sábado, 29 de julio de 2017

UNA LECCIÓN DE MITTERAND EN ESTA HORA AZAROSA

Pensando en nuestra penosa y angustiosa circunstancia política, cuyo desenlace desconocemos aunque lo sintamos próximo, he llegado a sentir que los odios y la venganza están tomando pavoroso vuelo, y que eso nos podría conducir al infierno.
Las escenas de represión aterradoras, la saña de los militares y otros cuerpos de seguridad que nos muestran las redes sociales a diario, nos reafirman esos escalofriantes temores.  
Sí, pensando en tal probabilidad, recordé uno de los últimos discursos de un gran estadista europeo, ya ido: François Mitterand, ex presidente de Francia.
A él –permítanme una referencia personal- tuve la suerte de verlo y oírlo de cerca, en una reunión en Miraflores, en 1989. Me había tocado participar en la negociación de un convenio bilateral con el Ministerio de Finanzas de Francia, que fue firmado en tal encuentro en Caracas con el presidente C. A. Pérez. 
Había seguido por mucho tiempo, la trayectoria de este gran político, cuya figura estuvo presente por muchas décadas en la política de su país, colocado en posiciones cimeras y decisorias. Sentí siempre una admiración por el político que fue, más allá de lo ideológico. Reconocer su valor es obligado, y ante su sabiduría y experiencia no se podía ser indiferente.
Decía que de él evocaba una intervención pública ante el Parlamento Europeo un día de Enero de 1995, en la cual tocó el tema de las guerras europeas que a su juicio eran producto, sobre todo, de los nacionalismos exacerbados, el de creerse, desde una nacionalidad cualquiera, superiores a los otros. Es célebre su frase, expresada de manera enfática en tal ocasión: “¡El nacionalismo es la guerra!”.
En el discurso en cuestión decía que había pasado su infancia con familias desgarradas que lloraban sus muertos y guardaban un rencor y odios contra el que había sido su enemigo. 
Sin embargo, Mitterand afirmaba que a pesar de tanto dolor, separación  y muerte debía dejarse de transmitir el odio, y más bien habría que abrir la posibilidad de la reconciliación entre las naciones. “Uno tiene la audacia de imaginar lo que podría ser un porvenir más brillante fundado en la reconciliación y la paz.”
Era un hombre que había podido experimentar el horror de la guerra; de allí su rechazo inequívoco a ella. Pero no había sido en ésta -afirmaba- en la que había alcanzado tal convicción, sino en su propio hogar, donde las virtudes de la benevolencia y la humanidad le fueron inculcadas.
En momentos en que nuestro país pudiéramos estar bordeando la posibilidad del espanto que podría traer una guerra fratricida, como consecuencia de la conducta de unos gobernantes bárbaros e inconscientes, habría que recordar la experiencia amarga de otros pueblos para evitar, así, sumergirnos en un infierno similar o peor.
Sé que tal eventualidad no depende sólo de los que queremos solucionar nuestra crisis de manera pacífica.
Hemos demostrado hasta con la ofrenda de vidas de decenas de jóvenes, nuestra voluntad de resolver nuestra tragedia por las vías civilizadas.
La pérdida de esas valiosas vidas y las consecuencias emocionales que conlleva, no son fáciles de asimilar y superar. Comprendemos el dolor, la rabia y la impotencia que genera llevar tal carga.
No obstante, ese profundo pesar no puede hacernos caer en lo que unos gobernantes enloquecidos quieren, consciente o inconscientemente: la aniquilación del adversario político, mediante una guerra. No son pocos los que desde fuera de nuestro país están viendo un peligro de conflicto violento entre nosotros.
Estamos obligados política y moralmente a rechazar esa deriva demencial, agotando todos los recursos y medios (diálogos, negociaciones, mediaciones) para impedirla, antes de que sea muy tarde.  
Imaginemos, mas bien, con Mitterand, un futuro brillante de reconciliación y paz, sin que ello comporte renunciar a defender y ejercer nuestros legítimos derechos, y luchar por un nación próspera y pacífica.

Pero poniendo por delante todas las salvaguardias que cierren el paso a la violencia de todos contra todos. Simplemente, no dejemos que la lógica del odio y de la muerte se impongan en una sociedad que merece otro destino. 

EMILIO NOUEL V.



jueves, 20 de julio de 2017

16J DEMOCRÁTICO VS CONSTITUYENTE ESPERPÉNTICA


                                            Resultado de imagen para democracia
  
Se puede palpar, sin mucho esfuerzo, la dimensión histórica descomunal de la consulta popular que tuvo lugar el 16J en Venezuela.
Este evento político no tiene parangón, por lo original, inusitado. Los venezolanos fuimos,  al mismo tiempo, privilegiados actores y espectadores, de este hecho inédito, cuyo fundamento, justificación y valor superior son eminentemente políticos, más allá de lo numérico, que también fue excepcional.
El resultado exitoso alcanzado es el fruto de una iniciativa puesta en práctica por una dirigencia política y social que ha venido dejando la piel ante un entorno hostil y desfavorable. Partidos y sociedad civil, en virtuosa comandita, actuaron en función del interés de toda la Nación.
El extraordinario número de personas movilizadas, siendo un enorme logro, es menor al  positivo efecto cualitativo en términos de moralización y autoestima de las fuerzas democráticas. El ADN libertario del venezolano, de nuevo, se manifestó sin ambages, categórico, derrotando los obstáculos, la propaganda engañosa y las amenazas lanzadas desde el gobierno.  
La dictadura militar-cívica ha recibido un varapalo contundente. Alrededor de  7 millones y medio de ciudadanos rechazan no solo su ejecutoria autoritaria y desastrosa, sino también sus intenciones de perpetuarse en el poder.
No hicieron falta ni milicos ni ley seca, ni siquiera el arbitrario y sumiso mamarracho que es el CNE, para que la mayoría democrática del pueblo venezolano se pronunciara contra el gobierno militar-cívico.
El 16J el pueblo se expresó también por la constitución de un nuevo gobierno de transición o de unidad nacional que nos saque del calamitoso y destructor que nos agobia.
Los lineamientos (Compromiso de gobernabilidad) que seguiría ese nuevo gobierno los presentó la MUD ya, en el marco de la agenda de lucha que está en curso.
 Pero lo más importante es que una millonada de ciudadanos se oponen a la inconsulta e inconstitucional constituyente convocada, que, además, se preanuncia esperpéntica, si nos atenemos a los candidatos que se promocionan con los dineros de todos a través de los medios.
Sí, de instalarse tal asamblea, tal adefesio, estaría conformado por freakys, ignorantes, ágrafos, cuando no, farsantes y/o delincuentes. Esa Corte de los Milagros sólo podría producir un despropósito mayor, que nos hundiría  más en el caos y la miseria.
El 16J, un aplastante número de venezolanos dejamos en claro que es con mecanismos democráticos y pacíficos que deseamos corregir el mal rumbo que ha seguido el país durante 18 años.  Que aspiramos a un gobierno que reconstruya a la Nación y lo encamine por senderos de prosperidad para todos.
El señor Almagro de la OEA, muy bien lo señala en su Tercer Informe sobre la crisis venezolana, presentado esta semana:
“La Consulta realizada representa un verdadero ejemplo de vocación cívica y de democracia directa ejercida por los venezolanos a pesar de los crímenes de la represión del Estado. El pueblo se expresó a favor de recuperar sus libertades fundamentales y el Estado de derecho. Dio, además, una profunda lección a gobernantes y oposición; está en manos del pueblo encontrar los caminos que saquen a Venezuela de la crisis política, social y económica en la que se encuentra”.
En efecto, nuestro pueblo habló y expresó su disposición a resolver la crisis por mecanismos civilizados. Sólo aspiramos a que en el mundo se produzca una acción concertada, firme y eficaz, que termine de doblar el brazo a un gobierno tiránico, obligándolo a negociar los términos de un arreglo que ponga fin a tanto infortunio, infelicidad y muerte en nuestro país. Ojalá los últimos movimientos que se están dando en el seno de la comunidad internacional nos conduzcan a buen puerto.


EMILIO NOUEL V.