y del estado de Derecho, todo en el marco de respeto a sus tradiciones y costumbres específicas.

Es nuestro deseo que Libia se incorpore a la comunidad internacional con todos sus derechos y obligaciones. Los organismos internacionales y los países más importantes tienen el deber de ayudar a la definitiva recuperación económica y política de este país. Éste tiene los recursos para ello, pero precisa de levantar instituciones, darse una Constitución, en fin, construir un país desde cero.

Ojalá que estos anhelos no se vean frustrados por factores que están presentes en su historia, que deberán ser domeñados y encauzados hacia la modernidad. El caos social, la anarquía y la partición del país podrían abortar la instauración de la democracia, hay que tenerlo presente. Sin embargo, otro, el camino correcto, no es inalcanzable. Será difícil, durará más tiempo de lo que algunos piensan, pero, quizás, se logre. Apostemos por eso.

EMILIO NOUEL V.

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