Hace unos 4 años, y hoy es oportuno recordarlo para refrescar la memoria, un grupo de venezolanos que conformamos una ONG (
Considerábamos que hacerlo era sobremanera necesario, dado el desconcierto y la confusión en que estaban sumidas las fuerzas democráticas de oposición, al no poseer una brújula y/o mapa de ruta para enfrentar las pretensiones autocráticas militaristas del gobierno.
Con base en esta apreciación, pensábamos que un primer paso para abordar el problema, era el de disponer de una mejor comprensión de la naturaleza y alcances de un fenómeno político “inédito” en nuestro país, lo cual nos permitiría diseñar y ejecutar unas líneas políticas estratégicas acertadas y eficaces para conjurar las amenazas autocráticas que ya en ese momento se asomaban.
¿Qué decíamos entonces en las presentaciones que hicimos ante diversos sectores de la oposición democrática?
En primer lugar, y convencidos de que para combatir a este adversario era menester conocerlo (nuestras presentaciones eran precedidas de una frase de Sun Tzu: “Conoce el enemigo y conócete a ti mismo, y podrás triunfar en mil batallas”), decíamos que un diagnóstico que es o se percibe erróneo, confuso o exagerado, induce a la desconfianza, la indiferencia, el rechazo, no tiene credibilidad, no llama a la adhesión ni el compromiso, nos aísla de importantes sectores sociales, y en fin, reduce las posibilidades y/o las alternativas de lucha, llevándonos al fracaso.
De allí que se impusiera una caracterización adecuada de un fenómeno complejo y difícil de catalogar, como lo era -y sigue siendo- el chavismo, el comportamiento del gobierno chavista y el mismo Chávez.
En nuestra caracterización nos preguntábamos muchas cosas: ¿Es militarista? ¿Es caudillista? ¿Neocomunista? ¿Totalitario o neoautoritario? ¿Nacional-populista con rasgos neofascistas? ¿Un híbrido, mutante político de los viejos totalitarismos?
Y nuestra conclusión fue que tenía un poco de cada uno de esas características, lo que en definitiva configuraba un cuadro de un gobierno autoritario, producto de elecciones, con tendencia hacia el totalitarismo, pero no un gobierno totalitario como algunos lo afirmaban. Es decir, estábamos en presencia de autoritarismo de nuevo cuño (“democracia autoritaria”), muy parecido al estilo de gobierno de Yelsin o Putin en Rusia.
En cuanto a su definición ideológica nos parecía imprecisa, confusa, mezcla de muchas ideas, ambigüa, en la se mezclan un culto a la violencia, no hay límites éticos ni legales, carente de opinión sobre variados temas, ¿bolivariano?, ¿marxista?
Sin embargo, en su “ideario” estaban presentes: el antiimperialismo, el anticapitalismo, el igualitarismo, el indigenismo, la unión cívico-militar, antiliberalismo, anti-democracia representativa, antiamericanismo, democracia directa, latinoamericanismo, etc. (Todas estas ideas con el tiempo se han ido decantando)
Del chavismo decíamos que era conjunto variopinto y policlasista (militares, profesionales, obreros, campesinos, profesores universitarios y de educación media, pequeños y medianos empresarios, buhoneros, sectas religiosas, desempleados, lumpen, etc), lo cual hacía el panorama complejo en términos de intereses y aspiraciones. Era, y aún hoy es, una alianza social heterogénea, en la que convivían, en permanente conflicto y coincidencias puntuales, idealistas políticos, grupos sinceramente democráticos, izquierdistas anacrónicos, empresarios y militares oportunistas, militares de izquierda y de derecha, grupos marxistas, grupos radicales violentos, delincuentes, pragmáticos, sectores religiosos, nacionalistas xenófobos, excluidos, etc.
Toda esta federación de grupos e intereses han tenido su expresión en las distintas fracciones de liderazgo chavista, cuya “depuración” hemos visto en los años que han transcurrido hasta ahora.
En nuestro trabajo de entonces registrábamos que se estaba produciendo un control político-institucional progresivo (mantenimiento selectivo y cada vez más restringido de las libertades democráticas, violaciones selectivas de la ley, desnaturalización del Estado de derecho, evitando ruptura con comunidad internacional). Afirmábamos igualmente que la tentación totalitaria (deriva totalitaria) estaba presente, la cual contrastaba con una corriente “democratista” en el seno del chavismo.
En cuanto al sistema económico, veíamos en las iniciativas del gobierno dos “modelos” en pugna. Modelo de economía de mercado con fuerte presencia e intervencionismo estatal versus un modelo abiertamente colectivista inspirado en el de Cuba.
Así, el comportamiento de gobierno chavista se manifestaba en: desplazamiento de los partidos tradicionales y sus liderazgos; copamiento de las instituciones del Estado; centralismo; supresión y/o reemplazo de las instituciones heredadas; exclusión de los sectores empresariales, profesionales, intelectuales y medios opositores al gobierno; división maniquea; imposición de una nueva cultura, nueva educación, una nueva civilización latinoamericana.
Todo esto constituía, sin lugar a dudas, una ruptura en la evolución política del país.
Nuestras conclusiones generales fueron: gobierno personalista (“autócrata popular electo”, “superioridad de los instintos del jefe sobre la razón abstracta y universal”), de vocación hegemónica, militarista, aspira a liderazgo internacional, centralista, supresor de la autonomía y división de los poderes, no respetuoso de los derechos humanos ni del Estado de Derecho, emplea medios lícitos e ilícitos para sus propósitos, y de restricciones crecientes a las libertades democráticas esenciales (Libertad de expresión, Libertad de prensa, Libertades económicas).
Nos preguntábamos también: ¿Por qué el régimen no ha podido instaurar una dictadura abierta?, y respondimos: por la tradición democrática venezolana y sus valores muy enraizados, los condicionamientos o “frenos” del entorno internacional y la enorme incompetencia del régimen.
¿Qué hacía entonces que siguiera siendo popular Chávez ante la mayoría del pueblo venezolano?
Su mayor éxito: Conexión afectiva con
De allí que su discurso: pobres vs ricos, negros-mestizos vs blancos, débiles vs poderosos, buenos vs malos, pueblo vs oligarquía, lo rural vs lo urbano, lo nacional vs lo extranjero, lo pequeño vs lo grande, revolucionarios vs contrarrevolucionarios, países pobres vs países ricos, haya calado tanto.
Chávez ha sistematizado un discurso cuyo target es el sector no privilegiado, apunta a los sentimientos viscerales, a las pasiones movilizadotas, a las necesidades más sentidas, no hay discurso “técnico”, sólo emociones, crea un responsable externo, distinto del afectado por el problema o del gobierno, inventa enemigos, alimenta el resentimiento (actual o histórico), crea esperanzas y ofrece soluciones futuras y se hace oposición a sí mismo (critica s a sus ministros, a la burocracia).
Finalmente, respecto de la personalidad de Chávez, afirmábamos:
Se cree el Rey Sol (“el estado soy yo”), exige obediencia y disciplina incondicional, líder castrador, cree que puede controlar y dirigirlo todo, rechaza la pluralidad, no admite e inhibe el debate, execra o aparta a los que no piensan como él, se cree predestinado, mesiánico-heroico, nacional-chauvinista, voluntarista, inescrupuloso-pragmático, y psicópata Narcisista.
¿Qué podemos decir en las presentes circunstancias respecto de este diagnóstico con el que, por cierto, muchos estuvieron en desacuerdo entonces?
¿Qué queda en pie de estas apreciaciones del Grupo
En primer lugar, la satisfacción de haber hecho un aporte, repetimos, modesto y sin pretensiones académicas, a una urgente y necesaria discusión, la cual ha permitido a las fuerzas democráticas, con el paso de los años, afinar su reflexión sobre el adversario que tenemos enfrente.
En segundo lugar, podemos decir que en los sustantivo, la mayor parte del análisis se mantiene y otros aspectos no tan claros en su momento, se han ido confirmando. Ciertas conjeturas y pronósticos sombríos, lamentablemente, se han vuelto realidades más que palpables. La deriva totalitaria que avizorábamos como posible ha seguido su curso, y es muy difícil negar hoy que estemos pisando el umbral de una tiranía abierta, que puede ser terrible para nuestro país.
Pero no es la hora de bajar la guardia. Como nunca antes, los sectores democráticos están en la obligación de converger en una estrategia y acciones comunes (planteamiento permanente de
Antes del 23 de Noviembre, prácticamente, estábamos fuera de la institucionalidad política del país. Con los importantes baluartes conquistados por las fuerzas democráticas, con la movilización que hagamos de todos los sectores descontentos y, sobre todo, con
EMILIO NOUEL V.