La elección del 15-O nos deja sobre la mesa una evidencia
incontestable: el gobierno militar-cívico, con sus inmensos recursos, logro
mover un poco más del 20% del padrón electoral, la cifra que todas las
encuestas indican que es su apoyo, una minoría, que, sin embargo, tramposamente,
le permitió ganar la elección en los términos por todos conocidos.
Por supuesto, echo mano de todas las triquiñuelas posibles
para impedir que parte del electorado opositor se pronunciase. Y no solo con
chantajes y presiones, también con intimidación y violencia.
Quedo al desnudo, no hay duda, de que aquel es su techo
cuantitativo después de 18 años de desastre económico y social. Por cierto, 3
millones menos de lo que el gobierno dice que voto en su fraudulenta
constituyente de hace mes y medio.
Muchos habíamos pensado que las acciones fraudulentas,
irregularidades e ilegalidades previsibles podían ser neutralizadas con una
participación mayoritaria, como ocurrió hasta cierto punto en los 6 estados en
que ganó la oposición. Pero no se dio como lo esperábamos. Todo el sistema
institucional y electoral puesto al servicio de la causa de los tiranos y una
abstención miope nos vencieron.
Para un observador de pensamiento racional de cualquier país
no puede entrarle en la cabeza que un gobierno que tiene el rechazo de
alrededor del 85% de la población, triunfe en una elección. Como no lo entra
tampoco que en México hayan salido grandes manifestaciones a pedir la libertad
del “buen hombre” llamado Chapo Guzman.
Así, la conclusión lógica para explicar el resultado
electoral venezolano no puede ser otra que la de que necesariamente algo raro
hay en este asunto.
Y ciertamente, hubo múltiples trampas, irregularidades y
maniobras del gobierno que propiciaron parte importante del resultado. Los
obstáculos puestos a los votantes de zonas tradicionalmente opositoras, el
chantaje y compra de votos en sectores de bajos recursos, tuvieron su efecto.
Pero estos aspectos solos no explican el desenlace.
También en el lado de los que luchan por recuperar la
democracia podemos identificar factores decisivos que coadyuvaron al resultado
adverso, los cuales habrá que atender inmediatamente.
¿Qué peso tuvo cada
uno de estos asuntos al final? Habrá que precisarlo con mayor detenimiento.
Y en ese campo, hay que insistir en que no se podrá avanzar
sin unidad, coherencia, estrategia conjunta, mensaje único y desprendimiento de
parte de la dirigencia política. En esos temas la oposición democrática se
juega el futuro, que es el del país.
Independientemente de lo que hubiera salido del evento
electoral, debemos tener claro que el deterioro acelerado del país iba a
continuar, como todos los analistas lo indican. Lo que tenemos por delante en
materia económica es escalofriante.
Ir a votar, bajo las condiciones desfavorables que no
desconocíamos, era lo correcto. La unión de la oposición, como en otras
ocasiones se dio, pudo habernos dado el triunfo que las encuestas anunciaban. Ahora
resta insistir en ella. Solo así saldremos de esta calamidad y alcanzaremos
recuperar un país para la prosperidad y la paz.
EMILIO NOUEL V.