ARGENTINA SUSTITUTA
En este mundo de cambios constantes e imprevisibles los riesgos de equivocación a la hora de los vaticinios son muy altos, pero me atrevería a pronosticar que las medidas comerciales absurdas, amen de las otras acciones diplomáticas abiertas y/o soterradas que está adoptando el gobierno de cara a Colombia, van derecho a un rotundo fracaso, incluida la sustitución de ese país, como proveedor, por Argentina.
Son de todos conocidas las razones que el gobierno venezolano ha esgrimido para congelar, suspender o restringir las relaciones con Colombia en varias oportunidades. Hemos visto cómo de manera frecuente embajadores y demás personal diplomático van y vienen llamados por ambos gobiernos, para consultas, creándoles a aquellos pobres funcionarios trastornos de diversa índole.
Desde motivos comerciales hasta políticos han sido utilizados, disparatados todos en el caso del gobierno de Caracas. Incluso la salida de Venezuela de
Sabemos igualmente, cómo Caracas ha echado a un lado sin muchas explicaciones, las distintas objeciones, y ha reiniciado nuevamente las relaciones, con abrazos y promesas de amor eterno incluidos.
En estos días, el motivo del desencuentro es otro convenio con EEUU, que permitirá ampliar el uso de bases militares colombianas por parte de fuerzas estadounidenses en la lucha conjunta contra el narcotráfico y el terrorismo que encabezan los grupos guerrilleros. En definitiva, una ampliación del Plan Colombia.
Aunque tal iniciativa, a mi juicio, es cuestionada por motivos principalmente de antiamericanismo visceral, otras causas están presentes en el rechazo exagerado y estridente del gobierno venezolano, las cuales tendrían que ver con las evidencias cada día más claras de sus lazos estrechos con movimientos subversivos. Es de lamentar que en esta locura haya logrado enrolar a otros gobiernos de la región, como Brasil, cuyo liderazgo o influencia, creo, se resentirán al participar en tan absurda comparsa. El ex Presidente brasileño Fernando Enrique Cardoso, en días pasado ante la posición del gobierno de Lula Da Silva, señala que no es EEUU el que está atacando a LatinoAmérica sino Chávez. (“Chavez amenaza, él no está siendo amenazado”)
Son evidentes también razones de política nacional que lo llevan a echar mano de la manida maniobra del enemigo que amenaza invadir, en este caso, desde territorio colombiano, paranoia ésta que pretende contagiar al resto del continente.
Sin embargo, somos de la opinión de que los sólidos vínculos y relaciones de toda naturaleza que se han establecido entre Colombia y Venezuela no podrán desanudarse fácilmente, por mucho que se tenga poder y recursos para hacerlo.
Y si nos circunscribimos al tema estrictamente económico-co-mercial, nuestra apreciación, aún con más fuerza, se reafirma.
Pretender con puro voluntarismo irreal sustituir lo que Colombia representa para nosotros en la actualidad en términos de mercado para nuestros productos o de fuente de suministro de alimentos y otros bienes, por un suplidor como Argentina, no es más que una quimera, una solución sin asidero real duradero.
Y esto no sólo debido a las distancias y los costos que traen aparejados, lo que es ya de por sí un obstáculo enorme para hacer accesibles y competitivos ciertos bienes que demanda el mercado nacional. Están envueltos en este asunto, un sin número de aspectos que no pueden ser desdeñados: gustos y hábitos del consumidor, las costumbres mercantiles, rutas de transporte permanentes, adecuación de los productos a las necesidades de la demanda interna, familiaridad con las marcas y otros elementos no menos importantes. Todos estos factores, para cualquiera que conozca cómo se mueve el comercio, no pueden ser trastocados, borrados o desplazados de un día para otro, sin grandes costos y trastornos de abastecimiento.
Posicionarse en nuestro mercado desde tan lejos, requiere muchas inversiones, socios nacionales con disposición y relaciones comerciales, canales de distribución, publicidad, garantías de seguridad jurídica, compradores, etc; y esto precisa años y esfuerzos de establecimiento y marketing con los que no cuenta ni el Estado venezolano, ni mucho menos una empresa extranjera que parta de cero.
Por más que se utilicen los recursos y facilidades de una empresa estatal importadora, como se lo plantea el gobierno, el posicionamiento de una gama amplia de bienes argentinos en el mercado venezolano será en extremo difícil de mantenerlo sostenidamente en el tiempo. Se podrá concretar, no lo dudamos, algunas operaciones comerciales de ciertos productos (alimentos, por ejemplo) que contarían con un subsidio del gobierno venezolano y supuestas facilidades en materia de trámites cambiarios y aduaneros; pero que este intercambio pueda resistir en el largo plazo, definitivamente lo ponemos en duda.
No creemos que ninguna empresa argentina se aventure, aparte de ventas puntuales, a apostar a un comercio regular y de largo aliento con Venezuela, ni a establecerse en nuestro país como productora.
En cuanto a este punto y a la exigencia gubernamental de transferencia de tecnología, mi escepticismo es todavía mayor. El comportamiento reciente en materia de legislación contra la propiedad privada y estatizaciones bastaría para pensar en que difícilmente los empresarios argentinos arriesgarían su dinero en un país cuyo gobierno está dirigido por un presidente arbitrario, caprichoso e irresponsable que no respeta los derechos humanos ni las leyes, sin mencionar una burocracia ignorante e incompetente.
El empresariado argentino tiene varios ejemplos recientes de esta conducta, y somos escépticos respecto de que algo los pueda hacer cambiar sobre esta percepción negativa.
Por otro lado, debemos comentar que resulta verdaderamente insólito que toda esta movida del gobierno venezolano no incluya siquiera una contrapartida para los actores económicos nacionales. La negociación realizada es un embudo, en donde lo ancho es para Argentina. Y esto no extraña a quienes hacemos un seguimiento de esta materia. No hay un solo evento internacional en el que el gobierno venezolano promueva a los productores venezolanos. Su discurso permanente consiste en ofrecimiento de puertas abiertas de nuestro mercado para los productores de otras naciones, sin exigir a cambio nada, y esto, sin duda, no puede ser catalogado de otra forma que de traición a los intereses de la patria.
En esta ocasión ocurre lo mismo, como decían nuestras abuelas: “oscuridad de la casa y claridad en la calle”.
Que los empresarios argentinos se vean en el espejo de los empresarios brasileños, cuyos pagos hoy tienen grandes retrasos, y se han visto obligados a recurrir al Presidente Lula Da Silva para que abogue por ellos ante el gobierno de Caracas.
EMILIO NOUEL
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